¿Puede un simple ciudadano expresar respetuosamente su perplejidad
ante algunas actuaciones de la justicia que considera injustas? Me
estoy refiriendo al problema catalán y por eso debo comenzar diciéndole
que, antes de esta carta, me he sentido llamado
a criticar los pasos del independentismo: no porque crea que no se
puede ser independentista, sino porque estimo que se ha llevado a cabo
el proceso a base de ilegalidades, mentiras y falta de democracia
auténtica. Para no hablar del lamentable ridículo de
un señor Puigdemont, cobarde primero y egótico después.
Pero una vez dicho esto, creo que combatir la injusticia
injustamente es un modo de acabar fomentándola. Por eso no puedo
solidarizarme con la decisión de mantener en prisión preventiva tan
prolongada, a los inculpados por el proceso catalán.
En
cuanto yo sé, la prisión preventiva es una decisión que se toma sólo en
última instancia y para evitar que el imputado pueda influir en el
proceso. Si se teme que vuelva a delinquir, queda el recurso de volver a
encarcelarlo,
pero no por eso se le debe negar de antemano la libertad, a menos que
exista un peligro para la sociedad que no se da en este caso. Y si
además dejan su acta de diputado desaparece ese peligro.
ETA pasará a la
historia como una banda terrorista criminal, como un grupo fanático de
asesinos que lamentablemente contaba con el respaldo de una importante
base social; como un anacronismo que nunca debió
nacer y que hacía muchas décadas que tenía que terminar; como una
herencia más del franquismo, la dictadura que alimentó el sustrato en el
que esta violencia germinó. ETA se disuelve tarde y mal, sin reconocer
sus crímenes, sin pedir perdón a todas las víctimas,
sin asumir el inmenso error de décadas de violencia injustificada e
inútil, que solo trajo muerte y dolor a ese “pueblo vasco” en cuyo
nombre decía luchar.
Hay dos principios fundamentales en el derecho romano que me
parecen aplicables aquí: el “summum ius” puede convertirse en “summa
iniuria”; y hay que estar siempre “in dubio pro reo”. Porque si no, se
corre el riesgo de que luego el presunto reo sea absuelto
o condenado a una pena menor que la prisión que ha tenido que soportar.
Lo cual hiere gravemente la confianza en la justicia y acaba
convirtiendo en “presos políticos” a lo que en el principio eran simples
“políticos delincuentes”.
No entiendo por eso que un juez pueda dar un veredicto de prisión preventiva amparándose en las consecuencias
políticas que pudiera tener la libertad, en vez de ceñirse a las razones
jurídicas. Y mucho menos, si ha recibido un aviso del gobierno
sobre esas consecuencias políticas: porque así vuelve a minarse la
confianza en la justicia. Comparto por eso la opinión de Amnistía
Internacional que considera “excesiva y desproporcionada”
la permanencia en prisión de Jordi Sánchez. Usted quizás habrá visto la
película de Spielberg sobre los papeles del Pentágono. Las
consecuencias políticas de no condenar al New York Times ni al
Washington Post eran entonces mucho más terribles que las que
podrían seguirse de la libertad de los encarcelados catalanes de hoy.
Sin embargo, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos supo ser fiel a
la imparcialidad de la justicia. Por otro lado, si queremos atender a
las consecuencias políticas, mucho más graves
me parecen las que pueden seguirse ahora de una ruptura aún mayor de la
convivencia entre los catalanes, que va a necesitar mucho tiempo para
rehacerse. Y créame que convivir en ambientes de odio, desautorización y
hostilidad previos, es de las cosas más trágicas
que nos pueden ocurrir.
Me parece finalmente que la acusación de “rebelión y sedición” es
también excesiva y desproporcionada para los autores de la declaración
de independencia y, en este sentido, habría que haber tenido más en
cuenta la decisión de la justicia belga cuando
se negó a entregar por esos delitos a los huidos a Bruselas. Las
sesiones de septiembre en el Parlament catalán fueron vergonzosas y
ridículas, pero no fueron una decisión impuesta “pistola en mano”, como
la famosa del coronel Tejero en aquel lamentable 23F.
Y otra vez aquí me parece aplicable el principio de “in dubio pro reo”.
Perdone usted esta carta que no es un ataque personal hacia
alguien a quien no conozco y que tiene además fama de persona serena.
Quiere ser sólo una respuesta a eso que se nos dice tantas veces a los
ciudadanos (sobre todo si nos dedicamos al mundo de
la pluma): si puedes hacer poco, haz ese poco aunque luego no sirva
para nada. Un saludo cordial.
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