8.04.2010

500 años de desprecio al valenciano (Levante-EMV)

Corría el año 1510 y, tras un siglo de esplendorosa literatura en valenciano encabezada por Ausiàs March y el "Tirant lo Blanch", el poeta valenciano Narcís Vinyoles elige el castellano para traducir una obra en latín y desecha las otras lenguas de España por ser, según escribe en el prólogo, "bárbaras y salvages". Es la primera muestra de desafecto hacia el valenciano y el inicio de la castellanización general. Han pasado 500 años y los efectos están a la vista.

PACO CERDÀ VALENCIA De esta historia, el contexto es lo más importante. Estamos en el siglo XV y Valencia es el Estado más dinámico de la Corona de Aragón; su centro de gravedad política, económica y cultural. Aunque es un país bilingüe debido a la repoblación aragonesa y catalana, el valenciano se ha consolidado como lengua oficial del Reino. Es un idioma de prestigio, y así lo demuestran -en ese mismo siglo- los gigantes de la literatura valenciana: Ausiàs March, Joanot Martorell, Jaume Roig, sor Isabel de Villena y Joan Roís de Corella. En la Península Ibérica, el siglo XV es valenciano y se escribe y habla en valenciano. No hay dudas.
Sin embargo, una boda revertirá la situación. El matrimonio entre Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla unifica sendas coronas en 1469 y pone en pie la Monarquía Hispánica. Luego, en 1492, llega el descubrimiento de América. Nace el Imperio español -que dominará la Europa de los siglos XVI y XVII- y el esplendor de Valencia y su lengua agonizan.
Como sostiene el catedrático de Filología Catalana de la Universitat de València y académico de la AVL Antoni Ferrando, "un profundo complejo de inferioridad se adueña de los catalanófonos ante un castellano imperial, considerado ahora como lengua elegante y refinada por antonomasia". Es el momento del cambio de lengua, del travestismo idiomático. Los primeros versos en castellano made in Valencia llegan en el último tercio del siglo XV de forma tímida y snob. Pero es en 1510 cuando se produce el punto de inflexión de la inversión sociolingüística. Y llega de la mano del poeta valenciano Narcís Vinyoles.
Primero, porque Vinyoles elige traducir al castellano -y no al valenciano, como era costumbre- la obra latina Supplementum chronicarum, un encargo del barón de Toga Lluís Carròs y el barón de Manises Pere Boïl. Y segundo, y más importante, por la justificación que de ello da Narcís Vinyoles en su prólogo a la obra. "Más con desseo de servir y complazer a muchos que con presuntuoso atrevimiento, osé alargar la temerosa mano mía -dice- para ponerla en esta limpia, elegante y graciosa lengua castellana, la qual puede muy bien y sin mentira ni lisonja, entre muchas bárbaras y salvages de aquesta nuestra España, latina, sonante y elegantíssima ser llamada".

Traición cultural
Bárbaras y salvajes. Así define Vinyoles a las otras lenguas peninsulares. En opinión del eminente historiador de la literatura catalana Jordi Rubió, es la muestra catalana más antigua de "desafecto a la lengua materna". Los mismos visos de traición cultural han visto en la frase de Narcís Vinyoles otros historiadores como Martí de Riquer, Manuel Sanchis Guarner o Joan Fuster. De hecho, según constata el pensador de Sueca en Nosaltres, els valencians, este prólogo de Vinyoles simboliza el pistoletazo de salida a un proceso inexorable. "De una forma casi brusca -afirma Fuster-, los escritores valencianos de principios del XVI abandonan el catalán por el castellano. En unos pocos años, la lengua de Castilla desplaza el vernáculo como lengua de cultura [en el Reino de Valencia]. Y la tradición literaria medieval cae en el olvido".
Pero volvamos al contexto. ¿Quién era aquel poeta que para muchos ha pasado a la historia como el primer traidor a la patria valenciana y su lengua? Además de poeta, Narcís Vinyoles fue en cinco ocasiones conseller de la ciudad de Valencia, en cuatro jurat, en otras cuatro administrador de la Llotja Nova, dos veces fue propuesto para mostassa y otras dos para el cargo de justícia civil. Además, alcanzó el puesto de comptador de la Generalitat y fue recomendado por el mismísimo Fernando el Católico para que resultara elegido justícia criminal de Valencia. Era un hombre leal al Rey Fernando, colaborador del tribunal de la Inquisición en Valencia y, como señala María Carmen Romeo, "un servidor fiel a la política regia de centralización".
Por ello, y como algunos expertos manejan, el discurso filocastellano de Vinyoles podría ser un oportunismo para congraciarse con el poder real español. Antoni Ferrando, autor del libro Narcís Vinyoles i la seva obra, prefiere creer que las palabras del poeta constituyen "una gran alabanza al castellano, eso es evidente, o incluso la expresión de un complejo o de una profunda admiración, pero no un autoodio hacia la lengua que él mismo utilizó después de 1510 para escribir algunos poemas".

"Un fenómeno de superficie"
Las razones de fondo poco importan. El hecho es que Narcís Vinyoles lanzó la primera piedra de una lapidación general que después se abatiría sobre el valenciano y que acabaría forjando la castellanización cultural del Reino de Valencia en los siglos XVI y XVII. Era, es cierto, una castellanización literaria. "Un fenómeno de superficie", en palabras de Joan Fuster, que sólo atañía a la nobleza y (de momento) no a la población. Sin embargo, la desfeta de Almansa y la abolición de los Furs en 1707 -que puso fin a la soberanía del Reino de Valencia- excluirá al valenciano de la administración y dará un estado legal a la castellanización de Valencia. Y de aquellos polvos, iniciados simbólicamente hace 500 años, estos lodos.

"Ingrats a la llet que haveu mamat i a la pàtria on sou nats"

El catedrático Antoni Ferrando cree que la acusación de "bárbaras y salvages" no se dirige al valenciano, sino "hacia el vasco y otros hablares rústicos que había en la península". Es interesante, sin embargo, observar cómo en 1561, el editor valenciano Onofre Almudéver acusará a sus compatriotas valencianos de ser "ingrats a la llet que haveu mamat i a la pàtria on sou nats" por la renuncia de los escritores a usar la lengua autóctona. Asimismo, los conmina a mostrar "a les nacions estranyes la capacitat de les persones, la facúndia de la llengua i les coses altes que en ella estan escrites". Aunque es cierto que en la "Decadència" de la literatura en valenciano no se produjo una ruptura total, muy pocos escritores recogieron el guante de Almudéver y la castellanización literaria cobró carta de naturaleza. Como dijo Fuster, "los valencianos dimitían de la condición de valencianos en el orden de la cultura. Era un intento de suici

1.14.2010

El Cabanyal les une, Cruz Sierra


El Cabanyal les une





Cruz Sierra

Como a un clavo ardiendo se han agarrado los dos grandes partidos valencianos y sus dirigentes a un nuevo argumento, el del Cabanyal, que siga justificando su razón de ser y estar (el verdadero problema, el de la crisis económica, les supera). Asistimos sobresaltados a un nuevo episodio de intercambio de golpes en forma de acusaciones de franquismo, manipulación y prevaricación precisamente entre franquistas, manipuladores y prevaricadores. La incapacidad de ambos ya ha conducido a la intervención del Gobierno de la nación y dentro de poco, enseguida, será el Tribunal Constitucional quien deba intentar poner orden en este gallinero en el que incluso se ha presentado un ignoto señor de derechas de toda la vida blandiendo a Indalecio Prieto con la misma insolvencia y descaro con la que la oposición manipula defendiendo radicalmente un conservacionismo urbano a ultranza que en otras ocasiones ha preferido obviar. Queda claro que les importa poco el destino y la voluntad de los miles de ciudadanos afectados -precisamente no entre los más acomodados-, las infraestructuras y la trama social de la ciudad, así como la programación global del futuro de esta baqueteada urbe mediterránea. Del mismo modo resulta dudoso que pueda valer todo a la hora de amasar el futuro urbanístico de una ciudad tal y como manejaba un colega la semana pasada en estas mismas páginas cuando recordaba el glorioso pasado de aquella itálica Valentia que durante siglos fue siendo enterrada bajo escombros para levantar sobre ellos, entre otra multitud de elementos, la hermosísima calle de La Paz y su entorno. Tal vez si los urbanistas y arquitectos que un día idearon tan magnífica vía urbana hubieran decidido conservar la arquitectura original, en estos momentos contaríamos dentro del patrimonio de Valencia con un catálogo de monumentos romanos tan excelso o más que los de Mérida, Segovia, Sagunto, Ourense, Tarragona, Lugo, Cartagena... Y simultáneamente, en sus inmediaciones, muy cerca, en otra ubicación pero igualmente hermosa, conviviría la misma o mejor calle de La Paz que al día de hoy ha logrado sortear milagrosamente las sucesivas oleadas de catetismo urbanístico y arquitectónico que han machacado otras zonas nobles de la ciudad.
Seguramente puedan construirse tantos argumentos superficiales a favor como en contra de la prolongación de Blasco Ibañez y la correspondiente transformación del Cabañal que lleva aparejada. Es bastante cómico si no fuera porque refleja una burda pero exitosa manipulación de la opinión pública local escuchar de labios de Juan Cotino acusaciones de «franquismo» hacia el Gobierno de Zapatero por su decisión de frenar la piqueta (el vicepresidente tercero sabe muy bien qué significa realmente ser franquista, tanto en política como en Administración pública, economía y empresa, e incluso en religión, o todo ello en un revoltillo al genuino estilo franquista). Sean ser serios, planteen los problemas de forma profesional y dejen los tremendismos en el armario de las crispaciones, que ya bastante tenemos con la crisis. Del mismo modo, la oposición debe tener presente que tal y como muy bien recordaba el otro día el ex concejal popular Martín Quirós, ya el último gobierno socialista presidido por Clementina Ródenas dejó sentadas a finales de los ochenta sus dudas sobre la viabilidad de la prolongación 'en peine' de Blasco Ibañez hacia el mar cuando abrió un proceso de búsqueda de fórmulas alternativas para dar salida a esa avenida tal y como se había pensado en su diseño inicial. Sólo su elevado coste social y económico les frenó.
También a principios de 2008, once empresas privadas constructoras y promotoras abandonaron el proyecto de prolongación porque la crisis general sumada a la del ladrillo lo había convertido directamente en ruinoso (fueron Acciona, Villegas, Armiñana, Urbis, Salvador Vila, Calviga, Ecisa, Ducat, Sedesa, Edifesa/Pavasal y GIC). Entonces, Rita Barberá y Francisco Camps, pletóricos de arrogancia y prepotencia, decidieron asumir el desafío a través de Aumar y el IVVSA. Lo que se había convertido en inasumible para el ruinoso sector inmobiliario, verdadero impulsor de una iniciativa a la que se le calculaban suculentas plusvalías (si no, de qué), lo asumía una no menos ruinosa Generalitat y Ayuntamiento valencianos, ambos endeudados hasta la médula y en plena decadencia presupuestaria. Mantenerla y no enmendarla por encima de cualquier consideración...
Tenemos ante nosotros la ciudad que tenemos y no la que podríamos haber tenido, pero en todo caso una gran metrópolis con un gran potencial de crecimiento si se proyecta con talento, tal y como urbanistas y arquitectos internacionales sugieren. Dentro de ella, tarde o tempano tendremos que aceptar, de forma realista y mirándonos al espejo, que la actual situación del eje Blasco Ibañez es insostenible y un colosal 'aborto' urbanístico que debe ser solucionado consensuadamente de la forma más inteligente posible y con el menor daño para personas y patrimonio. Por este motivo es una frustración para los ciudadanos no poder esperar ni del PP ni del PSOE, ni tampoco de las partes afectadas, una moratoria en las agresiones y un replanteamiento civil de la cuestión. ¿Están seguras ambas partes de que no existe una solución ingeniosa para el conflicto que resuelva la prolongación de Blasco Ibañez sin destruir esa joya urbana llamada El Cabanyal tal y como de forma consentida está ocurriendo en la actualidad? Mas bien parece que nos esperan otros 20 años de conflicto legal, como en la reforma del teatro romano de Sagunto, para que el sentido común impere. El Cabanyal les une... en la incapacidad.