Cuesta
trabajo decidir qué puede dañar más a una democracia: si reformular el
concepto de soberanía nacional o confirmar que la corrupción se ha
convertido en una rutina diaria para
el PP
Estamos
todos tan atareados cursando esta especie de máster nacional en derecho
constitucional donde
nos hemos metido, tan entretenidos siguiendo el carrusel de registros,
decomisos e identificaciones efectuadas por la Guardia Civil en lugares
tan peligroso como imprentas o empresas de mensajerías que, a veces, se
nos pasan o despachamos como rutinarias otras
cosas que también tiene su importancia.
Comparados
con la supuesta quiebra de la soberanía nacional puede que para muchos
sean cosa menor o incluso bastante pedestre. Pero que un inspector de
Hacienda confirme en sede judicial que el Partido Popular se financió
ilegalmente, o que las facturas presentadas en su día por la exministra
Ana Mato para acreditar que ella se pagaba
sus viajes no se corresponden con aquellos que le regaló la trama
Gürtel, son algo más que pequeños detalles que no vale la pena ni
comentar porque ya está todo dicho.
Cuesta
trabajo decidir qué puede dañar más a una democracia: si reformular el
concepto de soberanía nacional como sostienen desde el PP, o confirmar
que la corrupción se ha convertido en una rutina diaria para el partido
del gobierno, más frecuente y menos perseguida que ir a votar o formar
parte de una mesa en un referéndum suspendido.
No
quiero ser malpensado pero hasta me ha dado por sospechar que, a lo
mejor,
por eso tantos sobreactúan tanto en Catalunya y se pretende convertir
el referéndum en una película de acción con buenos, malos, carreras y
persecuciones; para que dejemos de hablar de una vez de la dichosa
corrupción y nos centremos en “los temas que de verdad
importan a la gente”.
De
tanto oírle decir al PP que la corrupción era cosa del pasado y ya
estaba
amortizada parece que muchos se lo han acabado comprando. Pero lo
cierto es que aún nos falta la parte más difícil de gestionar: la de su
castigo. De su correcta implementación depende que la mayoría decida si
vive en un país donde corromperse se castiga severamente
y sale muy caro, o vive en un país donde corromperse sale muy barato y
el olor a podrido y a corrupción se ha vuelto insoportable.
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