6.18.2017
ENTREVISTA a Jesús Maraña por Ramón Lobo (EL PULPITO LAICO)
“El mayor éxito del PP y de Rajoy en los últimos años: conseguir hacer normal lo que es insostenible”
Si el resultado hubiera sido muy
ajustado, que era lo que preveíamos casi todos, hubiese ganado ella o
él, la batalla sería tan encarnizada como ha sido hasta ahora. La
holgura de la victoria de Pedro Sánchez, que es la verdadera sorpresa,
debe
ayudar a suavizar tensiones, que van a seguir porque la fractura ha
sido tan enorme y el enconamiento de tal magnitud que no son fáciles de
cerrar. Va a depender de la generosidad del ganador y de la humildad de
los derrotados.
No
sabemos si Pedro Sánchez ha aprendido de los errores de su primera
etapa. Las señales que emite el ‘susanismo’ no permiten ser optimistas.
Da la impresión de que la mayoría de
los barones que han estado arropando a Susana Díaz están en la idea de
intentar limar asperezas y pactar. Los pasos que ha dado Susana Díaz, y
lo que trasladó gestualmente en las primeras horas, indican que
quiere blindar su territorio de poder, que es Andalucía. El adelanto
del congreso regional indica que quiere resistir.
Narra
en su libro los relevos al frente de la secretaría general de José Luis
Rodríguez Zapatero y de Alfredo Pérez Rubalcaba. Susana Díaz siempre ha
estado detrás manejando los hilos. Cuenta que tras las elecciones
europeas,
en las que Rubalcaba pierde cuatro millones y medio de votos, Susana
Díaz le llama por teléfono: “Si no dimites hoy, mañana voy a pedir
públicamente tu dimisión”.
La mayor pérdida de votos que se ha
producido en el PSOE entre 2008 y la actualidad fue en la etapa de
Rubalcaba. De los diez millones y medio largos que tuvo Zapatero se han
dividido prácticamente por la mitad entre el PSOE y Podemos. El papel
de Susana Díaz en todo desarrollo, fuera por aspiraciones propias o por
negarse a dar el salto que otros pretendían que diera, ha estado
presente en todo el proceso. Una de las cosas que me han sorprendido, en
el relato que he reconstruido del Congreso de
Sevilla, es que dirigentes socialistas que apoyaron a Rubalcaba en la
sucesión de Zapatero, reconocen hoy que fue un error. Admiten Chacón
hubiese supuesto una renovación, mientras que la de Rubalcaba fue un
bloqueo o incluso, como lo define alguno de los
dirigentes en el libro, un salto hacia atrás. No hubo renovación
generacional sino un blindaje de la vieja guardia, de los modos
institucionales y pactistas eternizados desde la Transición. Eso ha
causado un daño evidente, ha afectado a la credibilidad del
partido ante su electorado. Tras la dimisión de Rubalcaba, tras las
europeas, se produce el nuevo error: la manera en la que se hizo la
sucesión en favor de Pedro Sánchez.
Eduardo
Madina tarda en decidir si se postula para reemplazar a Rubalcaba. El
mismo reconoce que le falta instinto asesino en política. Poco después
de anunciar que se presenta a las primarias, los mismos que le habían
alentado
se pasan al bando de Susana Díaz. Ella también duda, pero ve en Madina
un rival que le impediría dar el salto a Madrid. Hay una operación casi
de Estado para que se retire Madina y dejar abierta la vía de la
proclamación. Como se niega, Susana apuesta por
Pedro Sánchez como líder provisional: ‘ocupa el puesto, no toques nada,
que ya te diremos cuándo tienes que irte’. Nada más derrotar a Madina,
Sánchez empieza a pensar por su cuenta.
Sí, así es: los mismos que aúpan a
Madina, tienen miedo. Creen que no es tutelable. Consideran que el
relevo tiene que recaer en alguien que simbolice la experiencia, la
oficialidad, la estabilidad; también que Susana Díaz cumple esos
requisitos,
o que con ella se corren menos riesgos. Pero Susana Díaz y su entorno
andaluz creen que no es el momento de dar el paso, que es demasiado
arriesgado. Ella aún no ha pasado por unas elecciones. Es presidenta de
la Junta de Andalucía por decisión de José Antonio
Griñán. Pedro Sánchez está en el lugar oportuno en el momento oportuno.
Se produce una concatenación de casualidades, que se repiten en
distintas fases de la carrera de Pedro Sánchez: entra en el Congreso por
carambola, porque no sale elegido. Sustituye a
Pedro Solbes cuando dimite y a Cristina Narbona cuando deja el escaño
para ir al Consejo de Seguridad Nuclear. El azar es importante en la
carrera de Pedro Sánchez, que está marcada por una ambición política muy
clara, algo legítimo por otro lado. Hay dirigentes
que le ponen peros porque no se fían. Uno de los que mejor le conoce es
Tomás Gómez. Está convencido de que Sánchez lo va a matar políticamente
en cuanto tenga una oportunidad. Por eso exige una reunión de
referentes del partido con Susana Díaz, Ximo Puig,
él mismo y Zapatero, que hace de garante de lo pactado. Hay una frase
que resume ese carácter de provisionalidad que todos quieren dar a
Sánchez. Es de Susana Díaz y la pronuncia a la salida: “Este chico no
vale, pero nos vale”. Un mes después del Congreso,
Sánchez anuncia en el primer comité federal que se celebra que va a ser
candidato a la presidencia del Gobierno. Ahí nace la ruptura y la
desconfianza absoluta entre Susana Díaz y Pedro Sánchez.
Un
alto dirigente del PSOE me dijo antes de las primarias: “Si gana Pedro
no hay día después; si gana Susana habrá día después, aunque quizás no
mucho más”. Por ahora ha habido día después.
A veces los políticos son muy
taxativos en la definición de posibles abismos. Los periodistas,
también. Una de las conclusiones que uno saca cuando intenta establecer
un relato con testimonios, datos y documentos sobre lo que ha ocurrido
en
el espacio de la izquierda, es que la política es una evolución
permanente en la que abunda el tacticismo. Por eso hay tanta
improvisación en las decisiones. Las grandes estrategias que se han
elaborado a posteriori no son tantas. Es algo que me asombra.
En el PSOE ha habido múltiples errores, sobre todo la obsesión por los
liderazgos personales. Han querido solucionar cada etapa con un cambio
de liderazgo personal y se han equivocado constantemente, tal como han
demostrado las urnas. Se equivocaron dando
el paso a Rubalcaba y dejando claro además que no creían en las
primarias. Es decir, en el voto de los militantes. Se equivocaron en el
momento en que dieron paso a Pedro Sánchez. Pase lo que pase a partir de
ahora, lo ocurrido es la mayor fractura que ha
tenido el PSOE desde los tiempos de Suresnes. Nunca nadie había
conseguido congregar en contra a tantos dirigentes que no tienen mayores
puntos de acuerdo entre sí. Susana Díaz y Eduardo Madina no tienen, por
ejemplo, la misma visión de España.
Da
la sensación de que el aparato solo piensa en sí mismo. Cuando dicen
‘si gana Pedro Sánchez, se acaba el PSOE’, igual solo se acaba su PSOE,
su presencia en la dirección o su peso en los medios de comunicación.
Que ellos
desaparezcan no significa que se acabe el partido.
Es así. La principal incógnita ahora
mismo es averiguar quién es definitivamente Pedro Sánchez, cuál es el
verdadero: el del abrazo a Ciudadanos, el del viaje a Lisboa para
escuchar los consejos de António Costa sobre el gobierno a la
portuguesa,
el que viaja a Berlín antes del 26-J y escucha a Sigmar Gabriel los
consejos sobre la gran coalición, el que cree que hay que abstenerse en
la segunda votación o el que vuelve de Mojácar a mediados de agosto y
dice: ‘lo que quieren es que yo me coma el marrón
de la abstención y luego liquidarme, y no estoy dispuesto’. Desde ese
momento crea un relato, actúa desde el “no es no” que ha construido el
Pedro Sánchez que conecta con las bases y con los votantes del PSOE. Las
bases dicen: ‘admitimos muchas cosas, pero
no dar el gobierno al adversario’. Es tan sencillo que sorprende que
los referentes del partido y quienes han arropado a Susana Díaz no hayan
sido conscientes de que, una vez más, el problema es de credibilidad.
¿Y
por qué las élites de los partidos, y las élites en general, tienen
tantos problemas para leer la realidad y entender lo que piensa la
gente? Afecta incluso a periodistas.
Sí, sorprende mucho. En el caso del PSOE, y esto está reflejado en el libro, no se puede entender lo que ha pasado, no ya en la última fase, sino en los últimos veinte o treinta años, sin tener en cuenta la interdependencia del PSOE con el grupo Prisa, con ‘El País’ en particular, y con Juan Luis Cebrián en lo personal. Lo reconoce el propio Cebrián en sus memorias. Primero dice: “El País nunca ha sido un periódico de izquierdas”; luego añade: “Tengo una relación y una amistad íntima con Felipe González y con Alfredo Pérez Rubalcaba”. Esa relación, como expresan en el libro varios dirigentes socialistas, ha supuesto la externalización del músculo intelectual del PSOE. Han estado condicionados en gran parte de las decisiones importantes por lo que pensaba o creían personalidades ajenas al partido con unos intereses concretos. Eso tiene que ver con la evolución que ha tenido el PSOE y con la evolución que han tenido el Grupo Prisa y ‘El País’. Y con los condicionamientos de los poderes económicos y financieros que tienen un papel permanente en lo que ha pasado, y un objetivo que no se han preocupado en disimular. Consideraban que cualquier opción a la izquierda que contara con Podemos era perjudicial para el país, España, y para ‘El País’ periódico. Lo han expresado editorialmente. Consideran que sería una catástrofe para los intereses económicos de este país. No hay más que comprobar los mensajes que han lanzado a través de editoriales, artículos y entrevistas con Felipe González en los momentos más sensibles en la evolución del PSOE.
Sí, sorprende mucho. En el caso del PSOE, y esto está reflejado en el libro, no se puede entender lo que ha pasado, no ya en la última fase, sino en los últimos veinte o treinta años, sin tener en cuenta la interdependencia del PSOE con el grupo Prisa, con ‘El País’ en particular, y con Juan Luis Cebrián en lo personal. Lo reconoce el propio Cebrián en sus memorias. Primero dice: “El País nunca ha sido un periódico de izquierdas”; luego añade: “Tengo una relación y una amistad íntima con Felipe González y con Alfredo Pérez Rubalcaba”. Esa relación, como expresan en el libro varios dirigentes socialistas, ha supuesto la externalización del músculo intelectual del PSOE. Han estado condicionados en gran parte de las decisiones importantes por lo que pensaba o creían personalidades ajenas al partido con unos intereses concretos. Eso tiene que ver con la evolución que ha tenido el PSOE y con la evolución que han tenido el Grupo Prisa y ‘El País’. Y con los condicionamientos de los poderes económicos y financieros que tienen un papel permanente en lo que ha pasado, y un objetivo que no se han preocupado en disimular. Consideraban que cualquier opción a la izquierda que contara con Podemos era perjudicial para el país, España, y para ‘El País’ periódico. Lo han expresado editorialmente. Consideran que sería una catástrofe para los intereses económicos de este país. No hay más que comprobar los mensajes que han lanzado a través de editoriales, artículos y entrevistas con Felipe González en los momentos más sensibles en la evolución del PSOE.
Pero luego la gente no hace caso.
Esa es la gran sorpresa para ellos, y
la gran reflexión que deberían hacer. Cuesta entender la ceguera.
Llevamos años, por lo menos desde el 15-M, en los que el electorado
progresista, en un sentido transversal, ha expresado de forma clara que
quiere cambio. Cuando la gente visualiza distintas opciones que
representan lo que se ha hecho siempre en los últimos treinta años y
entre ellas hay un botón, el que sea, que representa el cambio, la gente
pulsa cambio. En este caso, el botón es Pedro Sánchez.
Probablemente en otra fase, en Sevilla, hubiese sido Carmen Chacón.
Pedro
Sánchez llega ungido por la militancia contra del aparato. Llega libre.
La primera vez se lo debía al aparato que quería bloquear a Madina;
ahora llega investido de una gran
auctóritas. Posiblemente es la
peor noticia para Pablo Iglesias, porque puede competir en el mismo
lenguaje, presumir que ha derrotado a su propio sistema. Además, puede
competir desde la responsabilidad, está en un partido que ha presidido
gobiernos. A ver cómo lo maneja.
Pedro Sánchez tiene la oportunidad
de recuperar la credibilidad del PSOE ante su electorado. La tiene, y en
ese sentido puede sentirse liberado de todo tipo de ataduras. Ha tenido
enfrente a todos los referentes de poder en el partido, y a los
referentes mediáticos y económicos. Ha ganado a pecho descubierto,
arropado por las bases. Este es el relato que ha construido, y es un
éxito. Tiene la oportunidad de ejecutarlo. ¿Dudas? Las tengo. Es lógico
que las tenga por la evolución errática de Pedro
Sánchez. Es verdad que la ha tenido en un periodo en el que estaba muy
condicionado, pero en algún momento pudo dar pasos que no dio. Si leía
la realidad durante el año de ciclo electoral como la ha leído ahora,
por qué no convocó un comité federal para decir:’
señores, no debemos mantener las líneas rojas del 28 de diciembre;
quiero plantear esto otro’. Después de fracasar en la investidura con
Ciudadanos, ¿por qué no dio ese paso para explorar un gobierno
progresista? El riesgo era perder la secretaría general.
Durante esta fase, y lo demuestran los hechos que se relatan en el
libro, la prioridad de Pedro Sánchez era mantenerse en la secretaría
general. Pedro Sánchez transmite que ha cambiado, que ha madurado y
aprendido, que es consciente de los errores cometidos.
Si lee bien lo ocurrido tendrá una oportunidad para recuperar la
credibilidad del partido.
En la noche de las primarias escribí en un tuit: lo ocurrido es un 15-M para el aparato del PSOE.
Es indudable que es un golpe para
quienes siempre han sido contemplados como los guardianes de las
esencias y de la sabiduría política dentro del partido.
La
incapacidad del PSOE de captar los cambios en el humor de la sociedad
permitió el nacimiento y el crecimiento de Podemos, que se especializó,
sobre todo en la primera fase, en leer muy bien la realidad y de marcar,
como
dice en su libro, el lenguaje político, de colocar ideas que van a ser
el centro del debate. Esto es evidente desde las elecciones europeas y
las municipales y autonómicas. Quizás el error de Podemos fue pensar que
el 20-D era una oportunidad única, un ahora
o nunca, cuando en verdad empezaba todo.
Sí, si se analiza toda la cadencia
de cómo fueron los hechos, desde el 20-D hasta el 26-J, es evidente que
fue la desconfianza total entre el PSOE y Podemos y la equivocación en
la estrategia de los dos lo que impidió el acercamiento. El PSOE
cree que Podemos quiere liquidarle y Podemos que el único interés del
PSOE es evitar el ‘sorpasso’, que es la prioridad de Podemos, sobre todo
del equipo de Pablo Iglesias. Las urnas demostraron el 26-J que esa
lectura fue errónea por ambas partes. En esa
fase hubo una oportunidad clarísima. El análisis más técnico dentro de
Podemos lo hizo Carolina Bescansa. Decía que la causa de la pérdida de
un millón de votos el 26-J no fue tanto la alianza con Izquierda Unida,
sino que una parte importante del electorado
les reprochó no haber intentado sacar al PP de Gobierno.
Una
solución tipo la serie Borgen era el pacto entre Podemos, Ciudadanos y
el PSOE. Si se quiere, un Gobierno del PSOE con independientes apoyado
desde fuera por los otros dos y una agenda de regeneración radical, como
que
el Parlamento elija al Fiscal General del Estado por una mayoría de dos
tercios, y que no se pueda cambiar con una mayoría absoluta, tener una
RTVE de todos. En una entrevista con Jordi Évole antes de diciembre,
Pablo Iglesias y Albert Rivera parecían llevarse
bien.
Porque ambos representaban el cambio.
Esto
se acaba después del 20-D. Es como si alguien le dijera a Rivera, ‘de
buen rollito, nada’, y empieza a atacar. Iglesias, que no necesita mucho
para saltar, salta. A Pedro Sánchez, además de sus errores, le pusieron
tantas
rayas rojas que no supo qué hacer. Los tres perdieron la gran
oportunidad de sacar al PP del Gobierno.
Esto es lo que piensa mucha gente,
por lo ocurrido el 26-J con la recuperación de una parte del voto del
PP. En la fase en la que había ese buen rollito, como dices, Pablo
Iglesias y Albert Rivera estaban convencidos de que no competían entre
sí y que representaban el cambio. Después del 20-D, se ve claramente
que hay presión para que Ciudadanos establezca su incompatibilidad con
Podemos. Y Podemos decide ser incompatible con Ciudadanos en su
estrategia de superar al PSOE. No todo el mundo dentro
Podemos pensaba lo mismo ni lo analizaba igual, como se ha visualizado
después. En aquellas fechas algunos analistas reflexionábamos sobre la
solución de un gobierno del PSOE con apoyo desde fuera o desde dentro de
Ciudadanos y la abstención de Podemos. Eso
situaba a Podemos en la labor de principal referente de la oposición.
Todas las medidas obligadas, debido a la presión desde Bruselas y del
BCE, se las hubiera comido el PSOE. Todo lo que fuera regeneración
hubiera sido gracias a Podemos. No se entiende bien,
desde el punto de vista de quienes no estamos en ninguna militancia,
que no se valorara lo suficiente ese escenario y se arriesgara tanto en
el otro, que ha resultado fallido. Esta oportunidad estaba condicionada
porque Ciudadanos es una cuña de los poderes
económico-financieros, que no ocultan que quieren que haga el papel de
frenar a Podemos, que evite cualquier posibilidad de que Podemos
participe o apoye un gobierno por la izquierda.
¿Por qué ese miedo cerval a Podemos?
No es tanto el miedo que trasladan,
la cosa bolivariana y todo esto, es porque supondrían un muro frente al
neoliberalismo, para la aplicación de las medidas que se han aplicado
estos años.
Y
que se acabaría el chiringuito en el que todo se lo reparten sin
concurso público. Miedo a que se levanten las alfombras, como se han
empezado a levantar.
Es otro error en la lectura de la
realidad por parte de las élites, también las del Partido Popular,
porque estamos viendo casos que no dependen tanto de que haya un
gobierno progresista o no, sino de que funcionen las instituciones, los
mecanismos
democráticos. Cuando hay un juez, unos fiscales o unos investigadores
que hacen su oficio y cumplen su función, el gobierno de turno no lo
tiene fácil, como se está demostrando. A pesar de la escandalosa
contaminación de los órganos judiciales desde el poder
político, estamos viendo que cosas que se han ocultado durante una
década están saltando, y eso que no está gobernando Podemos.
¿Qué le puede estropear la legislatura a Rajoy?
La legislatura depende más de lo
judicial que de lo político. La aprobación de los presupuestos le
garantiza el Gobierno hasta 2019. Esto ha servido para dar solidez al
relato de Pedro Sánchez, porque se ha demostrado que no hacía falta el
harakiri
de la abstención para que hubiera gobernabilidad. Rajoy decidirá en qué
momento le interesa convocar elecciones. Sin descartar que quiera que
coincidan en 2019 las autonómicas, las municipales, las europeas y las
generales. Está en sus manos. ¿Qué puede distorsionar
que Rajoy mueva el calendario electoral como más le interese? Que los
estallidos de los casos de corrupción y los avances judiciales sobre ese
asunto hagan irresistible esa situación.
Es
increíble que el futuro del PP o el de Cristina Cifuentes pueda
depender de quién es el titular del Juzgado Central de Instrucción
número 6 de la Audiencia Nacional [al que volverá casi después de 17
años su titular Manuel
García Castellón].
No olvidemos que el PP está
gobernando gracias a Ciudadanos. Las promesas de regeneración de
Ciudadanos incluían una batería de propuestas que se firmaron con el PP,
entre ellas las que garantizaban avances en la independencia judicial.
Pero
no se han producido esos avances, no se han ejecutado hasta el punto
que podamos fiarnos en que no hay esa contaminación que decíamos antes.
Si el gobierno tiene la posibilidad de controlar la Fiscalía General del
Estado y el Consejo General del Poder Judicial,
existe la posibilidad de control de los nombramientos que, aunque
tienen su mecánica normativa, están condicionados por las decisiones de
las mayorías en los órganos correspondientes. Vemos nombramientos de
jueces en destinos internacionales muy bien pagados
que crean huecos en el escalafón que después corresponden a algún juez
que puede convenirles más. Federico Trillo era un especialista en esto.
Durante años condicionó la persecución de la corrupción.
Con
lo que han desvelado las exclusivas de InfoLibre sobre el fiscal
anticorrupción, y con el fiscal general y el ministro de Justicia
reprobados en el Parlamento, Rajoy se dedica a hacer bromas sobre la
Coca-Cola de Ramón
Espinar.
Es una técnica. El mayor éxito del
PP y de Mariano Rajoy en los últimos años: conseguir hacer normal lo que
es insostenible. Han conseguido que entren en la normalidad todo tipo
de actuaciones que, en cualquier democracia mínimamente solvente,
no serían aceptables.
¿De quién es la culpa que esta normalidad se haya instalado como forma de gobierno?
Tiene mucho que ver con el hecho de
que el PP ha conseguido manejar los mensajes y los marcos de discusión
mediática, aprovechando incluso las nuevas herramientas para que un
escándalo que se produce a las diez de la mañana, quede fagocitado
a la una por el siguiente. Es una técnica que está muy estudiada. No es
algo improvisado. En eso han demostrado una gran habilidad. También se
han aprovechado de la división que ha habido enfrente. Cuando Felipe
González define a Rajoy como el único animal
que avanza sin moverse hay que complementarlo con el hecho de que los
demás se han movido en direcciones equivocadas; si no, no hubieran
podido sostenerse.
A
la guerra interna del PSOE se suma la división en Podemos, donde parece
evidente que hay una purga de ‘errejonistas’. ¿Qué futuro tiene
Podemos?
En Vistalegre II ganó una hoja de
ruta y una estrategia, la de Pablo Iglesias, que consiste en mantener e
incentivar la movilización social, priorizar la calle sobre un trabajo
institucional que creen que no es eficaz en estas circunstancias
políticas y parlamentarias. Tiene su explicación. Es verdad que, como
está demostrando el gobierno de Rajoy, la arquitectura que tenemos desde
la transición hace que, aunque el gobierno esté en minoría en el
Parlamento, la mayoría de las iniciativas no resultan
eficaces porque el gobierno tiene capacidad de bloqueo. Esta situación
no le obliga a desmontar las principales medidas y las leyes aprobadas
cuando tenía mayoría absoluta. Está consiguiendo dilatar la reforma
laboral, la ley de RTVE, etc. En este sentido,
la teoría de Podemos tiene una base. Otra cuestión es lo que se abre a
partir de ahora. Habrá que comprobar si se ha aprendido algo en el
recorrido. Lo esencial es que es muy difícil que cambie el gobierno del
PP si no hay algún tipo de entendimiento colaborativo
entre el PSOE y Podemos. Luego se puede entrar en las fórmulas y en los
matices. La única vez que hubo en este país un acuerdo pre-electoral de
las fuerzas que en aquel momento podían ser paralelas a las de hoy, fue
un fracaso absoluto, el de Almunia y Paco
Frutos en su día. Pero no tenemos ni las mismas circunstancias ni tiene
por qué ser una fórmula pre-electoral. La cuestión es que la mayoría
del electorado quiere un cambio en las políticas que se han venido
practicando y en la gestión de la crisis. Si eso
no lo asumen Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, y sus respectivos equipos,
seguirán desgastándose mutuamente y seguirá gobernando el PP.
Da
la sensación de que Podemos ha elegido ser oposición, no aspirante a
gobernar o a influir en un gobierno. La victoria de Pedro Sánchez, como
se ha producido, obligará a modificar la estrategia. Sorprende de
Podemos que
teniendo una enorme capacidad de lectura de la política no hayan tenido
desde diciembre la misma capacidad para hacer política.
Podemos ha cometido errores desde el
20-D. Afectan a lo que era su mayor potencial: la capacidad de
estrategia política, muy conectada con el 15-M y a la movilización
social. ¿Va a haber rectificación? Da la impresión que incluso los
partidos
nuevos no tienen tantos reflejos. En el último mes y medio, dos meses,
Podemos ha lanzado el Tramabús, que conecta con Vistalegre y la
movilización en la calle. Pero a la vez, han presentado una moción de
censura, que está en la vía de la pelea parlamentaria.
No sé si se podrán manejar todas las bolas a la vez. Es verdad que el
triunfo de Sánchez les complica las cosas.
Podemos
es consciente de que Pablo Iglesias tiene mala imagen, lo dicen las
encuestas. Es cierto que muchos medios de comunicación le han hecho un
traje, pero algo de culpa tendrá él.
Esa es la sensación, que los medios
de comunicación le han hecho el traje y que ellos han cometido errores
graves. Un 70% puede ser el traje, y un 30% lo han puesto ellos. Para
Podemos el mayor riesgo es un exceso de tacticismo. Si la gente,
tu propia gente, percibe que algunos de pasos son más ficción que
realidad, volvemos al problema de fondo que ha tenido el PSOE estos
años, que es el de la credibilidad. El origen de la crisis política y de
la crisis en la izquierda, especialmente del PSOE,
es un déficit de credibilidad. Es paralelo a la crisis de la prensa y
del periodismo. Las genialidades del marketing político tienen el
altísimo riesgo de redundar en la falta de credibilidad y eso puede
desgastar el importantísimo apoyo que tienen. Sin embargo
hay cosas que no tienen marcha atrás. Estamos viviendo un cambio, un
corte demográfico y generacional. Las generaciones más jóvenes, más
dinámicas, más urbanas, más profesionales han establecido un mensaje
claro. Ya no vale todo.
¿Puede
recuperar el PSOE parte del discurso que le ha robado Podemos, ir a por
la transversalidad al que parece ha renunciado Iglesias? Pero hay algo
en la escenografía que no ayuda, aunque sea emotivo: cantar La
Internacional
puño en alto. Podían buscar algo más neutro.
No ayuda sobre todo en términos de
credibilidad. Hay una distorsión entre la imagen que has creado de ti
mismo durante años y la solidez con la que se le ve cantar o gestualizar
un himno que ha sido de las bases socialistas, aunque no siempre
se ha correspondido con las políticas que han ejecutado. De ahí la
decepción de su electorado.
Es
evidente que con cuatro partidos en el escenario nacional nadie va a
tener mayorías absolutas. Si el PSOE quiere volver al gobierno solo
tiene dos vías: una gran coalición con el PP o un pacto con Podemos.
Aunque Podemos
superara al PSOE y el PSOE quedara reducido a cuarenta diputados,
tampoco podría gobernar sin ellos. Están condenados a entenderse.
A entenderse de la manera que sea.
Es una de las conclusiones que deberían haber percibido mucho antes. Es
verdad que ha habido muchos obstáculos para que eso fraguara, pero hay
que empezar admitiendo que los obstáculos venían desde sí mismos.
Ni Podemos ni el PSOE dirigido entonces por Pedro Sánchez mostraron que
esta fuera la prioridad. Se intentaron otras cosas creyendo que eso
fortalecía o debilitaba menos, Ha sido un error. Se abre un tiempo
completamente distinto, y eso va a condicionar, no
tanto la longitud de la legislatura, como el futuro de la izquierda y
la posibilidad de cambio o no en este país.
En
la cuestión catalana, Podemos defiende un referéndum con pregunta clara
y unas condiciones pactadas. El PSOE no quiere pronunciar la palabra
consulta. Pero la única forma de finalizar con el pulso permanente es
con un referéndum.
La posición de Podemos le ha dado
una solidez en Cataluña. La defensa del derecho a decidir es clara, le
ha diferenciado del PSOE y aportado un apoyo clarísimo desde el primer
momento. En el libro relato la influencia que ha tenido el asunto
de Cataluña en la crisis de los socialistas. El PSOE nunca ha podido
gobernar en España sin haber obtenido un buen resultado en Cataluña. El
PSOE necesitaría revisar su relación con el llamado ‘problema catalán’
si quiere volver a recuperar el gobierno de
la nación. O confiarlo todo a una alianza con Podemos, al margen de las
diferencias que hay en este asunto. Siempre ponemos el foco en que no
ha sido posible el cambio de gobierno por la batalla entre Podemos y el
PSOE, pero la realidad parlamentaria es que
no ha habido forma de sumar, mientras se consideren apestados los
escaños de las formaciones independentistas.
La
campaña contra Manuela Carmena por ceder un espacio a Puigdemont en
Madrid ha sido poco democrática. En una democracia también se puede
defender la independencia.
Lo que me asombra es que parezca más
democrático no escuchar. Se intenta poner en solfa que Carmena
decidiera ceder un local del Ayuntamiento, o alquilarlo, para que dieran
su conferencia. Aunque discrepes de lo que va a decir Puigdemont, en
una democracia que funciona lo normal es que los dirigentes de otras
formaciones vayan a escuchar. Eso sería lo normal y lo inteligente. No
se trata de poner de acuerdo a quien ha decidido que Cataluña tiene que
ser independiente, y quienes dicen que se va
a aplicar la ley y que vía tribunales se va a pararlo. Son posiciones
que no parecen tener puntos de confluencia. ¿De qué se trata? De
convencer al mayor número posible de ciudadanos en Cataluña, y del resto
de España, de que no vayan a la independencia, que
se queden para construir otra realidad. En el libro he llegado a una
conclusión, que no tenía tan clara antes de empezar: muchos dirigentes
del PSOE que están anclados en la Declaración de Granada, son
conscientes en privado de que hay de que dar algún paso
más. Que sin empezar por el referéndum cabe hablar de la posibilidad de
un estado plurinacional que garantice la igualdad de derechos y la
singularidad de quienes quieran ser nación, expresarse como nación y
funcionar como nación. Dicen que habrá que planteárselo
en el fututo. El problema es saber dónde está el futuro: si se te está
escapando, o si sirve como cree Rajoy para debilitar el apoyo
independentista.
Parece
que estamos metidos en el juego de la gallina, el de llevar los coches
hasta el precipicio. Da la sensación de que ese es el juego entre los
partidos y entidades soberanistas. Su esperanza es que Rajoy cometa un
error
y puedan echar la culpa a Madrid. ¿Qué le van a decir a todos los
catalanes que quieren la independencia? ¿Volverán a convocar elecciones
plebiscitarias?
Es muy arriesgado. Los análisis que
escucho, sobre todo en Cataluña, y cuando hablas con las fuentes,
señalan que en esa disputa entre dos polos, el PP y Junts pel Sí, entre
lo que representa Rajoy y lo que representa Artur Mas, los ganadores
serán Oriol Junqueras y ERC. Se considera que este proceso puede
fortalecer a quien tiene toda la credibilidad en el mundo del
independentismo. Es posible que en el Gobierno estén considerando que al
final el interlocutor válido será Junqueras.
Me dijeron en Barcelona que Junqueras es como José Bono, tiene talento para cambiar de opinión.
Y para acordar.
También
me dijeron que en el entorno de Soraya Sáenz de Santamaría le quieren
ver como un nuevo Santiago Carrillo. El tipo que va a reconducir sus
huestes y meterlas en el corral.
Está todo por ver. Es una situación
distinta al 9-N. Después de lo ocurrido por la vía judicial, las dos
partes tienen unas herramientas más claras. Será muy difícil que se
celebre el referendo. Lo que es inevitable es que se convoquen
elecciones
o que hagan una declaración unilateral.
¿Qué efecto tendría una declaración de independencia unilateral en el reconocimiento exterior?
Tiene un efecto político y un
mensaje hacia el exterior, que es en el que más se están volcando desde
Cataluña las fuerzas independentistas. Intentan relacionar todo con el
respaldo o la legitimidad que les den internacionalmente. Creen que esa
es la vía para fortalecerse. No tengo claro que ellos mismos estén
convencidos de que esto no tiene otra salida que la independencia, que
es lo que trasmiten. Recuerdo un almuerzo con Artur Mas en Madrid hace
unos meses en el que claramente reconoció: “bueno,
no tuve más remedio que subirme a una ola que era imparable”. Y eso es
lo que ha ocurrido al menos por parte de uno de los dos actores
principales que es la antigua CiU. Lo que no se ha terminado de asumir
desde aquí es que lo que está ocurriendo no está en
manos de unos partidos independentistas, sino en manos de una parte
importante de la sociedad catalana que ha dado la espalda a España desde
la sentencia del Estatut. Y mientras no se asuma esa realidad y no se
contemple políticamente como algo que hay que
manejar, que hay que avanzar, que hay que discutir, que no se puede
empezar una discusión por el final. Ni por quien dice ‘solo puede ser
independencia’ ni por quien dice ‘para esto están los tribunales’. Sigo
confiando en que la realidad nos llevará a alguna
situación que modificará la Constitución del 78 y establecerá una
convivencia del tipo que sea.
Muchos
sostienen que más que un problema catalán hay un problema español.
Seguimos anclados mentalmente en los mismos cinco reinos de la Edad
Media. Parece que a diferencia de los años treinta Cataluña ha
renunciado a la modernización
de España.
Sí. Y además hay una tesis,
históricamente muy asentada y argumentada: los brotes más fuertes de
independentismo surgen en etapas en las que falla el Estado o en las que
hay una debilidad clara por parte del Estado español. Creo que la
situación
política de aquí, la caída del bipartidismo y la crisis económica, han
contribuido a que el mensaje independista tenga mucha más fuerza.
Las encuestas indican que la mayoría de los catalanes está por el referéndum, pero pactado.
Sí. Esa es una realidad. Se
equivocan quienes niegan un referéndum. Ya no estamos hablando de la
contraposición independentismo y federalismo, estado autonómico o lo que
usted quiera. Estamos hablando de que un 70% o un 75% de la población
de
un territorio quiere expresarse. ¿Por qué no se intenta negociar el
orden de esa expresión?
Y
las condiciones. Artur Mas dijo a Jordi Évole en una entrevista que
estaba a favor de una mayoría cualificada. Junqueras hablaba de un
consenso amplio. Javier Solana, que fue el responsable como ministro de
Exteriores de
la UE, de organizar el referéndum de Montenegro, impuso la condición de
superar el 55% de síes. Parece razonable. No puede independizarte con
un 45%.
En eso las fuerzas independentistas
hicieron una trampa, han bloqueado la posibilidad de desarrollar esta
parte del debate. Cuando celebraron las últimas elecciones que
calificaron de plebiscitarias, para decidir sobre la independencia,
obtuvieron
un 48%. Pese a este resultado continuaron con la hoja de ruta
independentista. Es una mala base para fomentar la confianza en una
negociación. No tienen mayoría para seguir con la hoja de ruta
independentista. Así dan armas a la posición contraria, la del
PP, para mantenerse en ese choque. Un referéndum, en la hipótesis que
sea, es contemplable dentro de una reforma constitucional que llevará
también a un referéndum en Cataluña. Soy partidario de un referéndum en
el que la gente exprese lo que quiere ser. Y
habrá que hacer una oferta cautivadora, atractiva, seductora para que
se queden, pero eso no se contempla.
No
sé qué porcentaje del 48% independentista es emocional, es decir, que
se le pueda atraer desde un lenguaje distinto y con una oferta
interesante.
Pedro Sánchez defendió de nuevo la
idea de ‘nación de naciones’, pero habló más bien de una nación
cultural. El sector más independentista no ve un cambio en sus palabras,
dicen que no se termina de entender lo que está pasando. Es evidente
que
Cataluña es un tema complejo. Si no, no llevaríamos siglos con esta
historia. Me parece que hay una oportunidad, como la hubo con la reforma
del Estatut en el 2006. Tenemos abierta una oportunidad que conecta con
lo que estamos viviendo: los cambios generacionales
y la globalización, que podrían permitir la construcción de un Estado
más plural.
Es
posible que la negociación del Brexit, el precio que tendrá que pagar
el Reino Unido por dejar de pertenecer a la UE, sea un aviso para los
partidos independentistas en Cataluña.
Cuando hablo con representantes del
independentismo, utilizan referentes que puedan servir para armar su
discurso y, sobre este tema se refieren más a Escocia, y al hecho de que
el Reino Unido decidiera dar la voz y que Escocia decidiera. A pesar
de que decidieron en contra de lo que ellos plantean, ¿no? Lo más
interesante del Brexit es que vuelve a abrir el melón de Escocia
No hay melón si el Reino Unido no acepta un nuevo referéndum.
Puede convertirse en un referente
derrotado. Las armaduras de ese discurso se van a ceñir cada vez más a
la reivindicación de la libertad de un pueblo para decidir su futuro.
Otras cuestiones son las condiciones, las mayorías, porque partir un
pueblo por la mitad tampoco es democrático. La solución a la cuestión
catalana depende más de la inteligencia de aquí que de la fortaleza de
allá.
Muchas gracias, Jesús Maraña.
Este artículo fue publicado originalmente en la edición digital de El País y posteriormente despublicado porque la dirección lo consideró "inapropiado" Hernando asegura que no es machista y que si Montero lloró será porque Iglesias perdió la moción de censura El portavoz del PP demostró que uno de los ejes esenciales de la subjetividad masculina dominante es el desprecio a las mujeres (EL PULPITO LAICO)
Rafael Hernando: el hombre que no deberíamos ser
Octavio Salazar
Siempre que en algunas jornadas se
plantea el interrogante sobre lo que significan las “nuevas
masculinidades” –un término que a mí al menos me genera el rechazo
propio de las etiquetas que no transcienden lo políticamente correcto y
que en este
caso incluso pueden seguirle el juego al patriarcado–, me resulta muy
complicado precisar en qué consiste ser un hombre “nuevo”. Resulta mucho
más fácil, como en tantos otros debates complejos, especificar lo que
en todo caso no debería formar parte de un
nuevo entendimiento de la virilidad, despojada al fin de lastres
machistas y dispuesta a transitar por senderos en los que sea posible la
equivalencia de mujeres y hombres. En este sentido, resulta
tremendamente didáctico usar referentes de la vida pública
para señalar justamente lo que no debería ser un hombre del siglo XXI.
Un territorio, el de la vida pública, que todavía hoy está casi
enteramente poblado por sujetos que visten cómodamente el traje de la
“masculinidad hegemónica” y que lógicamente están
encantados de ser la parte privilegiada del contrato.
Si alguna consecuencia positiva
podemos extraer del debate que tuvo lugar en el Congreso hace unos días
con motivo de la moción de censura presentada por Unidos Podemos es,
además de confirmar lo necesitado que está el Parlamento de voces
contundentemente
feministas como la de Irene Montero, el magnífico ejemplo que nos
ofreció una vez más el portavoz del Grupo Parlamentario Popular sobre el
tipo de varón que debería estar fuera de la vida pública y al que
ningún joven debería aspirar a parecerse. Como es habitual
en él, y como supongo que así lo espera el público que le aplaude y que
comulga con su chulería misógina, Rafael Hernando demostró que uno de
los ejes esenciales de la subjetividad masculina dominante es el
desprecio de las mujeres, la negación de su individualidad
y autoridad, así como la necesidad de empequeñecerlas a ellas para que
nosotros podamos vernos el doble de nuestro tamaño natural. Algo que ya
nos descubriera con su lucidez preclara Virginia Woolf a la que me
imagino que Hernando y su fratría de iguales no
tienen entre sus lecturas de cabecera.
Los comentarios del portavoz
popular, y no digamos las justificaciones posteriores dadas por él mismo
y por algunos miembros (y miembras) de su partido, ponen de relieve uno
de los mayores obstáculos que las mujeres siguen encontrando para
ejercer
su estatuto de ciudadanas en igualdad de condiciones con los hombres.
Me refiero no solo a cómo nosotros seguimos prácticamente monopolizando
los púlpitos, que también, sino a cómo desde esos mismos espacios en los
que actuamos como representantes de todas
y de todos solemos devaluar las aportaciones de nuestras compañeras,
les negamos valor por sí mismas y seguimos finalmente prorrogando la
concepción de que de las mujeres solo pueden ser seres que viven por y
para otros, y que por tanto que si están en política
es porque hay hombres que se lo permiten y siempre, claro está, que
ellas permanezcan en un lugar subordinado. De esta manera, y mientras
que para los hombres los vínculos afectivos o sexuales no han supuesto
nunca un argumento que mine nuestra autoridad
–al contrario, incluso puede llegar a ser un factor más de
reconocimiento entre iguales–, para ellas sus relaciones personales y
familiares juegan en contra y son esgrimidas por el adversario como
argumento de peso para quitarle valor a su acción política.
Rafael Hernando, no solo por lo que
dice sino por cómo lo dice, es el mejor ejemplo de un modelo de
virilidad que deberíamos superar si efectivamente queremos construir una
sociedad en la que el sistema sexo/género no siga estableciendo
jerarquías
entre nosotros y ellas. Si efectivamente deseamos que los valores
éticos que impregnen nuestra democracia tengan que ver, como bien nos
enseña el feminismo, con el reconocimiento de nuestra fragilidad y por
tanto de nuestra interdependencia, con la necesidad
de establecer puentes entre las y los diferentes o con la asunción de
que la vida pública y privada no son opuestas sino necesariamente
complementarias, necesitamos un modelo diverso de hombría que deje atrás
la omnipotencia de quien se sabe sujeto privilegiado
y que sea capaz de reconocer a las mujeres como la mitad igual sin la
que el pacto democrático no merece este adjetivo. Ello pasa
necesariamente por la renuncia a nuestra situación de comodidad, por la
superación de la idea de que nuestros deseos pueden convertirse
en derechos y por el reconocimiento de la igual autoridad de unas
compañeras que todavía tienen que justificar sus méritos el doble que
nosotros y a las que es habitual que se les niegue la competencia que
con tanta facilidad se aplaude a varones mucho más
mediocres que ellas.
6.17.2017
Oh capitán, mi capitán Antón Losada (EL PULPITO LAICO)
El
cambio de estrategia a última hora en plena moción de censura sólo
puede significar una cosa: Mariano no se fía de que todo haya ido tan
bien como le dice
su entorno.
Si algo funciona, no lo toques. Es
una de las máximas sagradas del Código Mariano. El cambio de estrategia a
última hora en plena moción de censura sólo puede significar una cosa:
Mariano no se fía de que todo haya ido tan bien como le dice su
entorno. Como a cualquier observador mínimamente informado, le habrán
chocado los denodados esfuerzos de unos y otros para cuadrar, aunque
fuera a hachazos, el guión de la colosal tunda del estadista al aprendiz
de revolucionario que ni por asomo se produjo.
Ante la duda de si realmente había
marcado tanta diferencia y se había desmontado a Pablo Iglesias, el PP
activó su plan B favorito: en la mierda todos son iguales. Sólo así se
entiende la irrupción desde las cloacas del Partido Popular del
portavoz-basurero,
Rafael Hernando, para apuntarse a los pederastas y traficantes de
drogas de la, hasta ese momento, denostada estrategia Cifuentes.
Puede que no fuera necesario, pero
por si acaso lo hicieron. Demasiada munición para volver a matar al
cadáver que decían ya había matado Rajoy el día anterior. Otra
contradicción que sumar a la inconsistencia de pasarse semanas
calificado la
iniciativa de Podemos como un circo, pero tomarse el trabajo de
contestarla personalmente. Demasiada solvencia para tanta frivolidad. A
Rajoy y sus diputados no les bastaba la evidencia de que los suyos
estaban contentos con el resultado, o que su decisión
de citarse con Iglesias había producido un daño colateral severo en la
figura de un incomprensiblemente mudo Pedro Sánchez.
A cambio de soportar unas horas de
debate Rajoy se ha anotado tres tantos en una jugada: revender su acción
de gobierno, recordar a sus votantes que el enemigo sigue a las puertas
y evidenciar la fragilidad de la posición del líder socialista,
que sólo puede hablar en el Congreso si presenta una moción de censura;
un buen tanteador.
Pablo Iglesias también puede estar
satisfecho. Le ha sacado todo el jugo posible a una moción de censura
que, entonces, pareció una buena idea, pero ahora iba camino de
convertirse en un tiro en un pie. Sus votantes han recibido seguro la
inyección
de moral que necesitaban precisamente ahora, han ganado una portavoz en
la figura emergente de una contundente y eficaz Irene Montero y Rajoy
le ha asignado el papel de líder de la oposición, que supo aprovechar en
el fondo y en la forma.
Todo son ventajas. A las que hay
que sumar la legendaria habilidad socialista, capaz de convertir en un
mal menor un gesto tan simbólico y potente como su abstención, y los
prejuicios de Ciudadanos y Albert Rivera, el retroalimento ideal para
la falta de visión de la estrategia de un Pablo Iglesias que sólo sabe
moverse en una dirección buscando aliados.
Todos quienes aún se empeñan en
rebajar el notable debate que acabamos de presenciar, calificándolo de
teatro o de circo, deberían al menos reconocer que hacía tiempo que en
el Congreso no se representaba con tanta claridad esta España dividida
entre quienes creen que se trata de elegir entre estabilidad o un poco
de corrupción y quienes creen que se trata de elegir entre corrupción o
un poco de estabilidad.
Pablo Iglesias ha perdido la
votación, pero no está claro que haya perdido la moción. Igual que Rajoy
ha ganado la votación, pero no está claro que haya ganado la moción.
Como al final de la épica película de Peter Weir,
El club de los Poetas Muertos,
queda esa sensación de que la dirección y el viejo sistema han ganado
esta vez, pero ya nadie podrá parar el cambio y lo nuevo que viene
porque los chavales habían visto con sus propios ojos lo que puede ser,
no aquello que les habían dicho que debía ser.
6.14.2017
La moción de censura va a ser un fracaso, y lo sabes, de Isaac Rosa (EL PULPITO LAICO)
Como
pasa en las huelgas generales, estamos ante otro de esos casos en que
el periodismo patrio se coge el día libre y deja escritas las portadas
por adelantado
Hola, no os lo vais a creer pero
vengo del futuro, he conseguido viajar en el tiempo. Bueno, tampoco he
llegado muy lejos, solo he saltado día y medio, hasta la mañana del día
después de la moción de censura. Como sabía que no os lo creeríais,
me he traído pruebas: varios periódicos de ese día, además de unas
grabaciones de tertulias radiofónicas y televisivas.
Mirad, estos son los titulares de
portadas, editoriales, crónicas parlamentarias y columnas que los
principales medios publicarán dentro de 24 horas: "Podemos fracasa en su
moción", "Fracaso de Iglesias", "Podemos se queda solo", "El numerito
de Podemos", "Rajoy vapulea a Iglesias", "Solo separatistas y batasunos
apoyan a Podemos", "Revolcón a Iglesias", "Rajoy sale reforzado",
"Iglesias se hace un Hernández Mancha", "La moción se vuelve contra
Podemos", "Iglesias sale trasquilado"…
Aquí os dejo un editorial cualquiera, por si queréis leerlo:
"Si Iglesias pretendía mostrar un nuevo perfil presidenciable y
presentar Podemos como alternativa de gobierno, no lo consiguió: sus
propuestas pueden excitar a su electorado más fiel, pero son irreales e
irresponsables, propias de quien sigue pensando que
el Congreso es un plató televisivo…".
Ah, me he traído también
un artículo de Antonio Navalón, titulado "Moción Millennial", que ya os aviso que va a "incendiar las redes" el miércoles, porque no tiene desperdicio:
"Me encantaría conocer una sola idea de Pablo Iglesias que no fuera un filtro de Instagram, una sola idea que transcienda";
"Al parecer, lo único que importa a Podemos es el número de
likes , comentarios y seguidores en sus redes sociales"…
En las tertulias de radio y tele
de ese día, más de lo mismo: aunque habrá unos pocos que encuentren
elementos positivos en las propuestas de Podemos o critiquen el
comportamiento de la bancada del PP, abundarán los opinadores alineados
con
el fracaso, el numerito, la irresponsabilidad, lo reforzado que queda
Rajoy y lo debilitado que sale Iglesias, confirmando lo que el PP,
visionario,
ya ha anticipado este lunes: "La moción va a ser un claro fracaso de Podemos y, personalmente, de Pablo Iglesias".
Habrá quien piense que no he
viajado en el tiempo, que hay truco, y que estamos ante una de esas
ocasiones en que el periodismo patrio se toma el día libre y deja
escritas las portadas por adelantado, como hacen algunos en las huelgas
generales
("condenadas al fracaso" desde semanas antes, y sentenciadas como
fracasadas a las siete de la mañana sin esperar más).
No digo que no, que no haya quien
tenga ya escrita su valoración de la moción de censura hace días,
semanas, o incluso hace un mes y medio, cuando anunciaron su
presentación y empezaron a lloverles palos por
jugar con una cosa tan seria como una moción de censura. Desde
entonces, algunos periodistas tienen clarísimo lo que va a pasar este
martes en el Congreso (aquí
un ejemplo, entre cientos), por mucho que Iglesias se esfuerce por
exponer un programa de gobierno, buscar un acercamiento con el PSOE o
desnudar al Gobierno. Tan claro lo tienen, que se pueden tomar la mañana
libre, porque lo que pueda decir Iglesias ya
está escrito, editorializado y opinado, a falta solo de añadir el color
de su corbata, que por supuesto será un color fracasado.
6.07.2017
No se está entendiendo por qué ganó Trump Vicenç Navarro EL PULPITO LAICO
En la cobertura
mediática del tsunami político que ocurre en EEUU se hace excesivo
hincapié sobre la figura de Trump y su idiosincrasia y comportamiento
atípico como presidente del país, sin analizar el contexto
político que determinó tal elección, lo que hace que no se esté
entendiendo por qué ocurrió tal tsunami. Atribuir este hecho –su
elección como presidente- predominante a su figura es un error de
primera magnitud,
pues hay
algo mucho más importante que Trump para comprender lo que está pasando
en EEUU, y es entender por qué más de sesenta millones de personas
votaron por él (casi el 50% de las personas que
fueron a votar lo hicieron por él). Y lo que es incluso más importante es entender por qué
la gran mayoría de la clase trabajadora blanca, que constituye la mayoría de la clase trabajadora estadounidense, lo votó.
En realidad, la clase trabajadora blanca fue el centro de su base electoral. Este es el punto más importante que hay que entender. Sin
comprender este hecho, habrá muchos Trumps como presidentes en las próximas décadas en EEUU.
¿Por qué la clase trabajadora votó a Trump?
En primer lugar,
tenemos que hacer una aclaración, que es obvia, pero que parece
desconocida, ignorada u ocultada en los grandes medios de información.
En EEUU (como en todos los países de Europa)
hay una clase trabajadora distinta a la clase media.
En realidad, hay más estadounidenses que se definen como pertenecientes
a la clase
trabajadora que a la clase media. Los datos están ahí para aquellos que
quieran verlos. Y lo mismo, por cierto, ocurre en la mayoría de países
de la Unión Europea, incluyendo España.
Esta clase trabajadora en EEUU ha ido perdiendo capacidad adquisitiva en los últimos treinta años,
desde los años ochenta, con la elección
del presidente Reagan, que inició las políticas neoliberales que
constituían un ataque frontal a la clase trabajadora. Las rentas del
trabajo como porcentaje de las rentas totales del país han ido
descendiendo, pasando de un
70% de todas las rentas a finales de los años setenta, a un 63% en el año 2012. El enorme endeudamiento de las familias estadounidenses
(y el gran crecimiento del sistema crediticio financiero) se basa en este hecho.
Este descenso de las rentas del trabajo creó un problema, al disminuir la demanda y el crecimiento económico
(puesto
que la mayor parte de la demanda procede del consumo originado por las
rentas del trabajo). Por otra parte, el crecimiento del sector
financiero (que, como acabo de decir, fue también consecuencia
del descenso de las rentas del trabajo) y la escasa rentabilidad de las
inversiones en el sector productivo de la economía (donde se producen
los bienes y servicios)
explican
que crecieran las inversiones especulativas, creando las burbujas cuya
explosión (sobre todo la inmobiliaria) creó la Gran Recesión,
consecuencia del comportamiento especulativo del capital, facilitado por las políticas desreguladoras del capital financiero.
La desregulación del comercio y de la movilidad de capitales inversores que perjudicó a la clase trabajadora
Las políticas
neoliberales, en su objetivo de incrementar la rentabilidad del capital,
facilitaron la movilidad de las industrias manufactureras a países con
salarios más bajos y con peores condiciones laborales.
Ello causó una gran destrucción
de puestos de trabajo bien pagados en el sector manufacturero de EEUU,
ocupados en su mayoría por la clase trabajadora blanca.
En
realidad, bastaba que los dueños y gestores de las industrias
manufactureras amenazaran a sus trabajadores con el traslado a otro
país, para conseguir rebajas salariales y la aceptación de peores
condiciones de trabajo. Es lógico, pues, que la clase trabajadora,
afectada por tal movilidad de industrias a otros países con salarios mucho más bajos,
odiara los tratados de libre comercio y a los gobiernos que los promovían.
En realidad, los efectos de tal movilidad aparecen claramente
en los barrios donde viven los trabajadores metalúrgicos en la ciudad
de Baltimore (tales como Dundalk), uno de los centros industriales más
importantes de EEUU. El traslado de los altos hornos del acero
(Bethlehem Steel Corporation) a otro país creó un enorme
deterioro en tales barrios. Estas
políticas neoliberales han sido llevadas a cabo por todos los gobiernos
federales, desde Reagan hasta Obama, siendo, por cierto, más acentuadas
y promovidas por
los presidentes demócratas Clinton y Obama, que por los republicanos.
Otra causa del enfado de la clase trabajadora: Las limitaciones de los programas sociales federales
El Estado del Bienestar
en EEUU está muy poco desarrollado. Como resultado del enorme poder que
los propietarios y gestores de las grandes corporaciones financieras,
industriales y servicios tienen sobre el
Estado federal (lo que en aquel país se llama la Corporate Class),
los derechos sociales y laborales están muy poco desarrollados. No hay, por ejemplo, el derecho de acceso a los servicios sanitarios.
En realidad, en EEUU hay más muertes debidas a falta de atención médica que a la enfermedad del SIDA. Un indicador de la crudeza e
insuficiencia del sistema sanitario estadounidense es que el
44% de las personas que se están muriendo (es decir, que tienen
enfermedades terminales) indican que están preocupadas por cómo ellas
o sus familiares podrán pagar sus facturas médicas. No hay plena consciencia en Europa de que EEUU es el capitalismo sin guantes.
No existe en EEUU la
universalidad de derechos, es decir, que una persona, por ser ciudadana o
residente, tenga un derecho en concreto. La provisión de servicios
sanitarios, por ejemplo, depende de la renta
de una persona, siendo los programas sanitarios del gobierno federal (como Medicaid) de tipo asistencial,
es decir,
de ayuda a los pobres, que, erróneamente, se cree que son los negros (en
realidad, la gran mayoría de pobres en EEUU son blancos, aunque los
negros son los más pobres entre los pobres).
Pero en el imaginario popular, entre la clase trabajadora blanca, se
considera que son los negros los que se benefician más de estos
programas federales, cuyos gastos se cubren primordialmente con los
impuestos que pagan las clases populares.
De esta
percepción (errónea) se crea el antagonismo de la clase trabajadora
blanca (que no se beneficia de estas políticas federales asistenciales)
hacia el gobierno federal, por pagar, con sus impuestos,
la asistencia sanitaria a los pobres (que consideran que son los negros). De ahí la elevada impopularidad entre la clase trabajadora blanca de los programas antipobreza federales (que Trump quiere
disminuir radicalmente).
¿Qué ha
estado haciendo el partido supuestamente de izquierdas, el Partido
Demócrata?: Las limitaciones de las políticas de identidad
antidiscriminatorias
Uno de los atractivos del modelo americano ha sido la posibilidad de ascender en la escala social.
La movilidad vertical era la base del sueño americano (The American Dream).
Esta percepción daba pie a relativizar la clase social en
la que un ciudadano nacía, puesto que se asumía que podría ascender a
las otras clases sociales, incluyendo la que se llamaba la clase alta.
Se reconocía, sin
embargo, que tal movilidad social estaba perjudicada por la
discriminación que las minorías (como las afroamericanas) y las mujeres
sufrían. De ahí que, a partir de la legislación de derechos
civiles, iniciada por el presidente Johnson (en respuesta al movimiento
liderado por Martin Luther King en defensa de los derechos civiles),
el gobierno
federal estableciera las políticas antidiscriminatorias, como el punto
central de sus políticas sociales, que tenían como objetivo facilitar la
integración de los sectores discriminados
dentro de la movilidad vertical, favoreciendo a minorías y mujeres,
aumentando con ello su número en las estructuras de poder político y
mediático. La elección de un afroamericano, Barak Obama,
como presidente, culminó este proceso entre los negros, y el intento de
la candidata Clinton hubiera tenido el mismo significado para las
mujeres.
Ahora bien, la mayor discriminación que existe en EEUU es la discriminación por clase social.
La mortalidad diferencial por clase social es mucho mayor, por ejemplo,
que la mortalidad diferencial por raza o género. Es más, la mortalidad
diferencial por raza tiene poco que ver con la raza, sino con racismo.
La discriminación racial pone a la mayoría
de negros en la clase trabajadora no cualificada y peor pagada. Tal discriminación de clase relativiza el sueño americano, pues la movilidad social,
que permite el paso de la clase trabajadora a las clases más pudientes, ha sido siempre –en contra del mito del sueño americano-
muy limitada y menor, por cierto, que en países como los escandinavos, donde los instrumentos de la clase trabajadora (como los partidos
de izquierdas y los sindicatos) han sido más poderosos.
La falta de
sensibilidad hacia la discriminación de clase explica que la clase
trabajadora blanca tenga poca simpatía por los programas
antidiscriminatorios, los cuales no la benefician directamente.
En
realidad, el aumento de negros y mujeres en las estructuras de poder ha
tenido muy escaso impacto en la mayoría de negros y mujeres que
pertenecen a la clase trabajadora.
El estándar de vida de la clase trabajadora negra no aumentó durante el gobierno Obama.
Y lo mismo hubiera ocurrido con las mujeres
si hubiera ganado las elecciones la Sra. Clinton. Su insensibilidad
hacia la discriminación de clase y la necesidad de incorporar la
variable de clase en sus políticas (llegando incluso a insultar a la
gente trabajadora seguidora de Trump) explica que
la mayoría de mujeres de clase trabajadora no votaran por ella, sino a Trump.
Las únicas voces dirigidas a la clase trabajadora: Sanders y Trump
Las únicas voces que hablaron a y de la
clase trabajadora fueron el candidato demócrata Bernie Sanders y el candidato republicano Donald Trump.
El
primero, un senador socialista conocido por su integridad y continua
defensa del mundo del trabajo, criticó las políticas neoliberales que
habían afectado muy negativamente el nivel de vida de
la clase trabajadora, denunciando los tratados de libre comercio que
habían promovido los gobiernos demócratas de Clinton y de Obama, siendo
una de sus máximos defensores la Sra. Hillary Clinton, primero como
esposa del presidente Clinton, y más tarde como
Secretaria de Estado (cargo semejante al de Ministro de Asuntos
Exteriores). Criticó también las reformas laborales realizadas por los
sucesivos gobiernos, las cuales descentralizaron los ya muy
descentralizados convenios colectivos, debilitando a los sindicatos.
Su grito de
batalla electoral era que EEUU necesitaba una revolución política,
rompiendo con el maridaje del poder económico y financiero con el poder
político, maridaje que es favorecido por la
financiación privada del proceso electoral,
mediante la cual los lobbies financieros y económicos financian a los
candidatos sin ningún freno en la cantidad de dinero que estos
candidatos puedan
recibir, para, entre otras cosas, comprar espacio televisivo, que está
completamente desregulado, disponible para el mayor comprador.
Sanders propuso la financiación pública del proceso electoral,
reduciendo o incluso eliminando la financiación privada derivada de los
lobbies financieros, económicos y profesionales. Ganó en 22 de los 50
Estados durante las primarias del Partido Demócrata, siendo el más popular entre la gente joven y la trabajadora. Las encuestas
mostraban que hubiera ganado las elecciones a Trump.
Pero el aparato del Partido Demócrata, claramente controlado por los Clinton y los Obama,
se movilizó para destruirlo, siendo el adversario principal del partido. La victoria de Hillary Clinton sobre Sanders aumentó la
abstención de un porcentaje muy elevado de los jóvenes, y causó un flujo de votantes antiestablishment hacia Trump.
Las clases populares
querían primordialmente mostrar su gran rechazo al establishment
político-mediático centrado en Washington, la sede del gobierno federal.
La derrota de Sanders promovida por el Partido Demócrata facilitó la victoria de Trump
La derrota de Bernie Sanders facilitó la victoria de Trump. Pero la mayor
causa de su
éxito fue la movilización del movimiento libertario, dirigido por el
Tea Party, que había ido infiltrando y controlando las bases del Partido
Republicano, en su lucha contra el establishment
político de Washington,
incluyendo el establishment republicano. Este movimiento, claramente
financiado por intereses financieros de carácter especulativo (como los
hermanos Koch), tenía como su
objetivo central eliminar la presencia del Estado federal en la escasamente regulada actividad financiera,
como por
ejemplo en los sectores inmobiliarios, los sectores de casinos y juego, y
la actividad especulativa de la banca. Estos sectores se
aliaron con la clase trabajadora blanca
que, por
las razones indicadas anteriormente, se oponía al Estado federal. Fue
esta alianza la que constituyó la base del movimiento libertario, un
movimiento de ultraderecha que sembró el campo
para el éxito de la candidatura de Trump. Este
diseñó su campaña con un programa para anular los tratados de libre
comercio y favorecer las rentas del capital, bajando espectacularmente
los impuestos
de sociedades de un 35% a un 15% y eliminando los programas antipobreza
y los programas antidiscriminatorios con una narrativa racista y
machista. El suyo es un programa libertario como máxima expresión del
neoliberalismo,
intentando
eliminar la influencia del sector público y de las intervenciones
públicas mediante la privatización de los programas públicos.
¿Es Trump un fascista?
Trump tiene
características de la ideología fascista, tales como un nacionalismo
extremo basado en un sentido de superioridad de raza y de género (un
machismo muy acentuado), con un canto a la fuerza y a la
intervención militar, con una concepción no solo autoritaria, sino
también totalitaria del poder, deseoso de controlar los mayores medios
de información y reproducción de valores (desde la prensa y la
televisión, hasta al mundo universitario), profundamente
antidemocrático, presentándose como el salvador de las víctimas del
sistema político corrupto.
Ahora bien, también
hay que subrayar las características que le diferencian del fascismo.
Una es que Trump no creó un movimiento y partido, sino
que fue al revés: el movimiento popular antiestablishment creó a Trump. La segunda característica que le aleja del fascismo es que está en contra del Estado (a la vez que lo instrumentaliza para
optimizar sus intereses particulares y los intereses del mundo del capital),
siendo su postura
un libertarismo neoliberal extremo. En realidad, es la expresión máxima
del neoliberalismo. Definir a tal movimiento como populista es no
entender los EEUU.
En realidad, han existido partidos semejantes al Tea Party que tuvieron
características parecidas al actual. Nada menos que Henry Wallace, el
vicepresidente progresista del presidente Roosevelt, alertó de la
posibilidad que surgiera un fascismo americano,
con características propias, que en defensa del ciudadano común se
convertiría en el máximo exponente de los intereses del mundo del
capital, el cual es siempre proclive a movimientos autoritarios y
totalitarios, intentando establecer un orden altamente represivo
que impida el surgimiento de movimientos que amenacen las estructuras
de poder. Trump es un ejemplo de ello.
El término
populismo, utilizado por el establishment político mediático para
definir cualquier movimiento contestatario, tiene escasísima capacidad
analítica para entender lo que está pasando en EEUU
(y en Europa).
En EEUU es un movimiento libertario extremo con características
totalitarias semejantes (pero no idénticas) al fascismo que votó
unánimemente contra el establishment político-mediático
-el Partido Demócrata-, representado por Hillary Clinton apoyando en su
lugar a Trump que, astutamente utilizó una narrativa antiestablishment,
presentándose como la alternativa a tal rechazado establishment.
Definir este fenómeno como populismo tiene poco valor explicativo.
Es lógico
que el establishment político-mediático lo defina como tal, pues es la
manera de caricaturizarle, dificultando su comprensión, pero no tiene
ningún valor ni científico ni explicativo,
pues dificulta la comprensión del fenómeno que se analiza.
¿Qué pasará en EEUU?
En realidad, la
evidencia apunta a que el establishment político-mediático
estadounidense tampoco entiende lo que está pasando en aquel país. Su
obsesión con la figura de Donald Trump, sin analizar y actuar
sobre las causas de que casi la mitad del electorado le votase, es un
indicador de ello. Y
la respuesta del Partido Demócrata a este hecho es dramáticamente insuficiente:
sus propuestas son continuadoras de las que propusieron
las últimas administraciones de tal partido (Clinton y Obama), sin que
haya incurrido en la más mínima autocrítica. Asumen que la falta de
popularidad del presidente Trump forzará un cambio,
incluyendo su posible impeachment, ignorando que lo que determina la victoria de un candidato no es su popularidad en el país,
sino el nivel de apoyo que consigue entre el electorado que lo vota en relación con otras alternativas.
Y lo que está predeciblemente
ocurriendo es que mientras la popularidad general del presidente Trump
está descendiendo (nunca fue muy popular), la que tiene entre sus
votantes es extraordinariamente alta. Vemos que, en contraste con lo que
ocurre en el Partido Demócrata,
la lealtad del votante a Trump es elevadísima.
Es visto,
por parte de las bases electorales, como el antipolítico, sujeto a una
gran hostilidad por parte de los mayores medios de información, a los
cuales sus votantes detestan.
Referente a las posibilidades de ser expulsado de su cargo (impeachment),
estas son pequeñas,
pues ello dependería de una acción del Congreso, hoy controlado por el
Partido Republicano, donde el movimiento libertario de ultraderecha
tiene un enorme poder. En ausencia de un cambio improbable en el Partido
Demócrata, las próximas elecciones al Congreso
verán un enorme aumento de la abstención (ya siempre muy elevada) que
permitiría mantener el Congreso y el Senado en manos del Partido
Republicano.
Solo en caso de que este perdiera el control del Congreso podría ocurrir el impeachment.
De ahí que lo que ocurra va a depender no solo
de lo que suceda en la administración Trump, sino también de lo que
pase en el Partido Demócrata que pueda movilizar el voto abstencionista.
El sistema electoral estadounidense imposibilita la aparición de un
nuevo partido.
De ahí que la crisis del bipartidismo que hemos visto en Europa no se dará en EEUU.
El panorama futuro de
EEUU es más que preocupante. Pero no hay que olvidar que la enorme
crisis política que tiene el país ha sido causada por la políticas
neoliberales realizadas desde los años ochenta, iniciadas
por el presidente Reagan y continuadas por todos los demás, Bush
senior, Clinton, Bush junior y Obama. No hay que olvidar que el enorme
desencanto creado por el presidente Obama favoreció la victoria de
Trump. El “Yes, we can!” (¡Sí, nosotros podemos!) quedó
en un eslogan que no se materializó en la medida en que las
expectativas que había generado no se cumplieron, destacando su
complicidad con los grandes poderes financieros (centrados en Wall
Street), los cuales frenaron significativamente su vocación
transformadora.
En realidad, ha
ocurrido en EEUU lo que también se ha dado en Europa. La aplicación de
las políticas neoliberales ha creado esta enorme crisis y un rechazo (al
cual también se le define erróneamente
como populismo)
que está predominantemente centrado en las clases populares y que,
debido a la adaptación de las izquierdas tradicionales al
neoliberalismo, ha sido canalizado por partidos de ultraderecha,
con características semejantes al fascismo. Las políticas neoliberales
de Trump continuarán imponiéndose, paradójicamente envueltas en una
narrativa “obrerista” y “proteccionista” que entra en claro conflicto
con las políticas de la administración Trump, que
son profundamente hostiles hacia el mundo del trabajo a costa de un
tratamiento claramente preferencial hacia el mundo del capital. Y con
unas
políticas
comerciales que continuarán la dinámica de la globalización neoliberal,
realizada no a base de tratados de libre comercio que incluyen varios
países, sino a través de tratados bilaterales
que permitan a EEUU tener mayor control de los términos de tales
tratados. Trump representa así la máxima expresión del neoliberalismo. De ahí su enorme capacidad de dañar el bienestar de las clases
populares del mundo, incluyendo las clases populares de EEUU, las primeras víctimas del
capitalismo sin guantes, con una concepción darwiniana caracterizada por su enorme insensibilidad social y carente de solidaridad, con
un canto a la acumulación de capital sin freno, sin límites en su comportamiento para así alcanzarlo.
Lo que está
ocurriendo muestra que, como bien indicó Rosa Luxemburg, las
alternativas entre las que la humanidad debería escoger serían el
barbarismo (al cual la evolución del capitalismo podría
llevar) o el socialismo. El neoliberalismo y su máxima expresión nos
están llevando claramente a la primera de esas alternativas. Así de
claro.
6.04.2017
Pressupostos o la trampa del PP, Fran Ferri (LEVANTE-EMV, 12/05/2017)
En els últims anys hem aconseguit arribar a importants consensos sobre les reivindicacions valencianes amb tots els grups polítics de Les Corts. Consensos celebrats no només pels grups, sinó per tota la societat valenciana i els mitjans de comunicació que vèiem com un avanç positiu l´acord al voltant de coses tan bàsiques com un finançament just o unes inversions dignes per als valencians i les valencianes. Malauradament, en les últimes setmanes hem descobert com la presència del Partido Popular i de Ciutadans en eixos consensos tenien trampa.
En octubre de 2015 vàrem acordar per unanimitat reivindicar la revisió immediata del sistema de finançament, un nivell d´inversions que –com a mínim– respectara el pes poblacional, i la regularització del deute històric, és a dir, xifrat actualment en més de 14.000 milions d´euros. Arribem a 2017 i comprovem com ni s´ha posat la revisió del sistema de finançament (segons va confessar Mariano Rajoy a Joan Baldoví en el Congrés perquè «había otras prioridades»); ni s´ha parlat del deute històric; i els Pressupostos Generals de l´Estat ens situen com a l´últim territori en inversions.
Per quina raó? Encara ens ho estem preguntant. Ens preguntem amb quin criteri s´assignen 119 euros per valencià mentres altres territoris superen els 400 euros per habitant. Ens preguntem perquè s´assignen 126 milions al transport metropolità de Madrid i 0 euros al de València. Ens preguntem perquè s´inverteixen 329 milions d´euros al Rodalies de Madrid i només 300.000 euros a les Rodalies d´Alacant, una de les xarxes més deficients de tot l´Estat.
El Projecte de Pressupostos és un autèntic insult als valencians i valencianes. I plou sobre banyat. Des de fa dècades, manant uns i altres, els de la gavina o els del puny i la rosa, el nostre territori ha sigut marginat en inversions. Estos pressupostos han sigut la gota que han fet vessar el got. Per això, tots els grups de Les Corts vàrem aprovar el 5 d´abril una declaració de rebuig i un compromís molt clar: treballaríem amb els representants valencians a Madrid per revertir esta situació tan injusta.
Però novament, el suport del Partit Popular i Ciutadans tenia trampa. La trampa dels que diuen una cosa ací i fan la contrària a Madrid. La trampa dels que signen una cosa el dia 5 i fan la contrària el 25. Per això no van assistir a la reunió de treball amb els i les representants del Congrés i el Senat. Per això el partit d´Isabel Bonig no ha presentat cap esmena als Pressupostos. Fins i tot Alberto Fabra va impulsar esmenes a Madrid per intentar millorar els Pressupostos. Ara ni això. El PPCV de Bonig demostra cada dia que posa per davant els interessos del seu partit als interessos dels valencians i valencianes.
Afortunadament n´hi ha grups que hem treballat i treballem per a defensar els interessos de la societat valenciana. Per exemple, des de Compromís hem presentat més de 300 esmenes per a aconseguir una inversió de 1.800 milions d´euros. Parlem d´impulsar el Corredor Mediterrani. Eixe que passa pels territoris amb platja, per molt que Susana Díaz intente convèncer-nos de que passa per la meseta. Parlem de modernitzar les Rodalies, d´impulsar el tren de la costa, tan reclamat des de les comarques centrals. Parlem de reparar les carreteres on s´han deixat la vida tantes persones.
Quan es voten totes estes esmenes no n´hi haurà trampa possible: o s´està amb els valencians i valencianes i la seua qualitat de vida; o s´està amb els comptes de Cristóbal Montoro i Rajoy que ens marginen i ens insulten. Encara tinc una minúscula il·lusió: que les senyories del PP i de Ciutadans decidisquen no trair novament la confiança dels valencians i valencianes. Però si ho fan, com diu la cançó: «Si un traidor puede más que unos cuantos, que esos cuantos no lo olviden fácilmente».
6.02.2017
Todo por la pasta El Gran Wyoming El pulpito laico
La aprobación de los Presupuestos de este año es una metáfora
de lo que nos deparan estos tiempos.
Del mismo modo que Aznar tuvo que ponerse de rodillas con los pantalones bajados delante de Jordi Pujol al día siguiente de que sus huestes gritaran bajo el balcón de Génova lo de “Pujol, enano, habla castellano”, para conseguir eso que los grandes estadistas llaman “gobernabilidad”, y que consiste en juntar una amalgama de intereses contrapuestos de manera que todos saquen tajada con el fin de que nada cambie y se conserven las esencias del amor a la patria que, básicamente, consiste en seguir gobernando para los señoritos mientras se empobrece a los currantes, que son los que deciden las cosas con su voto, ahora vivimos, de nuevo, tiempos de “gobernabilidad”.
También con Jordi Pujol tuvo un detalle de gobernabilidad Felipe González cuando paralizó las investigaciones que llevaban a cabo los fiscales Villarejo y Mena, evitando su procesamiento cuando el muy honorable y viejo zorro catalán se encontraba con el agua al cuello con motivo de la descapitalización de Banca Catalana. Le tenían pillado, pero era un maestro a la hora de dar el Gobierno, tanto al PP como al PSOE, a él le daba lo mismo, sólo deseaba lo mejor para Cataluña a la que hacía sinónima de sí mismo, como demostró al envolverse en la senyera dando vivas a la patria, asomado al balcón en la Plaza de San Jordi, cuando los tribunales osaron imputarle y llamarle a declarar. El pueblo catalán se echó a la calle en la mayor concentración que se conocía hasta entonces, movido por las palabras de su adorado Jordi, que se había recorrido de joven Cataluña con un seiscientos y un megáfono dando mítines por los pueblos, reivindicando la patria catalana, y les hizo creer que la justicia española venía a secuestrar su esencia nacional, la razón de su existir.
Con la ayuda de González, aquella estafa en la que el señor Pujol estaba implicado, quedó archivada, y sabiéndose respaldado por la gobernabilidad de los constitucionalistas de Madrid, y por el fervor nacional de su propio pueblo, se entregó junto a su señora al saqueo que hoy conocemos y entonces ya se sabía. Pero como daba el Gobierno de España a quien lo necesitara, esa virtud de ser un maestro de la gobernabilidad, le convertía en intocable. A él le daba lo mismo uno que otro, pero no ocho que ochenta. Siempre con un ojo puesto en sus recónditas cuentas, manejaba el cotarro con la simple fórmula de “ustedes hagan y dejen hacer”. A buen entendedor pocas palabras bastan y todos se aplicaron el cuento.
Finalmente, y por cosas del independentismo, todo esto de los ingresos de la familia Pujol ha salido a la luz. El latrocinio estaba amparado por la gobernabilidad, pero sin ella no se sostiene. Estos cachorros independentistas, hijos y nietos de aquellas doctrinas que diera Pujol con su megáfono, han venido a echar por tierra todo el tinglado que se tenían montado los adalides de la gobernabilidad a mayor gloria de su identidad catalana o española, que tanto les daba, y han puesto en práctica los principios de la identidad nacional de forma drástica, sin ofrecerlos antes al libre mercado, donde se compran y se venden estos sentimientos profundos e irrenunciables a cambio de un módico o un desorbitado precio, según sean las necesidades de aquel que pretende el Gobierno.
Como las lluvias en los trópicos, todo vuelve por la característica de los planetas de ser redondos y girar sobre sí mismos, al tiempo que lo hacen alrededor de las estrellas en las diferentes constelaciones. Todo regresa. También la gobernabilidad y las camisas de flores.
Ahora vivimos tiempos de “gobernabilidad” y se abren las carteras, al tiempo que se guardan los principios para que esa virtud de dejar las tareas de Gobierno al mejor postor se imponga sobre cualquier otra cuestión.
Se acabó la borrachera del gasto público, nos anuncia el señor Montoro al presentar los Presupuestos, el mismo que ejercía de dios Baco, en compañía de otros, cuando, en efecto, la fiesta de la dilapidación de los fondos públicos se celebraba en el gran templo del esplendor desarrollista de las burbujas que nos explotaron en la cara. Ellos dilapidaron nuestro dinero en lugar de construir un país, derivando fondos tanto al partido como a los bolsillos de los colegas, que se cuentan imputados por centenares en los diferentes procesos abiertos y que, también ahora, se intentan parar, encubrir y archivar, con todo tipo de triquiñuelas, incluyendo el descaro de poner la frente del gobierno de la Justicia tanto a personal personal afín sin escrúpulos, como a fiscales y magistrados que más parecen trabajar para la causa juzgada que para la juzgadora. Y en esas estamos. Ellos se emborrachan, y nosotros pagamos las copas. También sufrimos la resaca cuando llega la hora de aprobar las cuentas.
Aparecen los que tienen la posibilidad de hacer “gobernabilidad” con sus sacas abiertas corriendo a por el botín. El Gobierno, conocedor del juego, se reúne en despachos donde se trilea y se pergeña el trato hasta llegar al apretón de manos, porque si pierde el poder, cuya legitimidad ya dejó hace tiempo en el camino con sus diferentes acciones al margen de la ley, se le puede acabar el cuento. Ahora entenderán muchos por qué estos pequeños partidos aplaudían la pluralidad que se veía en el hemiciclo. Echaban cuentas contando escaños y calculando el precio que tendrían los suyos se les iba la cabeza como en su día se le fue a Sagaseta cuando entró Tejero pegando tiros. Son imprescindibles para la gobernabilidad y vienen a cosechar su valor de mercado a la hora de aprobar unas cuentas que según dicen expertos agudizan el deterioro del Estado de Bienestar y a incrementar la desigualdad y la pobreza.
“Si quieres grano, Aitor, te dejaré mi tractor”. Y así ha sido. Aitor se ha llevado una buena cosecha a costa de dejar vendido al resto del personal, cosa que a los representantes del PNV, que siempre presumen de honrados y de que entre sus filas no se dan casos de corrupción, les importa un carajo porque, nacionalistas en esencia, miran para lo suyo que es lo que les proporciona el voto. Un problema salía al paso. Una vez salvado el culo aquí, quedaba por salvar la cara allí. Cómo se presentaban con la saca en su pueblo pactando con un partido al que saben corrupto, facha y poco amigo de los vascos, a los que consideran terroristas en potencia y, al PNV, en concreto, tibio y necesario para que aquel horror sucediera. Han salido del paso ideológico apuntalando al Gobierno de Madrid con un posible acercamiento de presos.
Esa reivindicación siempre negada en la que el PP se mostraba intransigente y, en tanto tal, único valedor de la lucha contra el terrorismo, ha sido doblegada por la “gobernabilidad”. Ya no se es batasuno ni afín a los que matan por pretender eso del acercamiento de presos. El sufrimiento infringido a las familias era, por tanto, gratuito. Con tal de estar allí donde se recaudan los dineros de los ciudadanos, es posible que regresen los tiempos en los que Aznar se refería a esos que luego eran terroristas que se pudrirían en la cárcel, como Movimiento de Liberación Vasco.
Se impone la necesidad de aguantar en el poder para no perder el control de las instituciones, en unos tiempos tan delicados que hasta Acebes, en conversación telefónica con Ignacio González, afirma que podrían tener serias dificultades. En este estado de emergencia, se salta hasta esa gruesa y sagrada línea roja que marca el terrorismo y sus secuelas, y que tiene trazado un círculo sanitario alrededor de varios kilómetros.
No hay ideales, no hay moral, no hay religión ni norma, sólo un norte: La pasta y su incautación.
Los canarios, por su parte, sin concesiones políticas de gran alcance sólo quieren dinero. Rehecha la injusticia que según ellos desequilibraba la balanza, no tienen el menor problema en apuntalar a este Gobierno que además suele contar con ellos para presidir, en tanto neutrales, comisiones de investigación.
Mientras, en las tertulias y foros de politólogos se debate la estrategia a seguir, si la moción de censura continúa, pero con una conclusión común: plantearla a sabiendas de que se va a perder y sin pactos previos es ridículo. Hacen mención a las anteriores llevadas a cabo por Felipe González y Hernández Mancha. No coincido con ellos. En ninguno de los dos casos la situación era tan grave y descarada como la actual. Mientras, el PSOE tiene un grave dilema que le lleva a plantearse si votará no, o se abstendrá. Terrible tesitura que no sé a quién puede importarle.
Más de lo mismo. Sí, que son ladrones no se discute, pero la cosa es a ver qué saco yo de todo esto.
No habrá borrachera de gasto público. Son tiempos de “gobernabilidad” y las borracheras de despilfarro se hacen a puerta cerrada, se apañan en los despachos.
Quién sabe si para cuando se les pueda desbancar será tarde. Desde luego no dejan títere con cabeza, ni juzgado sin vigilante.
El Estado de Derecho será sinónimo de Estado de Derechas porque habrá que ser de lo segundo para poder administrar el primero.
Coincide este tiempo de gobernabilidad con el de la declaración de la renta, recuerden: Hacienda somos todos. Aunque aquella abogada del Estado, dando la cara por la infanta imputada, en lugar de por el Estado en cuestión, durante el juicio del caso Nóos, nos recordara que el que piensa eso es un gilorio.
Del mismo modo que Aznar tuvo que ponerse de rodillas con los pantalones bajados delante de Jordi Pujol al día siguiente de que sus huestes gritaran bajo el balcón de Génova lo de “Pujol, enano, habla castellano”, para conseguir eso que los grandes estadistas llaman “gobernabilidad”, y que consiste en juntar una amalgama de intereses contrapuestos de manera que todos saquen tajada con el fin de que nada cambie y se conserven las esencias del amor a la patria que, básicamente, consiste en seguir gobernando para los señoritos mientras se empobrece a los currantes, que son los que deciden las cosas con su voto, ahora vivimos, de nuevo, tiempos de “gobernabilidad”.
También con Jordi Pujol tuvo un detalle de gobernabilidad Felipe González cuando paralizó las investigaciones que llevaban a cabo los fiscales Villarejo y Mena, evitando su procesamiento cuando el muy honorable y viejo zorro catalán se encontraba con el agua al cuello con motivo de la descapitalización de Banca Catalana. Le tenían pillado, pero era un maestro a la hora de dar el Gobierno, tanto al PP como al PSOE, a él le daba lo mismo, sólo deseaba lo mejor para Cataluña a la que hacía sinónima de sí mismo, como demostró al envolverse en la senyera dando vivas a la patria, asomado al balcón en la Plaza de San Jordi, cuando los tribunales osaron imputarle y llamarle a declarar. El pueblo catalán se echó a la calle en la mayor concentración que se conocía hasta entonces, movido por las palabras de su adorado Jordi, que se había recorrido de joven Cataluña con un seiscientos y un megáfono dando mítines por los pueblos, reivindicando la patria catalana, y les hizo creer que la justicia española venía a secuestrar su esencia nacional, la razón de su existir.
Con la ayuda de González, aquella estafa en la que el señor Pujol estaba implicado, quedó archivada, y sabiéndose respaldado por la gobernabilidad de los constitucionalistas de Madrid, y por el fervor nacional de su propio pueblo, se entregó junto a su señora al saqueo que hoy conocemos y entonces ya se sabía. Pero como daba el Gobierno de España a quien lo necesitara, esa virtud de ser un maestro de la gobernabilidad, le convertía en intocable. A él le daba lo mismo uno que otro, pero no ocho que ochenta. Siempre con un ojo puesto en sus recónditas cuentas, manejaba el cotarro con la simple fórmula de “ustedes hagan y dejen hacer”. A buen entendedor pocas palabras bastan y todos se aplicaron el cuento.
Finalmente, y por cosas del independentismo, todo esto de los ingresos de la familia Pujol ha salido a la luz. El latrocinio estaba amparado por la gobernabilidad, pero sin ella no se sostiene. Estos cachorros independentistas, hijos y nietos de aquellas doctrinas que diera Pujol con su megáfono, han venido a echar por tierra todo el tinglado que se tenían montado los adalides de la gobernabilidad a mayor gloria de su identidad catalana o española, que tanto les daba, y han puesto en práctica los principios de la identidad nacional de forma drástica, sin ofrecerlos antes al libre mercado, donde se compran y se venden estos sentimientos profundos e irrenunciables a cambio de un módico o un desorbitado precio, según sean las necesidades de aquel que pretende el Gobierno.
Como las lluvias en los trópicos, todo vuelve por la característica de los planetas de ser redondos y girar sobre sí mismos, al tiempo que lo hacen alrededor de las estrellas en las diferentes constelaciones. Todo regresa. También la gobernabilidad y las camisas de flores.
Ahora vivimos tiempos de “gobernabilidad” y se abren las carteras, al tiempo que se guardan los principios para que esa virtud de dejar las tareas de Gobierno al mejor postor se imponga sobre cualquier otra cuestión.
Se acabó la borrachera del gasto público, nos anuncia el señor Montoro al presentar los Presupuestos, el mismo que ejercía de dios Baco, en compañía de otros, cuando, en efecto, la fiesta de la dilapidación de los fondos públicos se celebraba en el gran templo del esplendor desarrollista de las burbujas que nos explotaron en la cara. Ellos dilapidaron nuestro dinero en lugar de construir un país, derivando fondos tanto al partido como a los bolsillos de los colegas, que se cuentan imputados por centenares en los diferentes procesos abiertos y que, también ahora, se intentan parar, encubrir y archivar, con todo tipo de triquiñuelas, incluyendo el descaro de poner la frente del gobierno de la Justicia tanto a personal personal afín sin escrúpulos, como a fiscales y magistrados que más parecen trabajar para la causa juzgada que para la juzgadora. Y en esas estamos. Ellos se emborrachan, y nosotros pagamos las copas. También sufrimos la resaca cuando llega la hora de aprobar las cuentas.
Aparecen los que tienen la posibilidad de hacer “gobernabilidad” con sus sacas abiertas corriendo a por el botín. El Gobierno, conocedor del juego, se reúne en despachos donde se trilea y se pergeña el trato hasta llegar al apretón de manos, porque si pierde el poder, cuya legitimidad ya dejó hace tiempo en el camino con sus diferentes acciones al margen de la ley, se le puede acabar el cuento. Ahora entenderán muchos por qué estos pequeños partidos aplaudían la pluralidad que se veía en el hemiciclo. Echaban cuentas contando escaños y calculando el precio que tendrían los suyos se les iba la cabeza como en su día se le fue a Sagaseta cuando entró Tejero pegando tiros. Son imprescindibles para la gobernabilidad y vienen a cosechar su valor de mercado a la hora de aprobar unas cuentas que según dicen expertos agudizan el deterioro del Estado de Bienestar y a incrementar la desigualdad y la pobreza.
“Si quieres grano, Aitor, te dejaré mi tractor”. Y así ha sido. Aitor se ha llevado una buena cosecha a costa de dejar vendido al resto del personal, cosa que a los representantes del PNV, que siempre presumen de honrados y de que entre sus filas no se dan casos de corrupción, les importa un carajo porque, nacionalistas en esencia, miran para lo suyo que es lo que les proporciona el voto. Un problema salía al paso. Una vez salvado el culo aquí, quedaba por salvar la cara allí. Cómo se presentaban con la saca en su pueblo pactando con un partido al que saben corrupto, facha y poco amigo de los vascos, a los que consideran terroristas en potencia y, al PNV, en concreto, tibio y necesario para que aquel horror sucediera. Han salido del paso ideológico apuntalando al Gobierno de Madrid con un posible acercamiento de presos.
Esa reivindicación siempre negada en la que el PP se mostraba intransigente y, en tanto tal, único valedor de la lucha contra el terrorismo, ha sido doblegada por la “gobernabilidad”. Ya no se es batasuno ni afín a los que matan por pretender eso del acercamiento de presos. El sufrimiento infringido a las familias era, por tanto, gratuito. Con tal de estar allí donde se recaudan los dineros de los ciudadanos, es posible que regresen los tiempos en los que Aznar se refería a esos que luego eran terroristas que se pudrirían en la cárcel, como Movimiento de Liberación Vasco.
Se impone la necesidad de aguantar en el poder para no perder el control de las instituciones, en unos tiempos tan delicados que hasta Acebes, en conversación telefónica con Ignacio González, afirma que podrían tener serias dificultades. En este estado de emergencia, se salta hasta esa gruesa y sagrada línea roja que marca el terrorismo y sus secuelas, y que tiene trazado un círculo sanitario alrededor de varios kilómetros.
No hay ideales, no hay moral, no hay religión ni norma, sólo un norte: La pasta y su incautación.
Los canarios, por su parte, sin concesiones políticas de gran alcance sólo quieren dinero. Rehecha la injusticia que según ellos desequilibraba la balanza, no tienen el menor problema en apuntalar a este Gobierno que además suele contar con ellos para presidir, en tanto neutrales, comisiones de investigación.
Mientras, en las tertulias y foros de politólogos se debate la estrategia a seguir, si la moción de censura continúa, pero con una conclusión común: plantearla a sabiendas de que se va a perder y sin pactos previos es ridículo. Hacen mención a las anteriores llevadas a cabo por Felipe González y Hernández Mancha. No coincido con ellos. En ninguno de los dos casos la situación era tan grave y descarada como la actual. Mientras, el PSOE tiene un grave dilema que le lleva a plantearse si votará no, o se abstendrá. Terrible tesitura que no sé a quién puede importarle.
Más de lo mismo. Sí, que son ladrones no se discute, pero la cosa es a ver qué saco yo de todo esto.
No habrá borrachera de gasto público. Son tiempos de “gobernabilidad” y las borracheras de despilfarro se hacen a puerta cerrada, se apañan en los despachos.
Quién sabe si para cuando se les pueda desbancar será tarde. Desde luego no dejan títere con cabeza, ni juzgado sin vigilante.
El Estado de Derecho será sinónimo de Estado de Derechas porque habrá que ser de lo segundo para poder administrar el primero.
Coincide este tiempo de gobernabilidad con el de la declaración de la renta, recuerden: Hacienda somos todos. Aunque aquella abogada del Estado, dando la cara por la infanta imputada, en lugar de por el Estado en cuestión, durante el juicio del caso Nóos, nos recordara que el que piensa eso es un gilorio.
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