3.20.2009

Traje para la mortaja política, de J.J. Pérez Benlloch


Traje para la mortaja política


J. J. PÉREZ BENLLOCH
EL PAÍS - 15-03-2009
Ignoro si Francisco Camps dispone, como su predecesor, de un preparador físico que le mantenga en forma, o acude al gimnasio para conservarla, pero lo cierto es que va a necesitar mucho resuello para aguantar el tipo frente a la crisis que él mismo ha provocado y que, sin duda, es la más grave de las sufridas por la Generalitat desde que la institución autonómica echó a andar, según una opinión que compartimos del dirigente socialista Jorge Alarte. Por el momento, y al margen de los ligeros signos de desaliento que se le captan, el presidente está revelando un excelente músculo para no desfondarse ante las fatigosas muestras de apoyo y exaltación que recibe de sus cofrades de Madrid y Valencia, que han de agobiar lo suyo.

Otra cosa es el temple que -suponemos- se ha de tener para mantenerse moralmente erguido en medio de un embrollo tan mortificante y chusco como el que implica al molt honorable y a su mano derecha en el partido. Todos esos trapicheos millonarios con El Bigotes, que hieden a amiguismo y prevaricación, o ese jocoso sainete de la sastrería que le involucra personalmente, son ya motivo de mofa y causa de escándalo entre quienes no estén obcecados por la adhesión inquebrantable al PP o por los beneficios materiales que se decanten de la misma. La mayoría de los ciudadanos valencianos, sean o no de la cuerda conservadora, ha de sentirse decepcionada, cuando no ofendida, al ver a su jefe de Gobierno convertido en no sólo objeto de las chanzas, sino inerme ante ellas, como se está percibiendo.
Y es que más allá de las diligencias y resoluciones procesales en curso, el presidente olvidó que en política -según reza una acreditada máxima- es peor el error que el delito, y en este desgraciado episodio aquel resulta incluso más espectacular y determinante que éste. Tanto es así que podrán diluirse en la desmemoria los negocios de Orange Market u otras irregularidades poco menos que veniales en el mar de corrupción que ha prosperado en este país, pero la banal historia del vestuario es ya tan sonada como el más publicitado de los grandes eventos que promueve el Gobierno autonómico, tan sonado como políticamente mortal de necesidad para quien lo preside. Ya hay quien alude a los trajes para una mortaja política y resulta ilusorio pensar que el remedio consiste en no desfallecer mientras se prolonga este "ratito largo" -como dijo Camps- que concita las críticas mediáticas y el encrespamiento de la oposición parlamentaria.
Cuando los populares reflexionen acerca de esta crisis que les sacude y que muy probablemente anuncia una nueva dinámica en la Comunidad, con la revalorización de la alternativa política, no deben soslayar el exceso de confianza y la sensación de andar sobrados que les ha decantado el secuestro de las Cortes, el descarado expolio de RTVV en beneficio propio y la opacidad de la gestión pública durante todos estos años de gobierno casi en solitario. ¿Quién les iba a toser o cuestionar su reiterada hegemonía? Como suele acontecer, el enemigo acechaba desde dentro. En Madrid, por ejemplo, ha sido la arrogancia de Esperanza Aguirre con el espionaje a sus cofrades lo que ha puesto plomo en sus ambiciones, en tanto que en Valencia, además de la arrogancia, se ha procedido con indecible inocencia. Y eso, en el negocio del poder, paga peaje.