Sobre Rajoy recae la gravísima
responsabilidad de dar alimento al monstruo del fascismo español. Será
que no le repugna ni le es tan extraño.
La
ultraderecha volvió a hacerse visible en toda Europa cuando azotó,
primero, la crisis del neoliberalismo y cuando los refugiados, después,
empezaron a llamar a sus puertas pidiendo
ayuda. Las fuerzas políticas fascistas ganaron incluso un preocupante
terreno electoral. Aquí, en Rajoystán, a la extrema derecha apenas se la
había vuelto a ver, en parte porque está integrada en las filas del PP acogida
y, por tanto, los xenófobos tenían poco por lo que protestar. Ha habido
acciones violentas, como la incursión de falangistas, brazo en alto, en
la librería Blanquerna de Madrid (ahora condenados a entrar en
prisión), crecientes y numerosas agresiones homófobas
y peleas de banda futbolera, pero aparentaba ser algo residual, sin
espacio ni estructura. Salieron en Cataluña el 12-O y el Hogar Social,
por su parte, supo infiltrarse en el tejido popular con su presunta
solidaridad de nacionalismoespañolista.
Pero la calle en España ya no era de los fascistas y hasta sus siniestras marchas del 20-N al Valle de losno pasaban de ser un raquítico anacronismo.
Mirando
a Europa, no obstante, crecía la preocupación ante su
refortalecimiento. Y aquí los tenemos. Lo que no habían llegado a
conseguir ni el castigo de la crisis ni el drama de los refugiados, lo
ha conseguido
la irresponsable cerrazón de Rajoy. Porque si montas destacamentos con
miles de antidisturbios acuartelados en unos transatlánticos en el
puerto de Barcelona, te acompañará una escuadrón de ultras. Si te llevas
detenidos a cargos electos que no han cometido
delito alguno, te aplaudirá un grupúsculo de ultras. Si impones medidas
totalitarias a funcionarios, intervienes medios de comunicación,
allanas sedes y despachos, registras documentación ajena, amenazas con
multas, acusas de sedición, te jaleará un comando
de ultras. Si declaras sin declarar un Estado de excepción, formará
junto a ti una columna de ultras. Si tomas por la fuerza el control de
las instituciones, te apoyará una hueste de ultras. Porque si eres el
represor, los ultras serán tus esbirros. Si eres
el dictador, los ultras serán la fuerza que te acompaña
Tiene
toda la lógica, por tanto, que hayan vuelto a las calles las banderas
del escudo franquista y las banderas del yugo y las flechas falangistas.
Yo estuve en la Puerta del Sol
apoyando el derecho a decidir y la libertad de expresión del pueblo
catalán, y allí estaban los fascistas. Eran cuatro gatos (no, los gatos
no merecen ser relacionados con ellos) pero estaban allí. Como están en
Cataluña –Generación Identitaria, Dolça Cataluña
o Democracia Nacional–, protegidos por Vox y por Intereconomía. Como
han ido, envalentonados, a intimidar, increpar y agredir a los
asistentes a la asamblea de Unidos Podemos en Zaragoza. A la presidenta
de las Cortes de Aragón le han dado un botellazo.
Cabe
recordar la sangre que mancha las banderas que portan los ultras,
mientras que ni señeras ni esteladas son responsables aún de violencia
alguna. Quizás es lo que se busca. Quizá
sea esa la finalidad que persiguen las órdenes de Rajoy: una violencia
que legitime su autoritarismo. Lo que es un hecho, en cualquier caso, es
que la ultraderecha está siguiendo la estela de la represión de Rajoy y
se está dejando ver. Si la actuación con
Cataluña del Gobierno central es la mejor representación del fracaso de
la política, la mejor muestra del fallo estructural que conlleva la
negativa al diálogo y a la negociación, la prueba patente de que
rechazar el pacto es salirte del terreno de juego político
y provocar el colapso democrático (como han lamentado, sensatas en sus
diferencias, Ada Colau y Manuela Carmena), no es de extrañar que venga
acompañada de banderas franquistas y falangistas.
Sobre
Rajoy recae también, pues, la gravísima responsabilidad de dar alimento
al monstruo del fascismo español. Será que no le repugna ni le es tan
extraño. Más aún, le sirve de
milicia en su estúpida cruzada. Y cuando de verdad haya venido para
quedarse, el monstruo despertará a los peores fantasmas. Y será
demasiado tarde. Y eso no tiene perdón.
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