Mientras la imagen que ofrece TV3 es la de un Mas épico arropado por el pueblo, la cruda realidad es bien distinta. Relatamos lo que sucede tras la comedia del proceso catalán
No hay nada tan malsano para el individuo y para la sociedad como la mentira acreditada” (André Gide)
La farsa que se viene desarrollando en Cataluña roza ya el esperpento valleinclanesco. Los políticos que gobiernan en Barcelona y en Madrid han adoptado la farsa como método de actuación. Es lógico, si se comprueba su inanidad ideológica, lo exiguo de su cultura política, sus terribles carencias intelectuales.
Mariano Rajoy y Artur Mas no son, en modo alguno, las dos caras de una misma moneda. Son la misma cara y la misma moneda gastada, la de una concepción arcaica del poder y sus mecanismos. Dos polichinelas que ocultan la misma mano, siendo así que los dos siguen los dictados del mismo titiritero.
Cuando la gesticulación se apodera de la política
La gesticulación, cada día más patética, de un Mas acorralado interpretando el papel de mártir progresista – cuando es uno de los gobernantes más reaccionarios de toda Europa – frente a un Rajoy pacato y en poder del ala dura del PP, convierte los informativos en una especie de Gran Hermano.
Atendiendo a la pésima comedia que pagamos entre todos los ciudadanos, las estrategias de populares y convergentes continuarán en las próximas semanas igual. Los primeros, enrocados en su tibieza y la nueva ley del Constitucional – un paño caliente para no aplicar el 155 de la Constitución- y los segundos en su bravata de taberna, esperando a las elecciones generales y a que escampe.
Mientras tanto, TV3 entrevista en prime time a la anciana tía de la procesada consejera Irene Rigau, y la provecta señora ruega a las CUP que no sean como los anarquistas en el 1936 y apoyen a Mas. La propia Rigau arguye, como prueba suprema de la iniquidad a la que están sometidos ella y los secesionistas, que la directora del instituto de enseñanza que denunció presiones por parte de la Generalitat el pasado año en la pseudo consulta, es militante de Ciudadanos. Mientras tanto, detrás del telón, hay barullo.
¿Qué se han dicho Mas y Junqueras ésta semana?
Las conversaciones semi privadas que han mantenido los dos líderes no tienen desperdicio. En ellas, han intentado desbloquear el impasse político en el que se hallan después de las elecciones autonómicas. Oriol Junqueras cree que Mas debería hacer un gesto, retirarse para no perjudicar al proceso y dejar en su lugar a Raül Romeva. Está dispuesto, incluso, dejarle a Mas un cargo, inexistente, por otra parte, de presidente emérito, algo así comoreina madre del independentismo. Pero sin poder alguno.
Mas, por su parte, sigue en su estrategia suicida del “O César o nada”, y se ha lanzado a un abanico de propuestas a cual más chusca. Ora se propone como Conseller en Cap, ora como President con dos vicepresidencias o tres de carácter más político. Nadie, salvo los suyos, que cada vez son menos, las acepta. Pero el tiempo corre y, cuando se constituya en breve el nuevo parlamento catalán, Mas puede encontrarse con un pacto entre Esquerra, las CUP y algún otro partido que lo desbanque. Él juega con el “prestigio” que le da estar querellado y con el poderoso aparato de propaganda que utiliza como arma de presión ante la justicia y ante sus propios socios de coalición.
Además, tiene otro argumento en la recámara. Si no le invisten president, convocará nuevas elecciones en la primera sesión del parlament. Esa bala ya no sirve, le dijo un Junqueras visiblemente enfadado, puesto que en ésas hipotéticas elecciones nadie daría un duro por el político convergente y quien acabaría ganando serían las CUP, cada vez más valoradas por su tozudez al negarse a apoyar a Mas al frente de un nuevo ejecutivo catalán.
Según personas asistentes a una de ésas reuniones, todas llevadas a cabo en discretos lugares e incluso en alguna casa particular de cierto empresario catalán, Mas ha llegado a perder los papeles ante un Junqueras siempre calmado. En una ocasión, papeles y tazas de café salieron volando y el líder de Esquerra, hábil y con retranca, llegó a decirle que él no utilizaría la imagen de un president que pierde los nervios, porque es un socio leal. Lo que todavía enfureció aún mas al president en funciones.
Esquerra cree que ha llegado el momento de soltar el lastre que supone Mas, CDC, la corrupción que arrastran y su política de recortes. Las CUP opinan lo mismo. Sectores importantes del partido nacionalista se suman a ésta opinión. Excusamos decir lo que piensan los empresarios y los partidos de la oposición. Mas ha llegado incluso a sondear a Catalunya Sí que es Pot, buscando los escaños que le faltan para ganar la investidura. Todo el esperpento, el proceso, las manifestaciones, la tensión social, para que él sigan en el cargo. Muchas promesas, ninguna intención de proclamar la independencia. Junqueras fue lapidario: “No puedes prometer a un pueblo que será independiente y luego reducirlo todo a que tú has de ser de nuevo el president”.
Y ahí están. Detrás del telón, peleados; en público, cogidos de la mano. Moral burguesa, al fin y a la postre. “Prometer, en resumidas cuentas, se reduce a mentir” (Balzac)
La farsa que se viene desarrollando en Cataluña roza ya el esperpento valleinclanesco. Los políticos que gobiernan en Barcelona y en Madrid han adoptado la farsa como método de actuación. Es lógico, si se comprueba su inanidad ideológica, lo exiguo de su cultura política, sus terribles carencias intelectuales.
Mariano Rajoy y Artur Mas no son, en modo alguno, las dos caras de una misma moneda. Son la misma cara y la misma moneda gastada, la de una concepción arcaica del poder y sus mecanismos. Dos polichinelas que ocultan la misma mano, siendo así que los dos siguen los dictados del mismo titiritero.
Cuando la gesticulación se apodera de la política
La gesticulación, cada día más patética, de un Mas acorralado interpretando el papel de mártir progresista – cuando es uno de los gobernantes más reaccionarios de toda Europa – frente a un Rajoy pacato y en poder del ala dura del PP, convierte los informativos en una especie de Gran Hermano.
Atendiendo a la pésima comedia que pagamos entre todos los ciudadanos, las estrategias de populares y convergentes continuarán en las próximas semanas igual. Los primeros, enrocados en su tibieza y la nueva ley del Constitucional – un paño caliente para no aplicar el 155 de la Constitución- y los segundos en su bravata de taberna, esperando a las elecciones generales y a que escampe.
Mientras tanto, TV3 entrevista en prime time a la anciana tía de la procesada consejera Irene Rigau, y la provecta señora ruega a las CUP que no sean como los anarquistas en el 1936 y apoyen a Mas. La propia Rigau arguye, como prueba suprema de la iniquidad a la que están sometidos ella y los secesionistas, que la directora del instituto de enseñanza que denunció presiones por parte de la Generalitat el pasado año en la pseudo consulta, es militante de Ciudadanos. Mientras tanto, detrás del telón, hay barullo.
¿Qué se han dicho Mas y Junqueras ésta semana?
Las conversaciones semi privadas que han mantenido los dos líderes no tienen desperdicio. En ellas, han intentado desbloquear el impasse político en el que se hallan después de las elecciones autonómicas. Oriol Junqueras cree que Mas debería hacer un gesto, retirarse para no perjudicar al proceso y dejar en su lugar a Raül Romeva. Está dispuesto, incluso, dejarle a Mas un cargo, inexistente, por otra parte, de presidente emérito, algo así comoreina madre del independentismo. Pero sin poder alguno.
Mas, por su parte, sigue en su estrategia suicida del “O César o nada”, y se ha lanzado a un abanico de propuestas a cual más chusca. Ora se propone como Conseller en Cap, ora como President con dos vicepresidencias o tres de carácter más político. Nadie, salvo los suyos, que cada vez son menos, las acepta. Pero el tiempo corre y, cuando se constituya en breve el nuevo parlamento catalán, Mas puede encontrarse con un pacto entre Esquerra, las CUP y algún otro partido que lo desbanque. Él juega con el “prestigio” que le da estar querellado y con el poderoso aparato de propaganda que utiliza como arma de presión ante la justicia y ante sus propios socios de coalición.
Además, tiene otro argumento en la recámara. Si no le invisten president, convocará nuevas elecciones en la primera sesión del parlament. Esa bala ya no sirve, le dijo un Junqueras visiblemente enfadado, puesto que en ésas hipotéticas elecciones nadie daría un duro por el político convergente y quien acabaría ganando serían las CUP, cada vez más valoradas por su tozudez al negarse a apoyar a Mas al frente de un nuevo ejecutivo catalán.
Según personas asistentes a una de ésas reuniones, todas llevadas a cabo en discretos lugares e incluso en alguna casa particular de cierto empresario catalán, Mas ha llegado a perder los papeles ante un Junqueras siempre calmado. En una ocasión, papeles y tazas de café salieron volando y el líder de Esquerra, hábil y con retranca, llegó a decirle que él no utilizaría la imagen de un president que pierde los nervios, porque es un socio leal. Lo que todavía enfureció aún mas al president en funciones.
Esquerra cree que ha llegado el momento de soltar el lastre que supone Mas, CDC, la corrupción que arrastran y su política de recortes. Las CUP opinan lo mismo. Sectores importantes del partido nacionalista se suman a ésta opinión. Excusamos decir lo que piensan los empresarios y los partidos de la oposición. Mas ha llegado incluso a sondear a Catalunya Sí que es Pot, buscando los escaños que le faltan para ganar la investidura. Todo el esperpento, el proceso, las manifestaciones, la tensión social, para que él sigan en el cargo. Muchas promesas, ninguna intención de proclamar la independencia. Junqueras fue lapidario: “No puedes prometer a un pueblo que será independiente y luego reducirlo todo a que tú has de ser de nuevo el president”.
Y ahí están. Detrás del telón, peleados; en público, cogidos de la mano. Moral burguesa, al fin y a la postre. “Prometer, en resumidas cuentas, se reduce a mentir” (Balzac)
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