Hoy,
a 38 años de la promulgación de una Constitución que plasmó una
dificilísima correlación de fuerzas en la que la oposición democrática
tuvo que ceder más de lo que pudo arrancar
a las élites de la dictadura, quiero homenajear a esos maestros que me
enseñaron a entender la situación actual.
Hoy,
los autoproclamados constitucionalistas (la triple alianza
PP-PSOE-Ciudadanos) pretenden usar la Constitución del 78 para
bunkerizarse y frenar los avances sociales que reclama
nuestra sociedad. Si la reforma del artículo 135 fue una deshonrosa
claudicación ante poderes exteriores, como reconocería incluso el
destituido secretario general del PSOE, el atrincheramiento de la triple
alianza para negar la necesidad de dar encaje constitucional
a la plurinacionalidad y de avanzar en las cuestiones fundamentales que
demanda la sociedad, revela que sólo entienden la Constitución como
candado y no un texto resultado de una coyuntura histórica difícil (la
metamorfosis de una dictadura) y de reformas
discutibles, que es manifiestamente mejorable.
Hace
exactamente un año propusimos cinco mejoras a la Constitución que
seguimos defendiendo. Es necesario blindar en ella los derechos
sociales, garantizar la independencia judicial,
prohibir las puertas giratorias, cambiar el sistema electoral y dar
encaje constitucional a la plurinacional constitutiva de nuestra patria.
Frente a los que se atrincheran y se bunkerizan es necesario avanzar y
modernizarse.
En
esta legislatura es posible que los partidos del búnker busquen algún
tipo de reforma. Estaremos como es lógico abiertos al debate pero no
somos ingenuos. difícilmente los
padres del 135 y los recortes van a poder asumir el desafío histórico
que reclaman las gentes de nuestro país más allá de lo que voten. Por
eso nuestro papel no debe limitarse a asegurar con nuestra fuerza en el
Parlamento que cualquier reforma de la Constitución
deberá ser sometida mediante referéndum a la voluntad del pueblo
español, sino que debemos también sacar el debate a la sociedad para
empezar a construir un espíritu constituyente que ya se intuye en los
reclamos populares.
La
indignación frente a los abusos de las eléctricas que cortan
suministros a compatriotas; las luchas de la clase trabajadora por sus
derechos (telemarketing, Coca-Cola); la
defensa de las pensiones; la histórica reclamación del 15M del fin de
las puertas giratorias y de un sistema electoral más proporcional; la
justa reclamación del pueblo catalán de su derecho a votar y decidir;
las reclamaciones de sectores populares con identidades
que han padecido durante décadas la subalternización de un centralismo
miope y antiguo; y la reivindicación de una justicia libre de amenazas e
intromisiones del poder político y económico son temas que difícilmente
van a asumir los partidos de la triple alianza
parlamentaria si en España y sus pueblos no se construyen contrapoderes
que den vida a un nuevo espíritu constituyente modernizador, tolerante y
avanzado.
De
mis padres de la Constitución aprendí muchas cosas, pero quizá la
fundamental es que los avances sociales que recogen las constituciones
no son el resultado del trabajo de
especialistas y parlamentarios, sino del empuje democrático de los
pueblos. Todo lo bueno de la Constitución del 78 tiene que ver con ese
empuje, mientras que la mayor parte de sus deficiencias tiene que ver
con la resistencia de las élites al cambio. Y si
algo nos ha enseñado la Historia es que la democracia es el resultado
del avance los pueblos sobre las élites, del avance de los derechos
sobre los privilegios.
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