Sánchez: matar o morir Ignacio Escolar El pulpito laico
Si quieren cortarle la cabeza, alguien acabará manchado de sangre. Si sacan de Ferraz con un golpe interno al primer secretario general del partido elegido por primarias y encima lo hacen para abrir la puerta de La Moncloa a Rajoy, habrán creado un mártir a costa de la credibilidad del PSOE
Algo
de historia reciente para entender la guerra civil en el PSOE de hoy.
Madrid, junio de 2014. Susana Díaz, Ximo Puig y Tomás Gómez se reúnen
con Pedro Sánchez en un hotel
discreto de la cadena AC en las afueras de Madrid. A la reunión entre
el candidato a las primarias y los líderes del PSOE en Andalucía,
Comunidad Valenciana y Madrid también asiste –entre otros dirigentes– el
expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero,
que en la práctica ejerce de avalista de esa reunión.
Los
tres barones clave del partido, los que más militantes tienen detrás,
están ya de acuerdo en algo: apoyar a Pedro Sánchez frente a Eduardo
Madina en las primarias. Su apoyo
no es gratis, ponen una condición: que si Sánchez gana se conforme de
momento con ser el secretario general y que el debate sobre quién será
el candidato se aparque hasta dentro de un año y se decida entonces, en
función de cual de los posibles –Susana Díaz
o Pedro Sánchez– tenga más opciones.
Sánchez
acepta el trato, y los tres principales barones le dan su apoyo. De los
tres, el más reacio es Tomás Gómez. “Te voy a apoyar, a pesar de que
después me vas a matar”,
le dice el líder del PSM al futuro secretario general. Pedro Sánchez le
niega la mayor: “No solo no te voy a matar, sino que mañana en público
te voy a respaldar”.
Tres
meses después de aquella reunión, según la versión de sus críticos,
Pedro Sánchez incumplió la primera parte del acuerdo. En septiembre de
2014 anunció que se presentaría
a las primarias para ser el candidato socialista a la presidencia.
Y
siete meses después, Sánchez también incumplió la letra pequeña del
acuerdo. Tomás Gómez tenía razón y en febrero de 2015 Sánchez le cortó
la cabeza, nombró una gestora y
hasta cambió la cerradura de la sede del partido en Madrid.
La
reunión del AC y lo que pasó después es clave para entender por qué
arranca la guerra entre Pedro Sánchez y Susana Díaz. No solo por los
incumplimientos del acuerdo que denuncian
sus críticos. También por el pacto en sí. Fueron unas primarias, sí.
Votaron los militantes, también. Pero Eduardo Madina no perdió solo
contra Pedro Sánchez. También contra los aparatos de las principales
federaciones del PSOE.
Sánchez
ganó esas primarias con la ayuda de los mismos dirigentes que ahora lo
quieren matar. Fueron algunos de los que le llevaron hasta alli quienes
también pensaron que así
sería su rehén. Y quienes, si no hubiese cambiado a Tomás Gómez por
Angel Gabilondo –evitando así el sorpasso de Podemos en la Comunidad de
Madrid en esas autonómicas–, probablemente habrían hecho responsable del
desastre electoral al propio Sánchez. Como
hacen ahora en Galicia, olvidando que el mismísimo alcalde de la
primera ciudad gallega, Vigo, –el socialista Abel Caballero, otro de los
críticos con Sánchez– dinamitó las opciones de su propio partido
anunciando que no respaldaba al candidato del PSOE en
la víspera de que arrancase la campaña electoral. Por si había alguna
duda del mensaje, Abel Caballero volvió a repetirlo
tres días antes de las elecciones.
Cabe
preguntarse también cuál habría sido el resultado electoral en Galicia y
Euskadi si antes el PSOE hubiese permitido la investidura de Mariano
Rajoy. ¿De verdad algún dirigente
socialista cree sinceramente que así les habría ido mejor?
Los
rivales internos de Sánchez no son pocos. No se recuerda un secretario
general del PSOE que haya unido más a los dirigentes del partido… pero
en su contra, incluso con alianzas
hasta ahora inimaginables. Ha logrado poner de acuerdo a Eduardo Madina
con Susana Díaz, a Alfredo Pérez Rubalcaba con Carme Chacón, a Felipe
con Zapatero, a seis de los siete presidentes autonómicos socialistas… a
casi todos contra él. Incluso dos sus primeros
mentores en el partido –José Blanco y Miguel Sebastián– le quieren hoy
fuera de la secretaría general. Todos ellos argumentan frente a Sánchez
una larga lista de supuestos incumplimientos de la palabra dada, como la
promesa a Tomás Gómez en el hotel AC.
Este
lunes, Pedro Sánchez ha lanzado un órdago que solo puede acabar de dos
maneras: con una victoria absoluta o con una derrota estrepitosa. En
seis semanas, Pedro Sánchez
puede entrar en La Moncloa por la puerta grande o salir con los pies
por delante de Ferraz; escribir una página importante de la historia de
España o convertirse en un pie de página. Ser el tercer presidente
socialista de la actual democracia, con Felipe y
Zapatero, o ser el nuevo Josep Borrell.
La
determinación de Sánchez por dar la batalla hasta al final es completa.
Incluso si le cortan la cabeza esta semana y nombran una gestora tras
un golpe de mano en la ejecutiva
socialista o el comité federal, Sánchez pretende mantenerse como
diputado para más adelante volver a presentarse a las primarias del partido; la gestora por siempre no podría durar.
Desde
su equipo, están convencidos de que hay opciones reales para lograr un
Gobierno alternativo al de Rajoy y aseguran estar dispuestos a
intentarlo por todos los medios,
sin descartar ninguna opción y empleándose a fondo en la negociación.
Creen que a Albert Rivera le pueden temblar las piernas en el último
momento porque Ciudadanos es el partido que más tiene que perder ante
una repetición electoral. Y también están
dispuestos a saltarse el veto que hasta ahora había puesto el PSOE
y el propio Sánchez a negociar la investidura con los partidos independentistas;
hoy el propio Sánchez abrió la puerta a esa posibilidad. Incluso
abordando un gobierno de coalición
con Podemos. La línea roja del referéndum sigue estando ahí, pero van a
explorar todas las opciones para sacar de La Moncloa a Mariano Rajoy.
Su
calendario es claro, y eso no significa que en el camino, este mismo
sábado, no pueda descarrilar. Primero, necesitan que el Comité Federal
apruebe la convocatoria de un
Congreso para diciembre y no está claro que esto vaya a pasar. Después,
se convocarían las primarias con dos fechas clave: el 12 de octubre,
donde estaría ya cerrado qué candidatos hay y con qué avales, y el 23 de
octubre, donde se conocería quién sería el
ganador.
En
el mejor de los casos para Sánchez –si se aprueban las primarias pero
no hay más candidatos que consigan 9.000 avales–, el 12 de octubre
tendrá las manos libres para negociar
y tendrá que encontrar un pacto en 18 días. En el más difícil –si gana
el 23 de octubre–, tendrá que lograr una investidura en solo una semana.
Es cierto que la negociación no tiene por qué empezar tras las
primarias –sí su ratificación– pero aún así los días
van muy justos incluso si todo marcha bien.
El
plazo es tan ajustado y la misión tan difícil que los críticos con el
secretario general del PSOE cuestionan que llegar a La Moncloa sea el
verdadero objetivo. Unos aseguran
que busca otra cosa muy distinta: huir hacia adelante y aguantar a
cualquier precio en Ferraz; que se repitan unas elecciones que
probablemente vayan a dejar a Mariano Rajoy aún con más fuerza, todo con
tal de resistir como líder de la oposición. Otros no
dudan de la voluntad de Sánchez de llegar a La Moncloa “hasta con
Bildu” –según sus propias palabras–, pero argumentan que un acuerdo con
Podemos y los independentistas sería inaceptable para el PSOE.
Pero
los críticos tienen un punto débil que Pedro Sánchez este lunes ha
sabido explotar: si quieren cortarle la cabeza, alguien acabará manchado
de sangre. Si quieren que el
PSOE abra paso a Rajoy, deben decirlo abiertamente. Y si este sábado
sacan de Ferraz con un golpe interno al primer secretario general del
partido elegido por primarias y encima lo hacen para abrir la puerta de
La Moncloa a Mariano Rajoy, habrán creado un
mártir a costa de la credibilidad del PSOE.
Es una lástima que el PP
borrase el tuit con “palomitas”
con el que tan finamente analizó la crisis interna del PSOE. Es un buen
resumen: la izquierda se desangra en guerras civiles, incapaz de pactar
una alternativa, mientras Rajoy y los suyos se ríen de ellos en su
cara.
Comentaris