Todo
aquel que piensa que él es la Justicia siente la poderosa llamada de la
cartera del Interior y acude como los osos a la miel o las moscas a la
mierda
El ministro ha demostrado que se perdió el capítulo de Barrio Sésamo dedicado a la humanidad
Alguien
debe vencer el miedo a la corrección política y alguien tiene que
decirlo. Aunque el ministro Zoido no lo sepa, tiene razón. Existe un
"efecto llamada", pero no entre los migrantes, sino entre los ministros
del Interior. Todo aquel que piensa que él es la Justicia siente la
poderosa llamada de la cartera del Interior y acude como los osos a la
miel o las moscas a la mierda.
Todos
los tipos algo toscos en su manera de expresar su respeto a la legalidad
vigente, confusos a la hora de manejar los conceptos de ley y orden,
dispersos a la hora de distinguir entre el trabajo de policía al
servicio de los ciudadanos y el trabajo de vigilante al servicio del
ministro, con dificultades para empatizar con todo aquel ser humano que
venga de fuera, hable otra lengua o sea diferente, se sienten
irremediablemente llamados por un cargo que, al parecer,
les permite hacer realidad esos sueños húmedos seguramente pergeñados
durante tantas horas de películas de Charles Bronson y Chuck Norris.
La
evidencia empírica sobre el "efecto llamada" en el Ministerio del
Interior se acumula de manera abrumadora e incontestable. Primero
tuvimos a Jorge Fernández Díaz, el ministro con un ángel que le aparcaba
el coche,
una brigada de Vengadores que le ayudaban a defender la unidad de
España con sus dosieres y un ultraradar que le permitía detectar
bolivarianos, independentistas e inmigrantes ilegales sólo con oírles
respirar. Quedan ya para la Historia los centenares de
miles de migrantes que acampaban a las puertas de Ceuta y Melilla
listos para invadirnos y que sólo el ministro podía ver con sus
superpoderes.
Ahora
tenemos a Juan Ignacio Zoido, el ministro que siempre tiene algo que
hacer en Sevilla los fines de semana, reparte medallas y destinos
dorados entre los más leales y fieles servidores de su excelentísimo
antecesor
y avisa a las ONG que les va a poner un código de conducta para que
dejen de animar a los migrantes a cruzar el Mediterráneo prometiéndoles
unas vacaciones inolvidables con rescates llenos de riesgo y aventura
excitantes. Su elaborada distinción entre "ayudar",
"favorecer" y "potenciar" para insinuar que los rescates de las ONG
promovían un "efecto llamada" a la inmigración irregular demuestra que
se perdió el capítulo de Barrio Sésamo dedicado a la humanidad.
Por
supuesto, no existe ese supuesto "efecto llamada" que atrae a miles de
migrantes que escogen su ruta perfectamente informados sobre las
ventajas de las diferentes legislaciones migratorias nacionales, las
comodidades
de los barcos de las ONG o la permisividad de las vigilancias
fronterizas conchabadas con mafias que siempre corrompen a las policías
de los demás –nunca a la nuestra–.
No
encontrarán un solo dato oficial o fiable que respalde las existencia
de un efecto que solo se basa en los prejuicios, el racismo encubierto y
la xenofobia disfrazada de preocupación
por las victimas de las mafias. Al contrario, la información
disponible nos dice que son países como Italia o Grecia quienes soportan
hasta diez veces más la supuesta presión migratoria o "portuaria" que
el Ministro alega para que
España incumpla sistemáticamente sus
compromisos de acogida con la UE mientras, eso sí, cobra puntualmente
los millones de euros que Bruselas paga generosamente para financiar
esos mismos compromisos incumplidos.
...que manera de avergonzarnos
como ciudadanos, los que presumen de espíritu religioso, arrebatan a
los pobres lo que les corresponde...y no es porque estén mal
retribuidos
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