5.16.2009

Pep: el poeta duro


és l'article que J.V. Aleixandre escrivia a LEVANTE-EMV dijous. Ací el teniu:



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Pep: El poeta duro

J.V. Aleixandre


Los padres primerizos acostumbran a proyectar sus frustraciones sobre su hijo recien nacido: "Éste será futbolista", proclaman con fe inquebrantable. O notario. O ingeniero industrial. Tenista, tal vez. Pero ninguno presiente que el recién nacido acabará triunfando en un banquillo. No está constatado que a Valentí Guardiola, el progenitor de Pep, la comadrona le anunciara al salir del paritorio, que su mujer acababa de alumbrar un hijo entrenador. Sin embargo, así había sucedido. El triunfante técnico del Barça es director desde que Dolors, su madre, lo trajo al mundo. Estaba predestinado a ello, igual que otros nacen cantantes de tangos o remeros del Volga.
Hay jugadores que acaban los partidos y no saben el nombre del delantero al que se han enfrentado. Eso es así. A veces, incluso, desconocen a qué equipo le han ganado. Para ellos, el fútbol es un medio de vida que, cuatro días a la semana, les ocupa un par de horas por la mañana, sin mucho esforzarse, y otras dos la tarde de los domingos, sudando la gota gorda. El resto, desconectan. Les importa un comino todo cuanto atañe a su profesión. Otros, en cambio, estudian profusamente las características del adversario, sus cualidades y sus debilidades, por donde entran y por donde engañan. Cuando están frente a ellos, ya se los saben de memoria.
Guardiola, era de éstos. Como futbolista tenía una visión panorámica del fútbol. Donde otros no divisaban más allá de cinco metros, Pep contemplaba el campo en tres dimensiones. Advertido por ese despliegue de recursos tácticos, el listo de Johan Cruyff le adoptó como hijo espiritual y le dio el mando de la tropa. Hasta hoy. Pep se lo agradeció patentando la posición del cuatro. La hizo suya y la elevó a categoría de marchamo. Pasó de recogepelotas en el Nou Camp, casi sin transición, a dirigir el Dream Team. Tuvo que domeñar los egos de las figuras que le rodeaban, situar a cada uno en su posición y poner orden en aquella constelación de estrellas. Con esos precedentes, no le ha resultado difícil erigirse este año en líder de esta otra galaxia azulgrana. Le bastó con enseñarle los dientes a Eto'o y señalarle la puerta de salida por la que ya había desfilado Ronaldinho. Los demás, le vieron las orejas al lobo. Organizó el desmadre que había consentido Laporta; se ganó el crédito del vestuario a base de inteligencia y trabajo. No precisó imponer la disciplina desde el poder autoritario, sino con razones argumentadas.
Aún así, lo suyo no ha sido coser y cantar. En un colectivo, el futbolístico, cuyas señas artísticas más visibles son la profusión de tatuajes por centímetro cuadrado de epidermis, Pep debutó en el banquillo del Camp Nou vistiendo un impecable terno oscuro de alpaca que escupía la fina llovizna de aquella noche; calzaba zapatos de charol y anudaba al cuello de su impecable camisa blanca una corbata de seda. Fue una declaración de principios, como lo es el chándal que uniforma a Luis Aragonés, o las sisas sudorosas de Camacho.
Desde aquel día, Pep no ha dejado de ajustarse la corbata cada vez que salta como un resorte del banquillo. Pero nunca ha dado la sensación de que se le sobrecargue el gaznate. La testosterona la almacena donde debe estar: en la zona intermedia del cuerpo. Del cuello hacía arriba tiene lo que hay que tener: la cabeza.
A lo largo de su trayectoria, siempre fue así. De futbolista, Pep leía a Miquel Martí i Pol, un lírico -ni siquiera épico- catalán. Era un bicho raro en el mundo del fútbol, donde los libros son lujosos lomos que decoran millonarias mansiones, cuyas bibliotecas, como diría Borges, están muy poco fatigadas. De manera que le colgaron de la camiseta el sambenito de poeta, igual que otros lucen en sus chaquetas la etiqueta de Milano. Tuvo que emigrar a Italia para adquirir pátina de dureza.
Regresó al Nou Camp y el Pep Team comenzó a plasmar su juego de tiralíneas y su fútbol de presión agobiante. Sus críticos se esfumaron. En la presentación del libro de su amigo Manel Estiarte, se permitió el lujo de soltar unas lágrimas. Todo el mundo le respetó. Nadie osó rechistar. Ya es un duro poeta, a la altura de los requerimientos futboleros. Se lo ha currado.

2 comentaris:

Lucia Combustion ha dit...

Amant del Benicadell i de totes les seues vistes des d´allà dalt de la cresta, deixemo ahi!!
Bonica terra, i millor gent

Moisés Llopis ha dit...

Àngel, gràcies pel teu comentari i, sobre tot, per anar seguint-me cada estona que escric. Espere que t'agrade el llibre de debò. Ara, jo també et seguiré quan escrigues. Moisès.