“El mayor éxito del PP y de Rajoy en los últimos años: conseguir hacer normal lo que es insostenible”
Si el resultado hubiera sido muy
ajustado, que era lo que preveíamos casi todos, hubiese ganado ella o
él, la batalla sería tan encarnizada como ha sido hasta ahora. La
holgura de la victoria de Pedro Sánchez, que es la verdadera sorpresa,
debe
ayudar a suavizar tensiones, que van a seguir porque la fractura ha
sido tan enorme y el enconamiento de tal magnitud que no son fáciles de
cerrar. Va a depender de la generosidad del ganador y de la humildad de
los derrotados.
No
sabemos si Pedro Sánchez ha aprendido de los errores de su primera
etapa. Las señales que emite el ‘susanismo’ no permiten ser optimistas.
Da la impresión de que la mayoría de
los barones que han estado arropando a Susana Díaz están en la idea de
intentar limar asperezas y pactar. Los pasos que ha dado Susana Díaz, y
lo que trasladó gestualmente en las primeras horas, indican que
quiere blindar su territorio de poder, que es Andalucía. El adelanto
del congreso regional indica que quiere resistir.
Narra
en su libro los relevos al frente de la secretaría general de José Luis
Rodríguez Zapatero y de Alfredo Pérez Rubalcaba. Susana Díaz siempre ha
estado detrás manejando los hilos. Cuenta que tras las elecciones
europeas,
en las que Rubalcaba pierde cuatro millones y medio de votos, Susana
Díaz le llama por teléfono: “Si no dimites hoy, mañana voy a pedir
públicamente tu dimisión”.
La mayor pérdida de votos que se ha
producido en el PSOE entre 2008 y la actualidad fue en la etapa de
Rubalcaba. De los diez millones y medio largos que tuvo Zapatero se han
dividido prácticamente por la mitad entre el PSOE y Podemos. El papel
de Susana Díaz en todo desarrollo, fuera por aspiraciones propias o por
negarse a dar el salto que otros pretendían que diera, ha estado
presente en todo el proceso. Una de las cosas que me han sorprendido, en
el relato que he reconstruido del Congreso de
Sevilla, es que dirigentes socialistas que apoyaron a Rubalcaba en la
sucesión de Zapatero, reconocen hoy que fue un error. Admiten Chacón
hubiese supuesto una renovación, mientras que la de Rubalcaba fue un
bloqueo o incluso, como lo define alguno de los
dirigentes en el libro, un salto hacia atrás. No hubo renovación
generacional sino un blindaje de la vieja guardia, de los modos
institucionales y pactistas eternizados desde la Transición. Eso ha
causado un daño evidente, ha afectado a la credibilidad del
partido ante su electorado. Tras la dimisión de Rubalcaba, tras las
europeas, se produce el nuevo error: la manera en la que se hizo la
sucesión en favor de Pedro Sánchez.
Eduardo
Madina tarda en decidir si se postula para reemplazar a Rubalcaba. El
mismo reconoce que le falta instinto asesino en política. Poco después
de anunciar que se presenta a las primarias, los mismos que le habían
alentado
se pasan al bando de Susana Díaz. Ella también duda, pero ve en Madina
un rival que le impediría dar el salto a Madrid. Hay una operación casi
de Estado para que se retire Madina y dejar abierta la vía de la
proclamación. Como se niega, Susana apuesta por
Pedro Sánchez como líder provisional: ‘ocupa el puesto, no toques nada,
que ya te diremos cuándo tienes que irte’. Nada más derrotar a Madina,
Sánchez empieza a pensar por su cuenta.
Sí, así es: los mismos que aúpan a
Madina, tienen miedo. Creen que no es tutelable. Consideran que el
relevo tiene que recaer en alguien que simbolice la experiencia, la
oficialidad, la estabilidad; también que Susana Díaz cumple esos
requisitos,
o que con ella se corren menos riesgos. Pero Susana Díaz y su entorno
andaluz creen que no es el momento de dar el paso, que es demasiado
arriesgado. Ella aún no ha pasado por unas elecciones. Es presidenta de
la Junta de Andalucía por decisión de José Antonio
Griñán. Pedro Sánchez está en el lugar oportuno en el momento oportuno.
Se produce una concatenación de casualidades, que se repiten en
distintas fases de la carrera de Pedro Sánchez: entra en el Congreso por
carambola, porque no sale elegido. Sustituye a
Pedro Solbes cuando dimite y a Cristina Narbona cuando deja el escaño
para ir al Consejo de Seguridad Nuclear. El azar es importante en la
carrera de Pedro Sánchez, que está marcada por una ambición política muy
clara, algo legítimo por otro lado. Hay dirigentes
que le ponen peros porque no se fían. Uno de los que mejor le conoce es
Tomás Gómez. Está convencido de que Sánchez lo va a matar políticamente
en cuanto tenga una oportunidad. Por eso exige una reunión de
referentes del partido con Susana Díaz, Ximo Puig,
él mismo y Zapatero, que hace de garante de lo pactado. Hay una frase
que resume ese carácter de provisionalidad que todos quieren dar a
Sánchez. Es de Susana Díaz y la pronuncia a la salida: “Este chico no
vale, pero nos vale”. Un mes después del Congreso,
Sánchez anuncia en el primer comité federal que se celebra que va a ser
candidato a la presidencia del Gobierno. Ahí nace la ruptura y la
desconfianza absoluta entre Susana Díaz y Pedro Sánchez.
Un
alto dirigente del PSOE me dijo antes de las primarias: “Si gana Pedro
no hay día después; si gana Susana habrá día después, aunque quizás no
mucho más”. Por ahora ha habido día después.
A veces los políticos son muy
taxativos en la definición de posibles abismos. Los periodistas,
también. Una de las conclusiones que uno saca cuando intenta establecer
un relato con testimonios, datos y documentos sobre lo que ha ocurrido
en
el espacio de la izquierda, es que la política es una evolución
permanente en la que abunda el tacticismo. Por eso hay tanta
improvisación en las decisiones. Las grandes estrategias que se han
elaborado a posteriori no son tantas. Es algo que me asombra.
En el PSOE ha habido múltiples errores, sobre todo la obsesión por los
liderazgos personales. Han querido solucionar cada etapa con un cambio
de liderazgo personal y se han equivocado constantemente, tal como han
demostrado las urnas. Se equivocaron dando
el paso a Rubalcaba y dejando claro además que no creían en las
primarias. Es decir, en el voto de los militantes. Se equivocaron en el
momento en que dieron paso a Pedro Sánchez. Pase lo que pase a partir de
ahora, lo ocurrido es la mayor fractura que ha
tenido el PSOE desde los tiempos de Suresnes. Nunca nadie había
conseguido congregar en contra a tantos dirigentes que no tienen mayores
puntos de acuerdo entre sí. Susana Díaz y Eduardo Madina no tienen, por
ejemplo, la misma visión de España.
Da
la sensación de que el aparato solo piensa en sí mismo. Cuando dicen
‘si gana Pedro Sánchez, se acaba el PSOE’, igual solo se acaba su PSOE,
su presencia en la dirección o su peso en los medios de comunicación.
Que ellos
desaparezcan no significa que se acabe el partido.
Es así. La principal incógnita ahora
mismo es averiguar quién es definitivamente Pedro Sánchez, cuál es el
verdadero: el del abrazo a Ciudadanos, el del viaje a Lisboa para
escuchar los consejos de António Costa sobre el gobierno a la
portuguesa,
el que viaja a Berlín antes del 26-J y escucha a Sigmar Gabriel los
consejos sobre la gran coalición, el que cree que hay que abstenerse en
la segunda votación o el que vuelve de Mojácar a mediados de agosto y
dice: ‘lo que quieren es que yo me coma el marrón
de la abstención y luego liquidarme, y no estoy dispuesto’. Desde ese
momento crea un relato, actúa desde el “no es no” que ha construido el
Pedro Sánchez que conecta con las bases y con los votantes del PSOE. Las
bases dicen: ‘admitimos muchas cosas, pero
no dar el gobierno al adversario’. Es tan sencillo que sorprende que
los referentes del partido y quienes han arropado a Susana Díaz no hayan
sido conscientes de que, una vez más, el problema es de credibilidad.
¿Y
por qué las élites de los partidos, y las élites en general, tienen
tantos problemas para leer la realidad y entender lo que piensa la
gente? Afecta incluso a periodistas.
Sí, sorprende mucho. En el caso del PSOE, y esto está reflejado en el libro, no se puede entender lo que ha pasado, no ya en la última fase, sino en los últimos veinte o treinta años, sin tener en cuenta la interdependencia del PSOE con el grupo Prisa, con ‘El País’ en particular, y con Juan Luis Cebrián en lo personal. Lo reconoce el propio Cebrián en sus memorias. Primero dice: “El País nunca ha sido un periódico de izquierdas”; luego añade: “Tengo una relación y una amistad íntima con Felipe González y con Alfredo Pérez Rubalcaba”. Esa relación, como expresan en el libro varios dirigentes socialistas, ha supuesto la externalización del músculo intelectual del PSOE. Han estado condicionados en gran parte de las decisiones importantes por lo que pensaba o creían personalidades ajenas al partido con unos intereses concretos. Eso tiene que ver con la evolución que ha tenido el PSOE y con la evolución que han tenido el Grupo Prisa y ‘El País’. Y con los condicionamientos de los poderes económicos y financieros que tienen un papel permanente en lo que ha pasado, y un objetivo que no se han preocupado en disimular. Consideraban que cualquier opción a la izquierda que contara con Podemos era perjudicial para el país, España, y para ‘El País’ periódico. Lo han expresado editorialmente. Consideran que sería una catástrofe para los intereses económicos de este país. No hay más que comprobar los mensajes que han lanzado a través de editoriales, artículos y entrevistas con Felipe González en los momentos más sensibles en la evolución del PSOE.
Sí, sorprende mucho. En el caso del PSOE, y esto está reflejado en el libro, no se puede entender lo que ha pasado, no ya en la última fase, sino en los últimos veinte o treinta años, sin tener en cuenta la interdependencia del PSOE con el grupo Prisa, con ‘El País’ en particular, y con Juan Luis Cebrián en lo personal. Lo reconoce el propio Cebrián en sus memorias. Primero dice: “El País nunca ha sido un periódico de izquierdas”; luego añade: “Tengo una relación y una amistad íntima con Felipe González y con Alfredo Pérez Rubalcaba”. Esa relación, como expresan en el libro varios dirigentes socialistas, ha supuesto la externalización del músculo intelectual del PSOE. Han estado condicionados en gran parte de las decisiones importantes por lo que pensaba o creían personalidades ajenas al partido con unos intereses concretos. Eso tiene que ver con la evolución que ha tenido el PSOE y con la evolución que han tenido el Grupo Prisa y ‘El País’. Y con los condicionamientos de los poderes económicos y financieros que tienen un papel permanente en lo que ha pasado, y un objetivo que no se han preocupado en disimular. Consideraban que cualquier opción a la izquierda que contara con Podemos era perjudicial para el país, España, y para ‘El País’ periódico. Lo han expresado editorialmente. Consideran que sería una catástrofe para los intereses económicos de este país. No hay más que comprobar los mensajes que han lanzado a través de editoriales, artículos y entrevistas con Felipe González en los momentos más sensibles en la evolución del PSOE.
Pero luego la gente no hace caso.
Esa es la gran sorpresa para ellos, y
la gran reflexión que deberían hacer. Cuesta entender la ceguera.
Llevamos años, por lo menos desde el 15-M, en los que el electorado
progresista, en un sentido transversal, ha expresado de forma clara que
quiere cambio. Cuando la gente visualiza distintas opciones que
representan lo que se ha hecho siempre en los últimos treinta años y
entre ellas hay un botón, el que sea, que representa el cambio, la gente
pulsa cambio. En este caso, el botón es Pedro Sánchez.
Probablemente en otra fase, en Sevilla, hubiese sido Carmen Chacón.
Pedro
Sánchez llega ungido por la militancia contra del aparato. Llega libre.
La primera vez se lo debía al aparato que quería bloquear a Madina;
ahora llega investido de una gran
auctóritas. Posiblemente es la
peor noticia para Pablo Iglesias, porque puede competir en el mismo
lenguaje, presumir que ha derrotado a su propio sistema. Además, puede
competir desde la responsabilidad, está en un partido que ha presidido
gobiernos. A ver cómo lo maneja.
Pedro Sánchez tiene la oportunidad
de recuperar la credibilidad del PSOE ante su electorado. La tiene, y en
ese sentido puede sentirse liberado de todo tipo de ataduras. Ha tenido
enfrente a todos los referentes de poder en el partido, y a los
referentes mediáticos y económicos. Ha ganado a pecho descubierto,
arropado por las bases. Este es el relato que ha construido, y es un
éxito. Tiene la oportunidad de ejecutarlo. ¿Dudas? Las tengo. Es lógico
que las tenga por la evolución errática de Pedro
Sánchez. Es verdad que la ha tenido en un periodo en el que estaba muy
condicionado, pero en algún momento pudo dar pasos que no dio. Si leía
la realidad durante el año de ciclo electoral como la ha leído ahora,
por qué no convocó un comité federal para decir:’
señores, no debemos mantener las líneas rojas del 28 de diciembre;
quiero plantear esto otro’. Después de fracasar en la investidura con
Ciudadanos, ¿por qué no dio ese paso para explorar un gobierno
progresista? El riesgo era perder la secretaría general.
Durante esta fase, y lo demuestran los hechos que se relatan en el
libro, la prioridad de Pedro Sánchez era mantenerse en la secretaría
general. Pedro Sánchez transmite que ha cambiado, que ha madurado y
aprendido, que es consciente de los errores cometidos.
Si lee bien lo ocurrido tendrá una oportunidad para recuperar la
credibilidad del partido.
En la noche de las primarias escribí en un tuit: lo ocurrido es un 15-M para el aparato del PSOE.
Es indudable que es un golpe para
quienes siempre han sido contemplados como los guardianes de las
esencias y de la sabiduría política dentro del partido.
La
incapacidad del PSOE de captar los cambios en el humor de la sociedad
permitió el nacimiento y el crecimiento de Podemos, que se especializó,
sobre todo en la primera fase, en leer muy bien la realidad y de marcar,
como
dice en su libro, el lenguaje político, de colocar ideas que van a ser
el centro del debate. Esto es evidente desde las elecciones europeas y
las municipales y autonómicas. Quizás el error de Podemos fue pensar que
el 20-D era una oportunidad única, un ahora
o nunca, cuando en verdad empezaba todo.
Sí, si se analiza toda la cadencia
de cómo fueron los hechos, desde el 20-D hasta el 26-J, es evidente que
fue la desconfianza total entre el PSOE y Podemos y la equivocación en
la estrategia de los dos lo que impidió el acercamiento. El PSOE
cree que Podemos quiere liquidarle y Podemos que el único interés del
PSOE es evitar el ‘sorpasso’, que es la prioridad de Podemos, sobre todo
del equipo de Pablo Iglesias. Las urnas demostraron el 26-J que esa
lectura fue errónea por ambas partes. En esa
fase hubo una oportunidad clarísima. El análisis más técnico dentro de
Podemos lo hizo Carolina Bescansa. Decía que la causa de la pérdida de
un millón de votos el 26-J no fue tanto la alianza con Izquierda Unida,
sino que una parte importante del electorado
les reprochó no haber intentado sacar al PP de Gobierno.
Una
solución tipo la serie Borgen era el pacto entre Podemos, Ciudadanos y
el PSOE. Si se quiere, un Gobierno del PSOE con independientes apoyado
desde fuera por los otros dos y una agenda de regeneración radical, como
que
el Parlamento elija al Fiscal General del Estado por una mayoría de dos
tercios, y que no se pueda cambiar con una mayoría absoluta, tener una
RTVE de todos. En una entrevista con Jordi Évole antes de diciembre,
Pablo Iglesias y Albert Rivera parecían llevarse
bien.
Porque ambos representaban el cambio.
Esto
se acaba después del 20-D. Es como si alguien le dijera a Rivera, ‘de
buen rollito, nada’, y empieza a atacar. Iglesias, que no necesita mucho
para saltar, salta. A Pedro Sánchez, además de sus errores, le pusieron
tantas
rayas rojas que no supo qué hacer. Los tres perdieron la gran
oportunidad de sacar al PP del Gobierno.
Esto es lo que piensa mucha gente,
por lo ocurrido el 26-J con la recuperación de una parte del voto del
PP. En la fase en la que había ese buen rollito, como dices, Pablo
Iglesias y Albert Rivera estaban convencidos de que no competían entre
sí y que representaban el cambio. Después del 20-D, se ve claramente
que hay presión para que Ciudadanos establezca su incompatibilidad con
Podemos. Y Podemos decide ser incompatible con Ciudadanos en su
estrategia de superar al PSOE. No todo el mundo dentro
Podemos pensaba lo mismo ni lo analizaba igual, como se ha visualizado
después. En aquellas fechas algunos analistas reflexionábamos sobre la
solución de un gobierno del PSOE con apoyo desde fuera o desde dentro de
Ciudadanos y la abstención de Podemos. Eso
situaba a Podemos en la labor de principal referente de la oposición.
Todas las medidas obligadas, debido a la presión desde Bruselas y del
BCE, se las hubiera comido el PSOE. Todo lo que fuera regeneración
hubiera sido gracias a Podemos. No se entiende bien,
desde el punto de vista de quienes no estamos en ninguna militancia,
que no se valorara lo suficiente ese escenario y se arriesgara tanto en
el otro, que ha resultado fallido. Esta oportunidad estaba condicionada
porque Ciudadanos es una cuña de los poderes
económico-financieros, que no ocultan que quieren que haga el papel de
frenar a Podemos, que evite cualquier posibilidad de que Podemos
participe o apoye un gobierno por la izquierda.
¿Por qué ese miedo cerval a Podemos?
No es tanto el miedo que trasladan,
la cosa bolivariana y todo esto, es porque supondrían un muro frente al
neoliberalismo, para la aplicación de las medidas que se han aplicado
estos años.
Y
que se acabaría el chiringuito en el que todo se lo reparten sin
concurso público. Miedo a que se levanten las alfombras, como se han
empezado a levantar.
Es otro error en la lectura de la
realidad por parte de las élites, también las del Partido Popular,
porque estamos viendo casos que no dependen tanto de que haya un
gobierno progresista o no, sino de que funcionen las instituciones, los
mecanismos
democráticos. Cuando hay un juez, unos fiscales o unos investigadores
que hacen su oficio y cumplen su función, el gobierno de turno no lo
tiene fácil, como se está demostrando. A pesar de la escandalosa
contaminación de los órganos judiciales desde el poder
político, estamos viendo que cosas que se han ocultado durante una
década están saltando, y eso que no está gobernando Podemos.
¿Qué le puede estropear la legislatura a Rajoy?
La legislatura depende más de lo
judicial que de lo político. La aprobación de los presupuestos le
garantiza el Gobierno hasta 2019. Esto ha servido para dar solidez al
relato de Pedro Sánchez, porque se ha demostrado que no hacía falta el
harakiri
de la abstención para que hubiera gobernabilidad. Rajoy decidirá en qué
momento le interesa convocar elecciones. Sin descartar que quiera que
coincidan en 2019 las autonómicas, las municipales, las europeas y las
generales. Está en sus manos. ¿Qué puede distorsionar
que Rajoy mueva el calendario electoral como más le interese? Que los
estallidos de los casos de corrupción y los avances judiciales sobre ese
asunto hagan irresistible esa situación.
Es
increíble que el futuro del PP o el de Cristina Cifuentes pueda
depender de quién es el titular del Juzgado Central de Instrucción
número 6 de la Audiencia Nacional [al que volverá casi después de 17
años su titular Manuel
García Castellón].
No olvidemos que el PP está
gobernando gracias a Ciudadanos. Las promesas de regeneración de
Ciudadanos incluían una batería de propuestas que se firmaron con el PP,
entre ellas las que garantizaban avances en la independencia judicial.
Pero
no se han producido esos avances, no se han ejecutado hasta el punto
que podamos fiarnos en que no hay esa contaminación que decíamos antes.
Si el gobierno tiene la posibilidad de controlar la Fiscalía General del
Estado y el Consejo General del Poder Judicial,
existe la posibilidad de control de los nombramientos que, aunque
tienen su mecánica normativa, están condicionados por las decisiones de
las mayorías en los órganos correspondientes. Vemos nombramientos de
jueces en destinos internacionales muy bien pagados
que crean huecos en el escalafón que después corresponden a algún juez
que puede convenirles más. Federico Trillo era un especialista en esto.
Durante años condicionó la persecución de la corrupción.
Con
lo que han desvelado las exclusivas de InfoLibre sobre el fiscal
anticorrupción, y con el fiscal general y el ministro de Justicia
reprobados en el Parlamento, Rajoy se dedica a hacer bromas sobre la
Coca-Cola de Ramón
Espinar.
Es una técnica. El mayor éxito del
PP y de Mariano Rajoy en los últimos años: conseguir hacer normal lo que
es insostenible. Han conseguido que entren en la normalidad todo tipo
de actuaciones que, en cualquier democracia mínimamente solvente,
no serían aceptables.
¿De quién es la culpa que esta normalidad se haya instalado como forma de gobierno?
Tiene mucho que ver con el hecho de
que el PP ha conseguido manejar los mensajes y los marcos de discusión
mediática, aprovechando incluso las nuevas herramientas para que un
escándalo que se produce a las diez de la mañana, quede fagocitado
a la una por el siguiente. Es una técnica que está muy estudiada. No es
algo improvisado. En eso han demostrado una gran habilidad. También se
han aprovechado de la división que ha habido enfrente. Cuando Felipe
González define a Rajoy como el único animal
que avanza sin moverse hay que complementarlo con el hecho de que los
demás se han movido en direcciones equivocadas; si no, no hubieran
podido sostenerse.
A
la guerra interna del PSOE se suma la división en Podemos, donde parece
evidente que hay una purga de ‘errejonistas’. ¿Qué futuro tiene
Podemos?
En Vistalegre II ganó una hoja de
ruta y una estrategia, la de Pablo Iglesias, que consiste en mantener e
incentivar la movilización social, priorizar la calle sobre un trabajo
institucional que creen que no es eficaz en estas circunstancias
políticas y parlamentarias. Tiene su explicación. Es verdad que, como
está demostrando el gobierno de Rajoy, la arquitectura que tenemos desde
la transición hace que, aunque el gobierno esté en minoría en el
Parlamento, la mayoría de las iniciativas no resultan
eficaces porque el gobierno tiene capacidad de bloqueo. Esta situación
no le obliga a desmontar las principales medidas y las leyes aprobadas
cuando tenía mayoría absoluta. Está consiguiendo dilatar la reforma
laboral, la ley de RTVE, etc. En este sentido,
la teoría de Podemos tiene una base. Otra cuestión es lo que se abre a
partir de ahora. Habrá que comprobar si se ha aprendido algo en el
recorrido. Lo esencial es que es muy difícil que cambie el gobierno del
PP si no hay algún tipo de entendimiento colaborativo
entre el PSOE y Podemos. Luego se puede entrar en las fórmulas y en los
matices. La única vez que hubo en este país un acuerdo pre-electoral de
las fuerzas que en aquel momento podían ser paralelas a las de hoy, fue
un fracaso absoluto, el de Almunia y Paco
Frutos en su día. Pero no tenemos ni las mismas circunstancias ni tiene
por qué ser una fórmula pre-electoral. La cuestión es que la mayoría
del electorado quiere un cambio en las políticas que se han venido
practicando y en la gestión de la crisis. Si eso
no lo asumen Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, y sus respectivos equipos,
seguirán desgastándose mutuamente y seguirá gobernando el PP.
Da
la sensación de que Podemos ha elegido ser oposición, no aspirante a
gobernar o a influir en un gobierno. La victoria de Pedro Sánchez, como
se ha producido, obligará a modificar la estrategia. Sorprende de
Podemos que
teniendo una enorme capacidad de lectura de la política no hayan tenido
desde diciembre la misma capacidad para hacer política.
Podemos ha cometido errores desde el
20-D. Afectan a lo que era su mayor potencial: la capacidad de
estrategia política, muy conectada con el 15-M y a la movilización
social. ¿Va a haber rectificación? Da la impresión que incluso los
partidos
nuevos no tienen tantos reflejos. En el último mes y medio, dos meses,
Podemos ha lanzado el Tramabús, que conecta con Vistalegre y la
movilización en la calle. Pero a la vez, han presentado una moción de
censura, que está en la vía de la pelea parlamentaria.
No sé si se podrán manejar todas las bolas a la vez. Es verdad que el
triunfo de Sánchez les complica las cosas.
Podemos
es consciente de que Pablo Iglesias tiene mala imagen, lo dicen las
encuestas. Es cierto que muchos medios de comunicación le han hecho un
traje, pero algo de culpa tendrá él.
Esa es la sensación, que los medios
de comunicación le han hecho el traje y que ellos han cometido errores
graves. Un 70% puede ser el traje, y un 30% lo han puesto ellos. Para
Podemos el mayor riesgo es un exceso de tacticismo. Si la gente,
tu propia gente, percibe que algunos de pasos son más ficción que
realidad, volvemos al problema de fondo que ha tenido el PSOE estos
años, que es el de la credibilidad. El origen de la crisis política y de
la crisis en la izquierda, especialmente del PSOE,
es un déficit de credibilidad. Es paralelo a la crisis de la prensa y
del periodismo. Las genialidades del marketing político tienen el
altísimo riesgo de redundar en la falta de credibilidad y eso puede
desgastar el importantísimo apoyo que tienen. Sin embargo
hay cosas que no tienen marcha atrás. Estamos viviendo un cambio, un
corte demográfico y generacional. Las generaciones más jóvenes, más
dinámicas, más urbanas, más profesionales han establecido un mensaje
claro. Ya no vale todo.
¿Puede
recuperar el PSOE parte del discurso que le ha robado Podemos, ir a por
la transversalidad al que parece ha renunciado Iglesias? Pero hay algo
en la escenografía que no ayuda, aunque sea emotivo: cantar La
Internacional
puño en alto. Podían buscar algo más neutro.
No ayuda sobre todo en términos de
credibilidad. Hay una distorsión entre la imagen que has creado de ti
mismo durante años y la solidez con la que se le ve cantar o gestualizar
un himno que ha sido de las bases socialistas, aunque no siempre
se ha correspondido con las políticas que han ejecutado. De ahí la
decepción de su electorado.
Es
evidente que con cuatro partidos en el escenario nacional nadie va a
tener mayorías absolutas. Si el PSOE quiere volver al gobierno solo
tiene dos vías: una gran coalición con el PP o un pacto con Podemos.
Aunque Podemos
superara al PSOE y el PSOE quedara reducido a cuarenta diputados,
tampoco podría gobernar sin ellos. Están condenados a entenderse.
A entenderse de la manera que sea.
Es una de las conclusiones que deberían haber percibido mucho antes. Es
verdad que ha habido muchos obstáculos para que eso fraguara, pero hay
que empezar admitiendo que los obstáculos venían desde sí mismos.
Ni Podemos ni el PSOE dirigido entonces por Pedro Sánchez mostraron que
esta fuera la prioridad. Se intentaron otras cosas creyendo que eso
fortalecía o debilitaba menos, Ha sido un error. Se abre un tiempo
completamente distinto, y eso va a condicionar, no
tanto la longitud de la legislatura, como el futuro de la izquierda y
la posibilidad de cambio o no en este país.
En
la cuestión catalana, Podemos defiende un referéndum con pregunta clara
y unas condiciones pactadas. El PSOE no quiere pronunciar la palabra
consulta. Pero la única forma de finalizar con el pulso permanente es
con un referéndum.
La posición de Podemos le ha dado
una solidez en Cataluña. La defensa del derecho a decidir es clara, le
ha diferenciado del PSOE y aportado un apoyo clarísimo desde el primer
momento. En el libro relato la influencia que ha tenido el asunto
de Cataluña en la crisis de los socialistas. El PSOE nunca ha podido
gobernar en España sin haber obtenido un buen resultado en Cataluña. El
PSOE necesitaría revisar su relación con el llamado ‘problema catalán’
si quiere volver a recuperar el gobierno de
la nación. O confiarlo todo a una alianza con Podemos, al margen de las
diferencias que hay en este asunto. Siempre ponemos el foco en que no
ha sido posible el cambio de gobierno por la batalla entre Podemos y el
PSOE, pero la realidad parlamentaria es que
no ha habido forma de sumar, mientras se consideren apestados los
escaños de las formaciones independentistas.
La
campaña contra Manuela Carmena por ceder un espacio a Puigdemont en
Madrid ha sido poco democrática. En una democracia también se puede
defender la independencia.
Lo que me asombra es que parezca más
democrático no escuchar. Se intenta poner en solfa que Carmena
decidiera ceder un local del Ayuntamiento, o alquilarlo, para que dieran
su conferencia. Aunque discrepes de lo que va a decir Puigdemont, en
una democracia que funciona lo normal es que los dirigentes de otras
formaciones vayan a escuchar. Eso sería lo normal y lo inteligente. No
se trata de poner de acuerdo a quien ha decidido que Cataluña tiene que
ser independiente, y quienes dicen que se va
a aplicar la ley y que vía tribunales se va a pararlo. Son posiciones
que no parecen tener puntos de confluencia. ¿De qué se trata? De
convencer al mayor número posible de ciudadanos en Cataluña, y del resto
de España, de que no vayan a la independencia, que
se queden para construir otra realidad. En el libro he llegado a una
conclusión, que no tenía tan clara antes de empezar: muchos dirigentes
del PSOE que están anclados en la Declaración de Granada, son
conscientes en privado de que hay de que dar algún paso
más. Que sin empezar por el referéndum cabe hablar de la posibilidad de
un estado plurinacional que garantice la igualdad de derechos y la
singularidad de quienes quieran ser nación, expresarse como nación y
funcionar como nación. Dicen que habrá que planteárselo
en el fututo. El problema es saber dónde está el futuro: si se te está
escapando, o si sirve como cree Rajoy para debilitar el apoyo
independentista.
Parece
que estamos metidos en el juego de la gallina, el de llevar los coches
hasta el precipicio. Da la sensación de que ese es el juego entre los
partidos y entidades soberanistas. Su esperanza es que Rajoy cometa un
error
y puedan echar la culpa a Madrid. ¿Qué le van a decir a todos los
catalanes que quieren la independencia? ¿Volverán a convocar elecciones
plebiscitarias?
Es muy arriesgado. Los análisis que
escucho, sobre todo en Cataluña, y cuando hablas con las fuentes,
señalan que en esa disputa entre dos polos, el PP y Junts pel Sí, entre
lo que representa Rajoy y lo que representa Artur Mas, los ganadores
serán Oriol Junqueras y ERC. Se considera que este proceso puede
fortalecer a quien tiene toda la credibilidad en el mundo del
independentismo. Es posible que en el Gobierno estén considerando que al
final el interlocutor válido será Junqueras.
Me dijeron en Barcelona que Junqueras es como José Bono, tiene talento para cambiar de opinión.
Y para acordar.
También
me dijeron que en el entorno de Soraya Sáenz de Santamaría le quieren
ver como un nuevo Santiago Carrillo. El tipo que va a reconducir sus
huestes y meterlas en el corral.
Está todo por ver. Es una situación
distinta al 9-N. Después de lo ocurrido por la vía judicial, las dos
partes tienen unas herramientas más claras. Será muy difícil que se
celebre el referendo. Lo que es inevitable es que se convoquen
elecciones
o que hagan una declaración unilateral.
¿Qué efecto tendría una declaración de independencia unilateral en el reconocimiento exterior?
Tiene un efecto político y un
mensaje hacia el exterior, que es en el que más se están volcando desde
Cataluña las fuerzas independentistas. Intentan relacionar todo con el
respaldo o la legitimidad que les den internacionalmente. Creen que esa
es la vía para fortalecerse. No tengo claro que ellos mismos estén
convencidos de que esto no tiene otra salida que la independencia, que
es lo que trasmiten. Recuerdo un almuerzo con Artur Mas en Madrid hace
unos meses en el que claramente reconoció: “bueno,
no tuve más remedio que subirme a una ola que era imparable”. Y eso es
lo que ha ocurrido al menos por parte de uno de los dos actores
principales que es la antigua CiU. Lo que no se ha terminado de asumir
desde aquí es que lo que está ocurriendo no está en
manos de unos partidos independentistas, sino en manos de una parte
importante de la sociedad catalana que ha dado la espalda a España desde
la sentencia del Estatut. Y mientras no se asuma esa realidad y no se
contemple políticamente como algo que hay que
manejar, que hay que avanzar, que hay que discutir, que no se puede
empezar una discusión por el final. Ni por quien dice ‘solo puede ser
independencia’ ni por quien dice ‘para esto están los tribunales’. Sigo
confiando en que la realidad nos llevará a alguna
situación que modificará la Constitución del 78 y establecerá una
convivencia del tipo que sea.
Muchos
sostienen que más que un problema catalán hay un problema español.
Seguimos anclados mentalmente en los mismos cinco reinos de la Edad
Media. Parece que a diferencia de los años treinta Cataluña ha
renunciado a la modernización
de España.
Sí. Y además hay una tesis,
históricamente muy asentada y argumentada: los brotes más fuertes de
independentismo surgen en etapas en las que falla el Estado o en las que
hay una debilidad clara por parte del Estado español. Creo que la
situación
política de aquí, la caída del bipartidismo y la crisis económica, han
contribuido a que el mensaje independista tenga mucha más fuerza.
Las encuestas indican que la mayoría de los catalanes está por el referéndum, pero pactado.
Sí. Esa es una realidad. Se
equivocan quienes niegan un referéndum. Ya no estamos hablando de la
contraposición independentismo y federalismo, estado autonómico o lo que
usted quiera. Estamos hablando de que un 70% o un 75% de la población
de
un territorio quiere expresarse. ¿Por qué no se intenta negociar el
orden de esa expresión?
Y
las condiciones. Artur Mas dijo a Jordi Évole en una entrevista que
estaba a favor de una mayoría cualificada. Junqueras hablaba de un
consenso amplio. Javier Solana, que fue el responsable como ministro de
Exteriores de
la UE, de organizar el referéndum de Montenegro, impuso la condición de
superar el 55% de síes. Parece razonable. No puede independizarte con
un 45%.
En eso las fuerzas independentistas
hicieron una trampa, han bloqueado la posibilidad de desarrollar esta
parte del debate. Cuando celebraron las últimas elecciones que
calificaron de plebiscitarias, para decidir sobre la independencia,
obtuvieron
un 48%. Pese a este resultado continuaron con la hoja de ruta
independentista. Es una mala base para fomentar la confianza en una
negociación. No tienen mayoría para seguir con la hoja de ruta
independentista. Así dan armas a la posición contraria, la del
PP, para mantenerse en ese choque. Un referéndum, en la hipótesis que
sea, es contemplable dentro de una reforma constitucional que llevará
también a un referéndum en Cataluña. Soy partidario de un referéndum en
el que la gente exprese lo que quiere ser. Y
habrá que hacer una oferta cautivadora, atractiva, seductora para que
se queden, pero eso no se contempla.
No
sé qué porcentaje del 48% independentista es emocional, es decir, que
se le pueda atraer desde un lenguaje distinto y con una oferta
interesante.
Pedro Sánchez defendió de nuevo la
idea de ‘nación de naciones’, pero habló más bien de una nación
cultural. El sector más independentista no ve un cambio en sus palabras,
dicen que no se termina de entender lo que está pasando. Es evidente
que
Cataluña es un tema complejo. Si no, no llevaríamos siglos con esta
historia. Me parece que hay una oportunidad, como la hubo con la reforma
del Estatut en el 2006. Tenemos abierta una oportunidad que conecta con
lo que estamos viviendo: los cambios generacionales
y la globalización, que podrían permitir la construcción de un Estado
más plural.
Es
posible que la negociación del Brexit, el precio que tendrá que pagar
el Reino Unido por dejar de pertenecer a la UE, sea un aviso para los
partidos independentistas en Cataluña.
Cuando hablo con representantes del
independentismo, utilizan referentes que puedan servir para armar su
discurso y, sobre este tema se refieren más a Escocia, y al hecho de que
el Reino Unido decidiera dar la voz y que Escocia decidiera. A pesar
de que decidieron en contra de lo que ellos plantean, ¿no? Lo más
interesante del Brexit es que vuelve a abrir el melón de Escocia
No hay melón si el Reino Unido no acepta un nuevo referéndum.
Puede convertirse en un referente
derrotado. Las armaduras de ese discurso se van a ceñir cada vez más a
la reivindicación de la libertad de un pueblo para decidir su futuro.
Otras cuestiones son las condiciones, las mayorías, porque partir un
pueblo por la mitad tampoco es democrático. La solución a la cuestión
catalana depende más de la inteligencia de aquí que de la fortaleza de
allá.
Muchas gracias, Jesús Maraña.
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