Dos de los eslóganes del movimiento 15-M (conocido también como el
Movimiento de los Indignados) contaron con gran aprobación por parte de la mayoría de la población española. Uno fue “no hay pan
para tanto chorizo”, y el otro “no nos representan”.
Estos dos eslóganes, que tuvieron un amplio apoyo popular, reflejan muy
bien
lo que ha estado ocurriendo en este país. La evidencia de la abundancia
de casos de corrupción en el partido gobernante de este país es
abrumadora, una corrupción que ha llegado a un nivel que debería
escandalizar a cualquier persona con sensibilidad democrática.
Más de un analista español y extranjero ha señalado que el PP es uno de
los partidos que existen hoy en Europa occidental donde se han dado más
casos de corrupción. La evidencia muestra que ha habido una captura del
Estado por parte de dirigentes que lo han
estado utilizando para su propio enriquecimiento. Y aunque también sea
cierto que tal corrupción se ha dado en otros partidos que han
gobernado, ya sea en el Estado central, autonómico o local, el hecho es
que el nivel de corrupción de muchos de los máximos
dirigentes del PP y de otras derechas (en las que incluyo a CiU en
Catalunya, que ha gobernado en aquella Comunidad Autónoma durante la
mayor parte del periodo democrático) ha sido mucho mayor que el que se
ha encontrado entre dirigentes de los partidos de
izquierdas. La evidencia es clara para todo el que quiera verlo. Por
mucho que los mayores medios intenten establecer un equilibrio e
igualdad en los dos lados del espectro político, equilibrio que
presentan como parte de su deseo de aparecer neutrales y equilibrados,
los datos muestran que la corrupción en partidos políticos es más
fuerte entre las derechas que entre las izquierdas. Quisiera aclarar que
creo que la mayoría de personas militantes del PP no son corruptas,
pero es sorprendente su tolerancia hacia aquellos
de sus dirigentes que han estado parasitando el Estado durante tanto
tiempo.
¿A qué se debe tanta corrupción?
El hecho de que el partido
gobernante en España, el PP, cuente con tantos casos de corrupción es
comprensible, pues el Estado actual no significó una ruptura con el
Estado dictatorial (en el que la corrupción era la
característica de aquel Estado, dirigido por uno de los dictadores que,
como ha documentado el historiador Ángel Viñas en su detallado libro
La otra cara del caudillo
– y en contra de lo que se ha estado ocultando durante muchos años–, ha
sido de los más corruptos que hayan existido en la Unión Europea),
sino una modificación en la que muchos de los herederos de los que
habían controlado y/o
se habían beneficiado de aquel Estado continuaron dominándolo. Ni
que decir tiene que la transición de la dictadura a la democracia fue
un paso enormemente importante y fue una victoria significativa para las
fuerzas democráticas, resultado de las grandes
movilizaciones (sobre todo del movimiento obrero) que forzaron aquel
cambio. Pero la fuerza de tales movilizaciones no fue suficiente para
conseguir una ruptura con el Estado dictatorial, lo que explica que las
fuerzas conservadoras continuaran ejerciendo
una enorme influencia y un comportamiento clientelar y parasitario
dentro del Estado.
A la luz de estos hechos, definir aquella transición como
modélica
es un profundo error, pues da la impresión de que el producto de
aquella transición –la democracia española– fue modélico, lo cual es
fácil de demostrar que no
fue así. La democracia es muy limitada (de ahí el éxito del eslogan “no
nos representan”), y la corrupción continúa siendo rampante en los
partidos gobernantes, y muy en especial en los de derechas (lo que
explica el apoyo popular a esta denuncia utilizando
el eslogan “no hay pan para tanto chorizo”). En esta cultura de
tolerancia hacia la corrupción no es de extrañar que nada menos que el
mismísimo presidente del gobierno, el Sr. Mariano Rajoy, que lo es
también del PP, diera ánimos al ex tesorero del PP, que
terminó en la cárcel por corrupción.
La continuación de la cultura franquista
Pero otra característica de la inmodélica Transición ha sido la
continuación de la cultura franquista, que transmite y reproduce esta
enorme tolerancia hacia la corrupción. La ciudadanía acepta que tal
práctica es intrínseca al Estado y a sus instrumentos.
La desaprueban, pero la toleran. Y ahí está uno de los mayores
problemas de la democracia: la inmunidad de la corrupción basada en la
continuación de la cultura franquista.
Pero esta tolerancia se está acabando, pues nuevos hechos están
siendo presentados. Uno de ellos es que el nivel de corrupción que se ha
estado mostrando ha alcanzado unos niveles que no se habían visto
antes. Ello no quiere decir que no existieran, pero
ahora son conocidos. Permanecer callados es una situación que afecta a
la dignidad democrática del país, y no es bueno para su salud
democrática. No puede tolerarse que España continúe siendo gobernada por
un partido en el que haya existido (y se tolere tanto)
la corrupción, tan extensa como los recientes hechos van documentando.
El PSOE tiene que dejar de apoyar a ese partido
Pero otro hecho nuevo es que, por primera vez en la democracia, el
PSOE es el primer defensor de dicho gobierno. Esto nunca había ocurrido
antes. Y ello sucede porque el PSOE no quiso enfrentarse con otras
elecciones que lo hubieran dejado en tercer lugar
en las Cortes Españolas. Quería desesperadamente mantener el
bipartidismo, considerando a Podemos como su mayor adversario (en
realidad, por la agresividad expresada, se podría decir su enemigo). Y
así lo han indicado sus dirigentes.
Soy consciente de que un
argumento que ha calado en amplios sectores de la intelectualidad
española es que Unidos Podemos (UP) no es coherente al pedir la moción
de censura para expulsar al PP del gobierno, pues podía
haberlo expulsado hace un año y no lo hizo. Se dice que entonces
Podemos podría haber sustituido a Rajoy por Pedro Sánchez. La pregunta
que se hacen es:
¿si no lo hicieron entonces, por qué lo hacen ahora?
Tengo amigos a los
que tengo estima y respeto que así piensan. Pero este argumento ignora o
desconoce que fue el propio aparato del PSOE el que se opuso a tal
alianza con Podemos. Incluso el candidato a la
presidencia, Pedro Sánchez, así lo admitió en el programa Salvados.
Y las condiciones puestas a Podemos por parte del PSOE estaban hechas
precisamente
para hacer imposible tal alianza. Lean la excelente respuesta de Nacho
Álvarez, la persona que dirigió el programa económico de Unidos Podemos,
al libro de Jordi Sevilla, con el mismo cargo en el PSOE (ver “Para
muestra, un botón”, en
eldiario.es,
16.04.17). Y tal oposición persiste. Es el aparato del PSOE el que no
puede ver ni en pintura a Unidos Podemos. Y ahí está el gran problema de
las izquierdas
en España: que el aparato del PSOE (en contra del deseo de su
militancia y de su electorado) no desea y se opone a una alianza entre
este partido y Unidos Podemos. Y, de nuevo, el argumento promovido por
el establishment político-mediático del país acaba imponiéndose:
el argumento que se repite continuamente es que la coalición Unidos
Podemos y sus aliados es una coalición inmadura, oportunista, deseosa de
ocupar sillones, y dirigida por un líder errático, e incluso peligroso,
Pablo Iglesias.
La realidad, sin embargo es otra. Es público que UP ha invitado a
que, frente a tanta corrupción, las bases del PSOE, así como de todos
los partidos, incluyendo los de derechas, se movilicen para exigir a
todas las fuerzas políticas representadas en las
Cortes que apoyaran una moción de censura al gobierno Rajoy, mostrando
que la situación actual no es tolerable. Y para mostrar la falsedad del
argumento del oportunismo, Unidos Podemos incluso ha ofrecido la
candidatura que encabezaría la moción de censura
a un miembro o simpatizante del PSOE, si así pudiera pactarse. Por
desgracia, sería imposible que lo contrario –que el PSOE aceptara un
candidato propuesto por UP- ocurriera. Y ahí está la raíz del problema
que se intenta evitar en los constantes reproches
a UP por parte del PSOE.
La otra cara de la moción
El dominio de las fuerzas
conservadoras sobre el Estado ha tenido otras consecuencias (además de
la corrupción) para el bienestar de las clases populares. España no es
solo el país donde la corrupción es mayor, sino
que es el país (en la Europa occidental) donde la democracia es más
limitada, donde el Estado del Bienestar está menos desarrollado, donde
la pobreza infantil es mayor y donde las desigualdades son más
acentuadas. Todo ello está íntimamente relacionado, como
he documentado en mi libro El subdesarrollo social de España. Causas y Consecuencias. Ni que decir tiene que mucho se ha hecho y avanzado durante los años
de democracia (más cuando han gobernado las izquierdas que cuando lo han hecho las derechas).
Pero los límites de la transición han quedado claros en estos años de
Gran Recesión, cuando los dos partidos mayoritarios han estado
aplicando políticas neoliberales que han afectado muy negativamente a la
calidad de vida y al bienestar de la población,
y muy en particular de las clases populares. Y tales políticas fueron
impuestas indicando que no había otras alternativas posibles,
argumentario que Juan Torres, Alberto Garzón y yo mostramos con datos
que no era cierto (ver nuestro libro
Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España).
Sí que había alternativas, y continúa habiéndolas. Si España
tuviera uno de cada cinco adultos trabajando en los servicios públicos
del Estado del Bienestar como ocurre en Suecia, en lugar de uno de cada
diez, se habría terminado con una parte muy significativa
del paro. Y tal cambio se puede financiar; hay datos fácilmente
accesibles que así lo demuestran. De ahí la enorme importancia de romper
con las políticas neoliberales que dominan hoy la UE y que transmiten
las políticas económicas del PP, del PSOE y de Ciudadanos,
políticas que es más que probable que los votantes de tales partidos
desaprobaran si supieran de las posibles alternativas, lo cual no es
fácil debido al enorme control de los medios, sesgados hacia posturas
conservadoras y liberales.
Se necesita una segunda transición
Y estas políticas se han acentuado de una manera muy marcada
durante los años de gobierno del PP. Desde 2008 hemos estado viendo una
avalancha de políticas que han estado causando un enorme daño a la
población en España. Durante los años de gobierno de
un partido con tantos casos de corrupción hemos visto un gran deterioro
del mercado laboral, con un enorme incremento de la precariedad, de la
temporalidad y de la desocupación, además de una gran bajada de los
salarios. Hemos visto también un gran deterioro
del escasamente financiado Estado del Bienestar, a la vez que se ha
producido un gran debilitamiento de los derechos laborales y sociales,
con políticas orientadas a debilitar a los sindicatos y los movimientos
sociales reivindicativos y contestatarios, con
un aumento de la represión (con tintes franquistas) frente a la
protesta y un control abusivo de los medios, tanto públicos como
privados, a fin de “demonizar” a las fuerzas de oposición contestataria,
hartas de tanta corrupción, tanta austeridad y tantas
reformas reaccionarias, reprimiéndose a la vez cualquier redefinición
de España que permitiera la expresión de su plurinacionalidad. De ahí
que sea urgente que todas las fuerzas democráticas, sean del color que
sean, se movilicen y protesten –en defensa de
la dignidad democrática– frente a un partido en el que amplios sectores
de su dirección han captado el Estado para su usufructo personal y
partidista. La salud de la democracia requiere tal cambio.
Una última observación de tipo personal. A raíz de una falsa
noticia (que era yo el candidato propuesto por UP para la moción de
censura), facilitada por uno de los medios de información de España, he
sido invadido por notas, mensajes de apoyo y felicitaciones
(y también, predeciblemente, insultos) que no son merecidos, pues tal
noticia es falsa, lo cual en España ocurre con excesiva frecuencia, y
que explica la falta de credibilidad de los medios. No soy el candidato,
aunque tengo mi propio candidato, que espero
que lo sea, pero, como siempre, esta personalización de lo político
(que caracteriza la cultura mediática del país) no es lo más importante.
Lo que sí lo es es la movilización a favor de que se sume el máximo
número de personas, movimientos sociales y partidos
políticos, de todos los colores, en la defensa de la dignidad
democrática, y que digan: ¡Basta ya! Así lo espero.
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