2.14.2015

Para enamorarse mejor José Luis Ysern de Arce (El pulpito laico)

              Viñeta - La Provincia
       
Febrero, mes en que la propaganda comercial nos repetirá hasta la saciedad que los enamorados tienen que celebrar su día por todo lo alto. Bueno es enamorarse y bueno es permanecer enamorados; felicidades a las personas que lo logran, pues ciertamente serán mucho más felices que aquellas personas que viven su relación de pareja solo por costumbre, por mutua dependencia, por miedo a la soledad, por simple atracción física, o por cualquier otra razón que no es amor.

Desde que nacemos estamos llamados al amor. Primero experimentamos el amor de nuestros padres, amor absolutamente gratuito, que se manifiesta con nuestro apego a las figuras materna y paterna. Después es normal que nos vayamos desprendiendo de ese apego y nos vayamos haciendo más autónomos, más independientes. El corte del cordón umbilical al nacer, el desprendimiento del pecho materno meses más tarde, la salida de casa para acudir al jardín infantil y al colegio, son experiencias que escenifican bien el proceso de esta independencia y del crecimiento hacia la autonomía. Autonomía que a su vez es garantía de un amor más gratuito, más desinteresado, más auténtico. A medida que crecemos en autonomía e independencia nuestro amor es más generoso porque el acercamiento a nuestro padres, amigos, seres queridos, es más libre y desinteresado: no acudimos a ellos para buscar algo, para sacar un provecho, sino simplemente porque los queremos.

El problema se produce cuando alguien no desarrolla bien este crecimiento en personalidad propia, cuando pasan los años y sigue dependiendo emocional y afectivamente de sus personas significativas. En este caso la persona no solo no desarrolla saludablemente su personalidad sino que desarrolla una creciente inseguridad, un sentimiento parecido a lo que Erich Fromm llama “angustia de separatidad”. Es una angustia de soledad tan grande, tan insoportable, que el paciente buscará compensarla a como dé lugar, de la manera que sea, y de forma inconsciente. No es raro que encontremos algunos hombres y algunas mujeres cuya relación de pareja ha partido desde este tipo de angustia: por no estar sola/o. Creen estar enamorados,pero no es así; su relación no está basada en el amor, sino en una angustia neurótica de necesidad de compañía. Eso explica que la relación fracase, y que más pronto que tarde se enganchen en otra relación igualmente condenada al fracaso. Mientras no aprendan a amar en serio, cualquier nueva relación que emprendan no dará garantía alguna de permanencia, firmeza y estabilidad.

¿Qué es amar en serio? Es lo más importante y bonito de la vida. No hay fuerza y motivación más grande que la del amor. Aman así las personas seguras de sí mismas, sólidas, firmes, auténticas, autónomas, libres, sobrias, justas y veraces. Una cualidad inseparable de estas personas y del amor que brota de ellas es el respeto. El mismo Erich Fromm relaciona esta palabra con el verbo latino “respícere” = mirar. Te respeto cuando te miro a los ojos, miro desde tus ojos, y te pido que tú también hagas lo mismo conmigo. Así construiremos nuestra relación desde la verdad, sin engaños ni mentiras, asumiendo y aceptando nuestra verdad, diciéndonos la verdad, y caminando en la verdad; verdad que nos hace libres, no dependientes el uno del otro. El amor no es dominador ni opresor, sino liberador. Eso es estar enamorados de verdad.