Antes
de que se adelante la competencia, quiero ser el primero en felicitarte
las fiestas ahora que va quedando claro que ni se gobierna desde el
Parlamento, ni quedaba más daño
que amortizar por los casos de la corrupción o el juicio de la Gürtel,
ni habrá elecciones el año que viene; a no ser que la oposición te lo
siga poniendo tan fácil y entre todos te regalen otra mayoría absoluta,
como si fueras su mejor amigo invisible.
El
año había empezado regular pero no podría acabar mejor. Ya pueden ir
abandonando toda esperanza quienes esperaban o confiaban en una
legislatura corta y una convocatoria rápida
de otras elecciones donde, ésta vez sí, la gente les daría la razón. A
Rajoy no le faltan los votos, le sobran. Mientras Podemos se emplea a
fondo en acabar con Eduardo Inda, al apoyo de un Ciudadanos entregado al
papel de amante que todo lo aguanta porque
mañana su amado pedirá el divorcio a su mujer, hay que sumar la
receptividad de un PNV decidido a rentabilizar su papel de nacionalistas
buenos y, sobre todo, la complicidad de un PSOE que ha pasado del “No
es No” al “Vamos a hacernos una foto subiendo algo”
mientras gana tiempo para preparar el advenimiento del nuevo liderazgo.
Al presidente le ha bastado con seguir el sabio consejo del señor
Miyagi: dar cera, pulir cera.
La
normalidad le va tan bien que Mariano Rajoy ha pasado a otro nivel.
Levita sobre la política y los políticos españoles. Él ahora debate sólo
con Ángela Merkel o Juncker y sobre
cuestiones realmente transcendentes como la estabilidad de Europa o qué
hacer con los compact disk que compramos en los noventa pensando que
eran el futuro. Que esta semana su mayor reto y gran impacto informativo
haya consistido en responder a unas ironías
adolescentes sobre los condones por parte de Gabriel Rufián, lo dice
todo.
Para
las cosas locales ha dejado de encargada a la Vicepresidenta Maravilla,
quien todo lo arregla diciéndoles a los demás qué deben hacer con cara
de estricta madre y cuidadora;
un gran avance para la feminización de la política. Para todo lo demás
se ha rodeado de otro equipo de ministros guardaespaldas: todos dedican
las 24 horas del día a dejar claro que si algo va bien se debe a las
sabias instrucción de Rajoy y si algo va mal
el presidente lo arreglará. El ministro de Educación y portavoz ejerce
de escolta líder y encarna como nadie ese espíritu de responsable de
seguridad: todo sonrisas, amabilidad y empatía mientras te acompaña
hasta la salida y te pone en la calle.
Si
el paro vuelve a crecer en noviembre es por culpa del verano, que este
año ha sido más largo. Si el recibo de la luz se ha disparado en un 28%
en 2016 se debe también al verano
y su falta de lluvia. Si sube la gasolina justo para el puente es cosa
de la OPEP que recortado la producción y subido precios. Si crecen los
impuestos se trata de cuidar la salud de los fumadores y los bebedores
de refrescos. Si hay que tirar de 10.000 millones
más de una hucha de las pensiones que, efectivamente, está para
gastarse pero no tan rápido, algo debería hacer al respecto el Pacto de
Toledo.
Nada
ni nadie le afectan. De seguir así, al final de esta legislatura, Rajoy
no se presentará a la mundanal reelección, podrá aspirar a la divina
canonización.
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