Irak debería estar mejor sin Sadam Huseín, efectivamente. Y ese es el problema: que no es así
Esta semana, Tony Blair, uno de los artífices de aquella invasión de Irak del 2003, compareció ante la prensa para defenderse de las críticas. Lo hizo con una voz quebrada, sacudido por la emoción. Pero esa emoción no era la del arrepentimiento, sino la del orgullo herido: sigue creyendo que lo que hizo estuvo bien y que «volvería a hacerlo». «Irak está mejor sin Sadam Huseín» volvió a repetir, como tantas veces.
Irak debería estar mejor sin Sadam Huseín, efectivamente. Y ese es el problema: que no es así. Y esa aberración, esa perversión de lo justo, es el tuétano de la culpa de Blair.
...de nuestro compatriota Aznar, ilusamente buscador de la gloria, como quienes acercan su cabeza al famoso para salir en la tele, empecinamiento en sus mentiras, e imperdonable por habernos querido comprar a los españoles la complicidad, abdicando de nuestros principios éticos, asegurando beneficos económicos por el abaratamiento del petróleo..."aplaudir la masacre y participaréis del botín".
Por eso me interesó más otra entrevista que se difundió el mismo día. En ella hablaba Kadhim Shafif Hasan al-Jabouri, aquel mecánico de bicicletas que, hace trece años, había intentado destruir la estatua de Sadam en la plaza Firdos. Un periodista le ha localizado en el exilio, en Beirut, donde vive ahora, como muchos otros refugiados iraquíes.
Kadhim se explicó mejor esta vez. Su relación con el régimen de Sadam Huseín, como la de tantos iraquíes, era más ambigua de lo que hubiese querido reconocer. El dictador había hecho matar a más de una docena de sus familiares, pero por otra parte él había ganado dinero reparando la colección de motocicletas de Sadam. Luego había caído en desgracia, por razones que Kadhim prefería no aclarar, y se había pasado un año y medio en la cárcel. Por eso había querido destrozar la estatua. Pero ahora se arrepentía. «Todo ha ido a peor año tras año: corrupción, matanzas, saqueos. Sadam ya no está», dice Kadhim, «pero ahora hay mil como él en su lugar». Y añadía algo todavía más duro de escuchar en boca de un iraquí: «Cuando pasaba junto al lugar donde estaba la
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