Anoche
un señor que vive en un palacio pagado por todos y al que no ha votado
nadie salió en la tv y durante 12 minutos y 22 segundo habló de España,
de legalidad y de convivencia. Otra vez. Y ya van 41 veces, 41 años
(comenzó su padre Juan Carlos
de Borbón al que al menos si votó alguien, un tal Francisco Franco
Bahamonde pionero en esto de hablar en navidades allá por el año 1937).
El señor de ayer se llama Felipe de Borbón y por su apellido cobra
7.700.000€ públicos al año.
Durante esos 12 minutos además de
hablar de “patrimonio común” (entiendo que no se refería al suyo) y del
“valor de la familia” (entiendo que no se refería a la suya) habló de
“unidad” y de “no romper normas” (entiendo que no se refería al Caso
Nóos ni a su cuñado) que pueden hacer peligrar una supuesta
recuperación económica que seguro que desde los bonitos y cuidados
jardines de la Zarzuela se percibe. Es en este punto en el que conviene
hacer ciertas puntualizaciones por alusiones.
Una vez más. Una urna no separa. Una
urna no divide. Divide y separa un desahucio, no una votación. Divide y
separa la cola frente a la puerta de comedor social, no frente a la
cola de un colegio electoral. Divide y separa elegir entre comer
o pagar la luz y no elegir entre un sí o un no en un referéndum. Divide
y separa pagarle un safari a un señor para matar elefantes y no pagar
una convocatoria electoral. Divide y separa ver a un señor en un palacio
enmoquetado de centenares de metros desde
tu casa de 60 cada nochebuena. Divide y separa ver a Carme Forcadell en
las puertas de un juzgado por ser independentista y a Urdangarín en la
playa por ser quien es. Divide y separa responder a centenares de miles
de personas que salen a la calle cada año
y a una mayoría parlamentaria total y absoluta con hipocresía, amenazas
veladas y paternalismo predemocrático.
En definitiva, lo que amenaza a la
soberanía (y al respeto) del pueblo español no es un referéndum en
Catalunya, es apellidarte Borbón y hablar en prime time en la televisión
de “una España de brazos abiertos y manos tendidas donde nadie agite
viejos rencores o abra heridas cerradas”, en un país con 120.000
personas que siguen en cunetas 80 años después.
La dicotomía ahora en Catalunya es
sencilla. Hay quien defiende una votación refrendada por un rey y hay
quien defiende una votación refrendada por el pueblo de Catalunya. Con
discursos como el de anoche, nos cargan de razones a unos y pone el
foco sobre otros. En 2017 veremos. Feliz año republicano.
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