"Varoufakis ha escrito una de las mejores autobiografías políticas
de todos los tiempos"
El economista y exministro griego relata la sorprendente historia de su encuentro con el establishment europeo en su último libro, Adults in the room.
El economista y exministro griego relata la sorprendente historia de su encuentro con el establishment europeo en su último libro, Adults in the room.
Una
vez, Yanis Varoufakis me compró un gin tónic. Y una vez su esposa me
sirvió una taza de té. Y aunque
evitó muchas de mis preguntas, como suelen hacer los ministros de
Finanzas, nunca me mintió descaradamente. Y fui su presentador en dos
eventos. Enumero estas transacciones por lo que estoy a punto de decir:
Varoufakis ha escrito una de las mejores autobiografías
políticas de todos los tiempos. Podría compararla a la de Alan Clark
por su honestidad, a la de Denis Healey por sus ataques a antiguos
aliados y, como manual para explorar los peligros del arte de gobernar,
seguramente tiene la misma estatura que la
biografía de Lyndon B. Johnson escrita por Robert
Caro.
Sin
embargo, el libro de Varoufakis sobre la crisis que ha marcado a Grecia
desde 2010 hasta hoy se encuadra en una categoría propia: es la
historia entre bastidores de la política de primer nivel contada por un
forastero. Varoufakis comenzó como un outsider,
tanto de la élite política como de la extrema izquierda griega, luego
se metió dentro y acabó abandonándolo todo abruptamente después de que
su antiguo aliado, el primer ministro griego Alexis Tsipras, le pidiera
la dimisión en julio de 2015.
Varoufakis
escenifica su dilema durante la crisis con una anécdota reveladora.
Estaba en Washington para reunirse con Larry Summers, el antiguo
secretario del Tesoro de los Estados Unidos y confidente de Barack
Obama. Summers le preguntó a bocajarro: ¿Quieres estar dentro
o fuera? “Los de fuera priorizan la libertad de contar su versión de la
verdad. El precio es que son ignorados por los de dentro, que toman las
decisiones importantes”, le advirtió Summers.
Los
políticos electos tienen poco poder; el verdadero poder lo tienen Wall
Street y una red de fondos de inversión, multimillonarios y dueños de
medios de comunicación, y el arte de permanecer en la política es poder
reconocer este hecho e intentar lograr hacer
algo sin alterar el sistema. Ésa era la oferta. Varoufakis no sólo la
rechazó, sino que al escribir sobre ella en detalle nos protege de la
estupidez de las fantasías ocasionales de la izquierda de que el sistema
construido por el neoliberalismo puede de alguna
forma inclinarse o ceder ante nuestros deseos de justicia social.
En
este libro, Varoufakis ofrece una de las descripciones más detalladas y
precisas del poder moderno,
un logro aún más importante que su deseo de justificar su propio
accionar durante la crisis griega. Explica cómo se construye la red del
poder moderno, con el agotamiento de haber pasado tantas noches en fríos
hoteles y salas de reuniones mal iluminadas. Aris
obtiene un préstamo del banco de Zorba; Zorba le perdona el préstamo,
pero la empresa constructora de Zorba obtiene un contrato en un
ministerio de Aris. Al hijo de Aris le dan trabajo en la cadena de
televisión de Zorba, que por alguna razón siempre está
en bancarrota y por eso no puede pagar impuestos; y así.
“
La
clave de estas redes de poder es la exclusión y la turbiedad”, escribe
Varoufakis. A medida que se va intercambiando información sensible,
“alianzas de
dos personas se van vinculando con otras alianzas…involucrando a
conspiradores que conspiran de hecho, sin ser conspiradores
conscientes”. En el proceso de contar su historia, Varoufakis no sólo
revela secretos, sino que son secretos gordos y jugosos.
Grabaciones en secreto en sus reuniones
El
primer secreto es que no sólo Grecia estaba en la bancarrota cuando la
UE la rescató en 2010 –y que el rescate fue diseñado para salvar a los
bancos franceses y alemanes– sino que Angela Merkel y Nicolas Sarkozy lo
sabían; y sabían que sería un desastre.
Esta
acusación no es nueva, fue lanzada en su momento por activistas de
izquierdas y economistas de derechas contra la élite financiera. Pero
Varoufakis la confirma con citas, algunas recogidas de cintas de
conversaciones que grabó en ese momento sin que lo supieran
los otros participantes.
Incluso
ahora, dos años después de las últimas elecciones griegas, este libro
trasciende el interés académico. Grecia sigue aplastada por una deuda de
miles de millones de euros que no puede pagar. Por las decisiones que
se tomaron en 2010 y 2011, al rescatar bancos
privados y endosarles deudas enormes a los países europeos del norte,
serán los contribuyentes franceses y alemanes los que acabarán pagando
la deuda griega cuando inevitablemente sea perdonada.
La
segunda revelación es que miembros de la familia de Varoufakis fueron
amenazados violentamente cuando, con una multitud controlando las calles
y plazas, él comenzó a alinearse con aquellos
que denunciaban que el rescate era inviable. Varoufakis afirma que esas
amenazas, que se efectuaron de forma anónima, por teléfono y con una
calma oligárquica, fueron la causa de su salida de Grecia hacia Estados
Unidos.
Como
resultado, cuando regresó, mientras comenzaba a apoyar activamente al
partido de izquierda radical Syriza, Varoufakis vivió la crisis como un
outsider, pero en un sentido diferente. Cuando
le pidieron que hablara ante la multitud que ocupaba la Plaza Síntagma
en mayo-junio de 2011, recuerda: “La última vez que había hablado ante
una manifestación había sido en Nottinghamshire, ante un piquete de
mineros en huelga en 1984”.
Estaba
a punto de unirse a un grupo de políticos de izquierdas —liderado por
Tsipras y secundado por su jefe de Gabinete formado en Glasgow, Nikos
Pappas— en la lucha por acabar con el neoliberalismo.
Pero tenía poca experiencia en la izquierda griega organizada y ellos
lo veían como un neoliberal.
El fracaso del órdago
Los
logros académicos de Varoufakis se habían basado en la aplicación de la
teoría de juegos a la economía. Así que, cuando diseñó la estrategia de
confrontación de Syriza, fue explícito:
el enemigo tenía que creer que Syriza estaba preparado para incumplir
pagos, o para salir de la zona euro, lo suficiente como para convencer a
los poderosos de la UE de renegociar los préstamos que estaban por
vencer y evitar que hicieran estallar el sistema
bancario griego.
Esto
funcionó, aunque el precio fue un gran retroceso retórico y la retirada
del programa nacional de Syriza en febrero de 2015. Pero en julio falló
porque, habiendo luchado y ganado la campaña
emocional del referéndum, Tsipras eligió hacer concesiones ante la
posibilidad de una guerra civil griega.
Varoufakis estrechando la mano del ministro de Economía alemán, Wolfgang Schäuble
Entrevisté a Varoufakis
la noche en que ganaron el referéndum. Parecía asombrado por la magnitud de la victoria (en el libro confiesa que esperaba una derrota) y seguro de que le
daría a Tsipras las municiones para enfrentarse a Troika. Sin
embargo, ahora está claro que los dos calcularon mal.
Varoufakis entendió —por la autoridad del ministro de Economía alemán,
Wolfgang Schäuble— que Alemania no intentaría
sacar a Grecia del euro. Para cuando hicieron justamente eso, dos
semanas de bancos cerrados y desarrollo al borde del colapso habían
llevado la apuesta a un todo o nada.
Cuando
le echaron, Varoufakis se fue con el expediente limpio, aunque el
precio que pagó fue, una vez más, un autoexilio de la política activa en
Grecia. Si, tal como parece posible, la situación escala hacia el
desplome económico, su voz —junto con la de los comunistas
veteranos antieuro que se separaron de Syriza— podría ser lo único que
quede de una izquierda que pueda darle la batalla final al fascismo y la
dictadura.
Pero
yo sigo creyendo que Tsipras hizo bien en ceder ante el ultimátum de la
UE y que Varoufakis tuvo parte de la culpa por la forma en que diseñó
la estrategia “del juego”. Para Tsipras, y para la generación de
exdetenidos y víctimas de torturas que reconstruyeron
la izquierda griega después de 1974, permanecer en el poder como un
escudo abollado contra la austeridad era preferible a entregarle el
poder a un grupo de políticos mafiosos respaldados por una horda
enardecida de jóvenes millonarios bien vestidos.
Al
final, el gobierno de Tsipras resultó no ser un escudo muy efectivo
para proteger a la clase trabajadora griega, pero sí al más de un millón
de refugiados sirios que llegaron a las costas griegas en las semanas
tras la rendición económica. Las fuerzas armadas
griegas, el poder judicial y la policía están llenas de personas a
quienes les encantaría ver hundirse las pateras y poder deportar en masa
o encerrar a los supervivientes.
Aunque
la forma en que Syriza manejó la inmigración masiva fue por momentos
equivocada, en el momento crucial, de julio a diciembre de 2015, el
gobierno de izquierdas de Grecia ofreció un refugio para aquellas
personas que huían del terror y la destrucción. Un gobierno
conservador y de derechas le hubiera dado a los sirios un recibimiento
mucho peor.
En
ese contexto, el relato de Varoufakis de la historia de Tsipras debe
ser cuestionado. Varoufakis argumenta que Tsipras es propenso a la
frivolidad, la melancolía y la indecisión y que está determinado a
probar que no es “una estrella fugaz”. Pero a diferencia
de Varoufakis, Tsipras construyó un partido capaz de vencer a la élite
política que ha dejado a Grecia sin riqueza y sin credibilidad y ha sido
capaz de gobernar. Tsipras —junto a Pappas, su jefe de Gabinete, a
quien Varoufakis describe correctamente como
muy influyente en los acontecimientos— construyó algo que él pensó que
sobreviviría a una derrota.
Varoufakis
construyó una reputación, no un partido. De hecho, el mundo de los
partidos —de activistas apiñados contra las ventanas lluviosas de
cafeterías suburbanas, de repartir folletos, de huelgas y
manifestaciones anti-fascistas— está ausente en su libro.
Si
la izquierda mundial, que estuvo de buena racha entre 2011 y 2013,
quiere recuperar terreno, necesita líderes como Tsipras, que encuentren
pensadores y ejecutores como Varoufakis y que los estimulen. Pero sobre
todo necesita hablarle al pueblo en el idioma
que nace de años de lucha para construir un partido y un movimiento.
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