El ministro Zoido sabe, porque de
seguro se lo habrán explicado los excelentes expertos de la Policía y la
Guardia Civil, que el falso debate sobre los bolardos no lleva a ninguna
parte o, aún peor, conduce a tomar malas decisiones.
Resulta de una frivolidad temeraria
la actitud del ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, al sumarse al
batallón mediático antiColau de guardia, alimentando el surrealista
debate sobre los bolardos mientras inoculan en la opinión pública
la falsa ilusión de que la amenaza del terrorismo yihadista se espanta
con unos maceteros.
Desmontada la mentira de unas
declaraciones inventadas para presentar al president Puigdemont como un
monstruo insensible que sólo piensa en el procés, incluso ante este
atentado tan terrible, han activado el plan B: la culpa es de la
alcaldesa
Ada Colau por roja buenista, por progre idiota y por no poner bolardos
"porque coartan la libertad".
Pedir responsabilidad a los medios de
extrema derecha, que existen entre nosotros aunque no los queramos ver,
resulta una tarea tan heroica como inútil; basta con comprobar cómo se
lanzan al olor de la sangre fresca. Pero al ministro sí cabe
exigirle y demandarle sentido de Estado y una mínima responsabilidad.
El ministro Zoido sí sabe, porque de
seguro se lo habrán explicado los excelentes expertos de la Policía y la
Guardia Civil, que ese falso debate lleva a ninguna parte o, aún peor,
conduce a tomar malas decisiones; como llenar nuestras calles
y plazas de obstáculos que pueden dificultar la acción de los
terroristas, pero también el tráfico y la reacción ante una emergencia o
un accidente. Si mañana por desgracia algo así sucediese, los mismos
que hoy reclaman bolardos preguntarán indignados por
qué había obstáculos dificultando la evacuación en una zona con tanta
aglomeración de gente. En el fondo les da igual, solo es una excusa.
El ministro sabe perfectamente que la
famosa circular de diciembre recomendaba poner obstáculos o incrementar
la presencia policial y sabe perfectamente que la segunda fue la opción
elegida en las Ramblas, y en casi todas las ciudades y capitales
de España. Los bolardos y maceteros no habrían evitado una masacre en
Cambrils, la impidió la presencia policial. Además de no faltar a la
verdad, Zoido haría bien en comportarse con la responsabilidad que exige
un cargo tan delicado como dirigir el Ministerio
del Interior.
Si no quieren hacer caso a los
numerosos expertos y arquitectos que estos días aconsejan no llenar
nuestras ciudades de bolardos y demás murallas accidentales, háganse al
menos las preguntas que, o no le hacen, o no responde, el ministro.
Pregúntense
si continúa siendo razonable mantener a los Mossos con acceso limitado a
la inteligencia antiterrorista, o fuera de la Interpol, cuando
Catalunya constituye una zona de máximo peligro. O qué va a hacer
nuestra inteligencia antiterrorista para intentar detectar
estos nuevos perfiles de potenciales terroristas, que conocen los
sistemas de vigilancia y saben cómo burlarlos. O qué cambios vamos a
ejecutar en nuestra política exterior para dejar de dar abrazos y
empezar a presionar a los grandes financiadores de salafismo,
Arabia Saudí y Qatar.
Sargento de Hierro
@MeoNapalm
Poner bolardos en la puerta de tu casa para impedir que entre tu suegra.
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