No sé a ustedes, pero a mí no me ha sorprendido nada enterarme de que los españoles somos un desastre en matemáticas y en comprensión lectora. No me ha caído de nuevas; y no es porque aún no me aclare con el euro ni porque la factura del móvil me parezca un galimatías. Es que, con echarnos un vistazo es fácil constatar que no nos enteramos de nada.
Según la OCDE, tenemos el último puesto en matemáticas entre 23 países desarrollados y el penúltimo en comprensión lectora, sólo por delante de Italia que también tiene lo suyo. Al parecer, un gran porcentaje de españoles de más de 16 años no entendemos el recibo de la luz, nos perdemos al leer un texto largo y somos incapaces de comparar ofertas. Uno de cada tres ni siquiera somos capaces de sumar cantidades de más de dos cifras.
Ahora los científicos y los estudiosos del ámbito educativo están saliendo con que si ha habido demasiadas reformas educativas, con que si venimos de una dictadura, con que si vamos mejorando y con que si la abuela fuma.
Yo creo que la realidad es mucho más simple y obvia: Somos tontos. No llegamos ni a diferenciar el «más» del «menos» que nos enseñaban Epi y Blas de críos. Sólo así se entiende que no echemos a gorrazos y de forma fulminante a un ministro de Hacienda que se permite, con la tenemos encima, asegurar que los salarios no han bajado desde el inicio de la crisis sino que han tenido una subida moderada.
Aguantar tamaña desfachatez confirma, efectivamente, que somos malísimos en matemáticas aceptando que ganar 99 es más que ganar 100, y también ratifica lo de la falta de comprensión lectora por dar por bueno lo de que los sueldos «están moderando su subida» en palabras de Montoro. El ministro sabe que somos tontos y por eso dice lo que dice. Estamos en un país en el que votamos una y otra vez a los que nos engañan, a los que prometen unas cosas y hacen la contraria, a los que nos torean como a gilipollas. Aceptamos como inevitable que un miembro de la Casa Real se la lleve cruda, que unos sindicalistas que han de defender nuestros derechos se forren con comisiones fraudulentas. Seguimos tolerando a chorizos confesos; justificando parrandas, cuentas en paraísos fiscales, robos y estafas porque vienen «de los nuestros». Nos recortan derechos, prestaciones, becas; nos suben los impuestos; nos ningunean y nos toman el pelo ¿Por qué no si les dejamos? ¿Cómo va a sorprender que estemos a la cola en matemáticas y lectura? Esto, al menos, tiene arreglo si Wert y compañía lo permiten. Lo más preocupante es que no sé qué tiene que ocurrir para que dejemos de ser tontos.
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