4.10.2015

¿Es el Papa de derechas? JESÚS CIVERA (LEVANTE-EMV)

Durante el franquismo, allá por los sesenta, don Gonzalo Fernández de la Mora ya recetó la fórmula en «El crepúsculo de las ideologías». El autor acabó después en Alianza Popular. Sorbía de aquí y de allá, deJosé Antonio, de Ledesma, de Pradera. Los fascismos ya habían dictaminado la universalidad del pueblo, por encima de cualquier valor social, así de las clases como de las ideologías: un movimiento imparable que habría de renovar la sociedad y marcar el futuro. Una falange en marcha triunfal. Esos populismos surgieron durante la depresión de los treinta del siglo pasado. Vendían más o menos el mismo producto, con las variaciones al uso. Las ideologías estaban superadas. Nacía el nuevo hombre. Tras la Guerra Fría y la caída de los bloques acudió Fukuyama, desde el neoliberalismo, a pescar en algún pozo de esa doctrina cíclica que invita a mudar el relato histórico. Fukuyama decretó el fin de la historia, dado que la historia, según el marxismo, consistía en la dialéctica de las clases sociales, ya fenecidas. Ni ideologías, ni clases. El triunfo de Occidente. El pueblo y el neoliberalismo como única verdad. Esa corriente del pensamiento se alimenta de las etapas de dislocación social, abrasadas por las dudas. Nos conocemos el paño.

Lo que soprende es que Antonio Montiel, el líder de Podemos aquí, se apunte al credo apocalíptico y refunde los tópicos al calor de la línea pespuntada por Carolina Bescansa, ideóloga de esa formación y firme defensora de la «unidad popular». Bescansa rechaza que su partido esté en un proceso de reconstrucción de la izquierda, y es partidaria de la centralidad. Ha de haber algo más ahí, que no percibimos, porque la historia de este siglo nos ha advertido sobre las amenazas que encierra esa superación entre derecha e izquierda. Es lógico que Podemos juegue con la ambigüedad y la indefinición para no reducir su suelo electoral y es cierto que la complejidad de las sociedades postindustriales liquidó la segmentación clásica de la primera y segunda industrialización. Pero las soluciones a los problemas de la gente no son transversales, como quiere Podemos: la óptica del neoliberalismo no es la misma que la de la socialdemocracia.

Montiel señala, al igual que Bescansa, que la lógica de izquierda/derecha ha muerto a manos de la historia y que su partido está en la centralidad y en la defensa de las personas. Volvemos a lo mismo. Llámese como se quiera, izquierda/derecha, negro/blanco, lluvia/sol, pero las políticas que ha aplicado el neoconservadurismo difieren de las tuteladas por la socialdemocracia. ¿O es que Thatcher hizo lo mismo que Willy Brandt? ¿O Keynes es igual que Hayek? Si es cuestión de nombres, cámbienlos. ¿Acaso es lo sustancial? Al fin y al cabo, Montiel admite las diferencias a Ximo Ferrandis en El País: «La mayor es que nosotros luchamos contra la desigualdad y Ciudadanos plantea soluciones de corte neoliberal». ¿Entonces? «La confrontación no es entre bloques ideológicos sino entre un régimen caduco y la nueva forma de hacer política», sostiene Montiel. Es como no decir nada. Yo diría más bien que el combate, hoy, se plantea entre el dinero y la política. Es la gran lección que deja la crisis. La supremacía de la economía sobre el espacio público en regresión. Pero, en fin. El discurso de Podemos parece difundir que todos somos iguales, derechas, izquierdas, toreros y cupletistas. Y que la transformación social depende de las buenas voluntades. Carolina Punset, la cabeza de lista a la Generalitat por Ciudadanos, se preguntaba ayer en El Mundo: ¿es el Papa de derechas o de izquierdas? No sé. Igual resulta que es comunista.