Madrid hace realidad una vez más su
auténtico ser con la celebración del Orgullo Mundial. Más allá de
cualquier etiqueta, vuelve a reivindicar lo que es: la ciudad de la
libertad. Creo que nada mejor demuestra esa condición que la bandera
arcoíris,
ya terminada, para dar la bienvenida a esos dos millones de personas
que esperamos para compartir la celebración con nosotros. Cien mil lazos
con los colores de la bandera, cien mil puntadas dadas por madrileños y
madrileñas, cien mil gestos que muestran
el sentir y la voluntad de la ciudadanía por tejer una sociedad libre,
igualitaria. Por hacer realidad ese lema de
Ames a quien ames, Madrid te quiere.
Porque Madrid es eso: una ciudad de
puntadas con las que narra su historia y muestra su esencia libre y
solidaria. Esos son, sin duda, dos de los rasgos principales de su
retrato. Dos trazos que la convierten, además, en una ciudad sin miedo.
No lo tuvo cuando hace cuatro décadas se convirtió en un referente en
la reivindicación de los derechos que quienes se enfrentaban no solo a
la discriminación y el rechazo por su condición sexual, sino a la
privación de sus derechos y, aún más, de su libertad.
Entonces se puso a la cabeza sin miedo a alzar la voz reclamando
reconocimiento, justicia, igualdad. En cuarenta años no ha dejado de
hacerlo. Con firmeza, sin olvidar nunca el sufrimiento que conlleva
verse privado de los derechos inalienables a toda
persona pero transformándolo en una fiesta reinvidicativa, solidaria, orgullosa.
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