2.17.2015

La construcción de una ética pública: A propósito del caso Monedero manuel alcaraz ramos (DIARIO INFORMACIÓN d'ALACANT)

Voy a imaginar que usted es un lector habitual de estos artículos y que sabe que la crítica de la corrupción es una constante en ellos, especialmente la «nuestra», la del PP. También he publicado textos en revistas profesionales y dirigí un libro sobre la cuestión. No le debe sorprender ahora que critique el «caso Monedero». Si así no lo hiciera, en conciencia, no podría seguir criticando a los de antes. Parece que algunos amigos sí pueden: tienen una vara de medir a la izquierda, otra a la derecha. Estoy dispuesto a tolerar eso en el análisis de políticas. No de comportamientos éticos. Precisamente porque soy de izquierdas y pienso que ésta necesita construir su discurso ético apelando a la universalidad de sus definiciones, pues de lo contrario acaba triunfando un programa conservador con valores justificadores del éxito del capitalismo, el patriarcado o la destrucción medioambiental. Se me dirá que me sumo al «acoso» a Podemos. Es posible, pero es que, con mucho mayor ahínco, si empleamos estos términos, he participado en el «acoso» a líderes de la derecha o a algún empresario –que incluso trato de presionarme– con el único arma de la palabra. Algunos de esos amigos me felicitaron efusivamente por ello.

Y pese a todo dudo, pues no ignoro las circunstancias actuales, en que la corrupción, erigida sobre la pobreza y la exclusión, se convierte en violencia simbólica. Hay que cambiar el sistema y reconozco que Podemos será una fuerza determinante. ¿Debo contribuir a debilitarla? No creo que le debilite indicar sus contradicciones: ellas serán las que le hagan daño. Así su reacción ante el caso Monedero. Esa reacción, básicamente, ha consistido en refugiarse en el victimismo, la opacidad y en comparar la cuantía económica del asunto con otros casos. O sea: el «y tú más», instalándose en la más infame muestra de comportamiento inmoral de la denostada casta. Si estando en la oposición juegan a esto, ¿qué podrían hacer si estuvieran en el gobierno? Ahora tienen una ocasión de oro para mostrar que de verdad son distintos y no mero artificio de la oportunidad. Y tanto más cuando el poder de Podemos se está erigiendo en la denuncia de ciertos comportamientos viciados por la crisis. Pero no tanto de sus aspectos económicos, sino de la gestión política de la misma, y, en ella, de la persistencia de una corrupción multidimensional. Criticar que no apliquen sus lecciones a sí mismos es tan evidente como criticar a un maestro analfabeto que quisiera enseñar a leer a niños. Tanto más, en fin, cuando el discurso esencial de Monedero se encierra en un libro con el expresivo título de «Curso urgente de política para gente decente». Una cosa es definir nuevos valores sociales y otra caer en el puritanismo que puede ser tan santurrón como hipócrita.

El debate se ha centrado en torno a los compromisos con Hacienda. Es esencial, por supuesto. Me parece extraño que se cobre tan tarde, que se invente una empresa unipersonal, que tenga que hacer declaraciones paralelas? Opiniones fundadas aluden a la posibilidad de delito fiscal, otras lo niegan y los defensores insisten en que, en todo caso, habrá que esperar a que hablen los técnicos o, quizá, los tribunales. Es decir: se han ubicado en lo que se critica a otros: no existe responsabilidad ética ni política, sólo jurídica. Este ha sido uno de los agujeros por donde se ha inundado de indecencia la política española, incapaz de combatir desde la misma política las corruptelas. Con esta actitud no sólo vuelven a alinearse con la casta sino que contribuyen, los que traen el cambio sobre sus sienes, a imposibilitar una transformación en la comprensión de lo ético público. 

Lo habitual es considerar la ética como una acción negativa, que se verifica en la abstención de «llevarse dinero», colocar amigos o similares. No se ha esbozado, en nuestra cultura, una ética positiva, llamada a construirse en torno a virtudes que impidan, incluso, las tentaciones, porque los políticos defiendan leyes duras para evitar que ellos mismos sean corrompidos. Virtudes que dejen claro a los políticos que no se puede ser demócrata y corrupto, porque cada acto de corrupción es una suspensión de la democracia. Una ética pública y laica sólo puede entenderse como un acuerdo cultural y convencional, el resultado de la dialéctica entre diversas posiciones que se resuelve en el diálogo. Pero esa idea no es imaginable si no aceptamos un metavalor democrático: la autonomía de la política, que no puede estar sometida ni a los dictados de la economía ni a los de la religión ni a los de una perspectiva moral que trate de imponerse autoritariamente.

Podría argüirse que los actos de Monedero sucedieron antes de su implicación partidaria: no serían caso de corrupción pública sino, en todo caso, privada, como si un fontanero o un notario «trabajaran en negro», a lo sumo. No es así por la justificación del ingreso, que se inscribe en una dinámica que afecta al grupo fundacional de Podemos. Buena parte de las dudas se solventarían si se conociera el estudio. Hay cláusulas de confidencialidad, pero no está claro porqué, pasado tanto tiempo y en una materia como la declarada, sus contratantes no podrían ayudarle haciendo público un texto técnico. Es más que improbable que un estudio de ese tipo se encargue aisladamente a un politólogo y no a un economista. Es más: ya es raro que se pague tanto por un informe –no sabemos si hay más, de Monedero o de su círculo–. Pero lo que parece preocupante es que se diga con tranquilidad que se paga por Gobiernos como el boliviano o el nicaragüense, cuando lo cierto es que quien paga, en última instancia, son sus empobrecidos pueblos. Para ellos no hay piedad. En esa tesitura, lo que más contradice la posibilidad de edificar una ética pública positiva no son las obligaciones hacendísticas, sino la confesión de que el dinero se dedicaba a promover una televisión, un instrumento manifiestamente político. El nombre de la empresa –«Caja de Resistencia Motiva 2 Producciones SL»– refuerza romántica y melancólicamente esa impresión. La pregunta que prioritariamente deben responder Monedero y otros comandantes de su proyecto es la trayectoria planificada de un proyecto político, su financiación, dependencias e implicaciones. Porque, si no, nos encontraremos con una de las maniobras más oscuras de toda la democracia. De las que alientan sospechas perdurables. Si fuera del PP estaríamos hablando de trama. Y es que corrupto, a veces, no es quien quiere, sino quien puede.